Parece que Denise Malebrán descubrió su lado místico y decidió convertirlo en un disco "espiritual". Es cosa de revisar las dedicatorias del estuche de Pagana y su extraña tipografía. Una grabación donde conviven contradictoriamente el Dios monoteísta, la religiosidad popular y la pachamama. Pero, a diferencia del disco Grace (de Jeff Buckley) o del Slow train coming (de Bob Dylan), célebres títulos que exploran la misma temática, acá no hay sonidos telúricos ni letras de alto vuelo teológico. Pagana es más bien una correcta sucesión de canciones pop-rock, donde el misterio es una metáfora de lo que provocan las relaciones de pareja. Según la autora, claro.
Por ejemplo está "Ánimas", que abre el álbum. Es una canción de atmósfera ochentera tanto en los coros como su estructura y con unas guitarras cargadísimas que recuerdan el power pop de Badfinger. Y entremedio la voz de Malebrán asegurando: "¡Rompo tu altar! / paro los sacrificios". También en la balada de aire folclórico "Embrujo", donde la protagonista escapa sin éxito de una maldición chilota. O en "Siervos" donde la cantante se pregunta: "¿Cuantos miedos más arrastramos en nombre de Dios?".
Los viudos de Saiko reconocerán la herencia de la banda: "Zodíaco" es rock energético, aunque se habría ganado mucho con un arreglo de batería más dance a lo The Killers. En la misma línea "Amnesia" y "Llévame" manejan bien las tensiones ruido-calma con un coro melódico y bien armado. "Alejandría" es una buena balada, que reconstruye ese sonido tipo 10.000 Maniacs. "Desahogo", por otro lado, es un bolero con aroma trip-hop, donde Malebrán se nota más cómoda incluso que cuando canta rock. Como si todo el cuento místico se disolviera para encarar directamente al tipo a quien le dedica las canciones. Y en nuestra cultura latina, hay ritmos como el bolero que son más efectivos que el rock. ¿No será éste un buen camino para que la cantante lo desarrolle a futuro?
—JC Ramírez Figueroa