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Ese Brasil que no conocemos

Ya lo había dicho el joven director chileno que condujo a la orquesta esta vez. No todo en Brasil es fiesta y alegría. También existe la música introspectiva, aunque casi siempre aflora allí toda la riqueza de ritmos y colores musicales.

12 de Noviembre de 2009 | 11:16 |
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El director chileno Víctor Hugo Toro fue durante cuatro años asistente en la más importante orquesta de América Latina, en Sao Paulo. Dirigió con gran éxito este programa dedicado a Brasil.

Juan Francisco Somalo

Una apuesta arriesgada que resultó exitosa fue el programa presentado por la Orquesta Sinfónica de Chile en su temporada 2009. Lo fue porque se presentaron únicamente obras de compositores brasileños bajo la dirección de Víctor Hugo Toro, director chileno que ha desarrollado una importante carrera en ese país.

Fueron ocho obras de la misma cantidad de compositores que se escucharon en esta oportunidad, y como es lógico hay algunas de mayor peso que otras, aunque la variopinta selección permite adentrarse en algunas de las muchas tendencias en el campo de la composición en Brasil.

La orquesta tuvo un rendimiento bastante aceptable, con momentos de gran calidad, que parecieron responder al interés de los músicos por algunas de las composiciones. La brillante y clásica obertura de la ópera “Il Guarany” de Antonio Carlos Gómez, inició el programa. Como dato de interés recordemos que hace poco tiempo nuestra compatriota Verónica Villarroel y Plácido Domingo cantaron esta ópera con singular éxito en varios de los más importantes teatros.

Es imposible no asociar a la música de Dvorak la obra de Francisco Braga titulada “Paisaje”, que continuó este programa. La obra es amable y bastante hermosa, y la orquesta respondió con calidad a la batuta de Víctor Hugo Toro. “Samba”, de la suite brasilera de Alexandre Levy, es de interés relativo ya que no pasa de ser una orquestación de melodías populares que se pueden asociar a la música para el cine.
En lenguaje mucho más moderno es “Tango-Batuque” de Luciano Gallet, obra que recuerda al jazz o incluso a Gershwin y que consiste en un diálogo de las cuerdas con el resto de la orquesta. Su interés es variable.

Ritmo de batuque y bachiana brasilera

La primera parte finalizó con una de las obras que goza de gran popularidad entre las orquestas. Nos referimos a “Batuque” de Oscar Lorenzo Fernández, que posee una orquestación muy rica y utilizan una gran cantidad de recursos rítmicos y de timbre. La respuesta del público fue correspondiente a la estupenda versión.

El “Preludio” de las “Bachianas brasileras” de Heitor Villa-Lobos abrió la segunda parte. La obra para cuerdas recibió una estupenda interpretación, sensible, cuidadosa y de gran expresividad. Desatacaremos los musicales y hermosos solos de violín. La conmovedora y serena música de Villa-Lobos fue uno de los momentos más logrados del concierto.

De Camargo Guarnieri se escuchó luego “Encantamiento”, obra escrita en el esquema “forma sonata”. Se inicia con una sección cercana al impresionismo que permite una lucida sección para el corno inglés, la flauta y el corno francés que deriva en una sección de gran densidad en la orquestación. La parte central se ilumina recordando el swing con interesantes juegos rítmicos, para concluir así en un expresivo desarrollo de la primera sección. Esta obra recibió una estupenda interpretación de la orquesta.

Finalizaron con la obra de mayor envergadura “Maracatú do Chico Rei” de Francisco Mignone. No sólo es mucho más extensa que las anteriores sino que requiere además de un gran cuerpo de voces, que en este caso perteneció al Coro Sinfónico de la Universidad de Chile reforzado por la Camerata Vocal. Sólo podemos elogiar la participación del conjunto universitario que fue dirigido por Hugo Villarroel: por su desarrollo vocal, notable afinación en toda la exigente tesitura y por sobre todo por haberse impregnado del espíritu festivo popular de la obra.

Las nueve partes que conforman esta música para ballet describen sensaciones y alusiones geográficas tanto como los sensuales bailes afrobrasileños. La excepción corresponde a una Gavota que no aporta en nada al interés musical de la obra, pues estaba destinada a reflejar la nobleza del imperio brasilero en una de las escenas del ballet.

Toro manejó toda la masa sonora fundiéndola en un balance muy logrado, mientras pasaba desde los números enérgicos a los lánguidos tanto como a los festivos en algunos números que a veces son un verdadero intríngulis rítmico. Estos fueron muy bien resueltos tanto por el coro como por la orquesta. Algunas de sus partes son de enorme belleza expresiva al tiempo que muy evocadoras.

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