El director estonio perdió el rumbo durante largos pasajes del concierto junto al pianista argentino Bruno Leonardo Gelber.
Sitio oficialAl comentar el primero de los dos conciertos correspondientes al séptimo programa de la Temporada 2009 de la Orquesta Filarmónica de Santiago, nos surgen varias interrogantes para intentar explicar por qué estuvo muy lejos de los pergaminos de los protagonistas, tanto del director, como del distinguido solista.
En primer lugar fue evidente que la orquesta estuvo muy lejos del rendimiento de sus mejores noches, pues creemos que el director Eri Klas no mostró los atributos señalados en su nutrido e importante currículo. Y el gran solista que es Bruno Leonardo Gelber exhibió sólo en algunas partes la musicalidad que le caracteriza.
El programa se inició con “Fratres” de Arvo Pärt, obra de gran belleza escrita en base a una melodía que repite sus motivos en forma constante y en un juego dinámico crescendo-diminuendo a cargo de las cuerdas y la percusión. El tema recuerda bastante al de la “Fantasía sobre un tema de Tallis” de R. W. Williams. De esta versión diremos que en las partes pianissimo el sonido de los violines fue precario y en general la versión fue bastante plana sin la necesaria progresión para destacar las sugerencias expresivas.
Continuaron luego con el hermoso y lírico “Concierto para Piano y Orquesta N° 4 en Sol mayor Op. 58” de Ludwig van Beethoven. Gelber actuó como solista. Ahí fue demasiado evidente el desencuentro de enfoque entre solista y director. Lo decimos porque a lo largo de la obra los pulsos y la intencionalidad expresiva de ambos coincidió en pocas oportunidades. Incluso algunos sonidos y ataques precarios en la orquesta fueron replicados por el pianista con escalas poco pulcras, que en varias oportunidades finalizaron con acentos fuera de lugar en la última nota.
La musicalidad de Gelber, que su público adora, afloró solo en algunas partes del concierto. La introducción del primer movimiento, a pesar del tempo lento que tomó Gelber, pareció encaminarse bien pero durante el desarrollo los fraseos de la orquesta y el solista se desalinearon. De poco sirvió la musicalidad de Gelber que a esa altura derrochaba romanticismo. Su cadenza se caracterizó por desbordes técnicos de gran factura y algunas frases en la mano derecha no siempre claras.
En el segundo movimiento, a pesar de que las cuerdas tuvieron vistosos fallas en los ataques, su desarrollo fue mejorando en musicalidad, convirtiéndose en uno de los momentos más logrados. El tercero fue en extremo irregular, con momentos de gran calidad al lado de otros que provocaron desazón. Hubo algunos golpes innecesarios en el solista y una gran labilidad en la orquesta que fue de lo opaco a lo brillante y le restó belleza al todo. Creemos que Gelber necesitaba de un director que acompañara mejor su musicalidad.
El concierto finalizó con la “Sinfonía N° 4 en Fa menor, Op 36” de Piotr Ilich Tchaikovsky, que recoge la esencia del drama de la vida de su autor. Pensamos que una vez más se alternaron el brillo con lo opaco, con frases de gran belleza, contrastadas con sonidos crudos y algunos desfases de tempo.
El promisorio comienzo con gran sonido de los bronces y un enfoque muy certero, se desdibujó en las transiciones aunque con bello y musical sonido en las partes a solo y algunas frases de los chelos. El segundo movimiento se inició con una estupenda participación del oboe solista y el bello “canto” de los chelos, luego los precisos fraseos redondearon en buena forma esta hermosa y dramática parte.
Muy logrado en carácter y contrastes fue el pizzicato de las cuerdas en el tercero, que se anticipa a la sección central donde las maderas cumplieron destacada labor. El cuarto se caracterizó por una energía desbordante, pero no siempre en tempo, con balances poco cuidados y secciones muy confusas de tempo entre familias.
El final de gran brillo con un alza en el rendimiento general, logró una entusiasta respuesta del público que aplaudió largamente. Una tarde muy dispareja que deja en deuda a Bruno Leonardo Gelber el notable pianista y al director Eri Klas, de quien creemos tiene mucho más que exhibir con su trabajo desde el podio.