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Traigan vino, que copas sobran

Ha sido investida como la nueva figura de una década de mestizajes. Africana de origen, española de nacionalidad, cantaora por naturaleza, cancionista por excelencia. Concha Buika es un referente para no perder de vista. Su reciente disco se llama El último trago, grabado junto al pianista cubano Chucho Valdés, gestado por el cineasta Pedro Almodóvar y dedicado a la señora Chavela Vargas. “Son sus canciones. Ella es mi mamá”, dice la mallorquina que se presentará este lunes en el Teatro Oriente.

03 de Diciembre de 2009 | 19:08 |

Perdida en Las Vegas, buscando espacios para actuar, alguna vez Concha Buika llegó a cantar en los casinos de la ciudad como imitadora de estrellas del soul y el R&B Tina Turner o Diana Ross, caracterizando la época de las Supremes. Eso es fácil de entender si uno observa su fotografía y certifica el color de su piel, pero lo curioso es que esta cantante de 37 años tiene una raíz mucho más arraigada en la música latina y no en la afroamericana. De hecho su acento es el de cualquier chica española de hoy.

-Puez zí –responde al teléfono. Estuve en Las Vegas. ¿qué planes tenía? Pues ninguno. Fuera los planes. No hay más plan. Yo he seguido siempre este camino porque tengo pies. Hay ganas de vivir, ganas de sentir –dice con ideas sueltas, que si se entrelanzan resulta un manifiesto de libertad personal que ella defiende naturalmente.

-En ese tiempo Las Vegas eras una cantante desconocida...
-Pues siempre seremos desconocidos. Lo que será conocido es nuestra obra. Nos pasamos la vida compartiendo los mismos secretos. Y sabes algo, los secretos no son secretos por temor a que sean descubiertos, sino por temor a ser incomprendidos.

Nacida en 1972 en Palma de Mallorca, Concha Buika se crió con su familia originaria de Guinea Ecuatorial. Se ha dicho que entonces era la única chica de color en los barrios mallorquinos donde estableció su madre. “Ella fue mi primera referencia vocalmente”.

-¿Tu madre era cantante?
-Todos los africanos cantamos. Mi mamá era africana de tribu, si siquiera de poblados más grandes. Y los africanos no reconocen la música separada por estilos. Simplemente cantan. Yo escuchaba la música y para mí todo sonaba maravilloso. Todas las músicas tuvieron un efecto en mí.

-Aquí no se sabe del todo qué cantas. Si flamenco, bolero o ranchera.
-No acostumbro a venderme. Me olvido de lo que hago y no podría describir mi música así, tan directamente. Yo sé lucir nada más. Un tomate sabe venderse solo, pero yo sé ser como soy. No sé explicarlo. No crecí con la necesidad de saber que una música era una cosa u otra. Me vi volando de lugar en lugar y en todos los idiomas.

Concha Buika es una de las más particulares nuevas voces españolas y aunque en Europa su nombre ha figurado a partir de 2005, cuando publicó sus primeros trabajos (Buika, seguido un año después de Mi niña Lola), ha sido el reciente disco El último trago, el que la puso en órbita a los dos lados del Atlántico. Gestado por el cineasta Pedro Almodóvar, por el legendario pianista Bebo Valdés y por el músico y productor Javier Limón, este trabajo recupera la figura de la nonagenaria cantante Chavela Vargas, un punto de apoyo para toda la canción melodramática latinoamericana. Además fue grabado por el pianista cubano de jazz latino y músicas populares amplias Chucho Valdés. Es el mismo repertorio el que Concha Buika trae a Chile este lunes 7 de diciembre en el Teatro.

-¿Qué sonido va a tener el concierto aquí? ¿Con qué tipo de agrupaciones prefieres tocar?
-Soy de grupos muy chiquitos, soy una piedra pequeña. Dame una ranura de un zapato y llego hasta Chile. Vengo con un trío maravillo y con un director musical magnífico. Traigo un pianista muy joven, pero no por edad. Es joven de ideas. Se llama Iván Melón González. Además vienen Daniel Martínez en el contrabajo y Fernando Fabién en las percusiones. Es como un pequeño grupo de jazz latino. Es un grupo acústico, pero yo siempre me he sentido una magnífica progamadora de música electrónica. Todo es buena música.

-¿Te refieres a que has tocado como DJ o que en tus discos también incluyes elementos electrónicos?
-En mi estudio hago música electrónica. La música sirve para llegar a otros lugares. No sé si sabría cómo estar dentro de un club como DJ. Me gusta más imaginarme un club con gente baila libremente. Pero en mis recorridos hay de todo, hay música electrónica y acústica. Mis referencias están en Miles Davis, en Ornette Coleman. Más Ella Fitzgerald de Billie Holiday. Están Edith Piaf, Amália Rodrigues, Mercedes Sosa y Lucho Gatica. Lucho Gatica era uno de los reyes en mi casa. Yo aprendí que la música estaba ahí. Aprendí que no era lo que estaba en un papel sino una sola nota que se mueve por el aire. Eso lo aprendí de Charlie Parker, a quien llegué directamente vía Roy Hargrove.

-¿Y Chavela Vargas cómo aparece entre todos estos nombres?
-Bueno yo la conocí de niña, porque a mi madre le gustaba mucho. Lo que más me identificó era que ella era muy valiente. Estuve muy vinculada con su canto. Para meterme en su música trabajé con Chucho Valdés, que es un músico que sabe muy bien cómo hacer la lectura de ese cante, del placer y del dolor. Eso no puedes hacerlo con un chaval de 20 años, porque seguramente no lo conoce. Yo tuve la suerte de conocer a Chavela después en la residencia como estudiante. La conocí personalmente. Ella es mi mamá.

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