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Christmas in the heart

Es la nostalgia por la vieja América de las familias de inmigrantes trabajadores, su música popular y su sentido religioso el que ha llevado a Zimmermann a publicar uno de los más bellos álbumes navideños del último tiempo. No es otra cosa que otro ejemplo de proyección folclórica.

17 de Diciembre de 2009 | 15:58 |
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Campanitas, plumillas y un coro telentransportado desde los '50. Así comienza el sorprendente y feliz álbum navideño de Bob Dylan. Un quiebre discográfico que algunos alarmistas han comparado con su electrificación del año 1965. Más bien habría que emparentarlo con el inicio de su trilogía evangélica en 1979. Otros, especialmente la prensa rock, han reducido el disco a mero divertimento, donde el cancionista es una especie de señor Scrooge de voz avejentada que asusta a la familia reunida en torno al pesebre.

Sin embargo la obra de Bob Dylan siempre ha transitado entre el sentido religioso, la melancolía por la América perdida y el sincero interés por la vieja música popular. Esa imagen del jovencito folk de la nueva izquierda estadounidense o el mesías eléctrico y de pelos revueltos, ha sido más bien una operación comercial expandida por Internet. Porque Dylan siempre quiso ser lo que es ahora: un viejo cowboy tan contradictorio como entrañable. Así, Chrismas in the heart, cuyo dinero será donado a dos instituciones de caridad, es coherente y actualiza los tres lineamientos citados.

Primero, el "sentido"religioso". Reconociendo que desde sus inicios sus letras estaban influidas por Torá judía y los Evangelios cristianos, no hay que extrañarse por este disco. Porque Dylan, que nunca ha renegado ni de lo judío ni lo cristiano, suena estremecedor en "O' come all ye faithfull (Adeste Fidelis)", donde él mismo hizo los arreglos de esta pieza del siglo XIII. O el himno "Hark the herald angels sing", "O' little town of Bethlehem" y "Little drummer boy", esta última con un ceremonioso ritmo enriquecido por unas guitarras eléctricas con trémolo. "Siempre he sido un creyente", le dijo seriamente el cantante a Bill Flanagan en su única entrevista promocional y publicada inicialmente en una red internacional de periódicos autofinanciados.

Lo segundo es la nostalgia -o idealización- de Estados Unidos pre-Guerra Fría. Esa América de inmigrantes y cultura del trabajo de la que le hablaron tanto sus padres nacidos en Odessa (Ucrania). Basta ver la portada de este disco, con una pareja de rusos en trineo. La nostalgia también se comprueba con el retrato de Bettie Page, la recientemente fallecida reina de las pin-ups, sosteniendo un viejito pascuero y rodeada de regalos. En ese contexto melancólico destaca la energética polka "Must be Santa (ver el video, donde Dylan hace de borrachín de pelo largo acá). Dylan se basó en la versión de un grupo texano llamado Brave Combo que le enviaron su disco a su programa radial. Ojo con las alusiones a los presidentes Nixon o Clinton.

El tercer punto importante sobre Dylan es su amor por la música popular americana. Sobre todo la que se produjo antes del rock and roll. Así, brilla el el swing de "Winter wonderland" o "Chrismas island", con guitarra steel, plumillas y coristas femeninas. También impresiona la bellísima balada "Do you hear what I hear". Para lograr este sonido cálido y atemporal no se puede obviar el aporte de su su banda, donde destaca el acordeonista de Los Lobos David Hidalgo y el guitarrista de jazz Phil Upchurch. Sólo ellos parecen entender adonde quiere ir el compositor con "The Christmas song", otra canción en tiempo de swing donde Dylan da lo mejor de sí cantando.

Si hay que elegir un sólo disco para pasar esta Navidad, debe ser Christmas in the heart. Es el canto a lo humano y lo divino de Dylan. Un tipo capaz de utilizar los tópicos unificadores de la cena navideña y los regalos para luego cantarle al nacimiento de Cristo en latín. ¡Eso sí que es rescatar el sentido de la Navidad!

—JC Ramírez Figueroa

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