Guitarras y banjos: Andrés Barlesi y Jonah Schwartz llegan esta semana a mostrar su música en Santiago.
Hay un lobo dibujado a mano en la carátula también hecha a mano del disco que se disponen a traer a Chile para mostrar su música en vivo. Se llaman Springlizard, son un dúo con sede en Buenos Aires integrado por el argentino Andrés Barlesi y el estadounidense Jonah Schwartz, y en los próximos días estarán presentando con cuatro fechas en Santiago (ver recuadro) ese disco, titulado Dreams of the wolf, o "Sueños del lobo", con varios grupos y músicos locales.
Uno de esos anfitriones va a ser el grupo de rock callejero y blues a la chilena Perrosky, y la hermandad entre perros y lobos no será la única afinidad que haya en juego entre ambos. Springlizard y Perrosky son dúos. Ambos están integrados por músicos que además tocan en dos grupos más grandes, Los Álamos y Guiso respectivamente. Y ya hubo una fecha compartida entre ambas duplas, el martes 20 de octubre pasado en el club Niceto, de Buenos Aires.
-Esa vez, como todas las veces que los vimos, estuvo muy buena. Perrosky es una de nuestras bandas preferidas, somos amigos de hace bastante y venimos compartiendo el escenario con ellos por casi cuatro años ya -recuerda Jonah Schwartz a horas de salir desde Buenos Aires rumbo a Santiago. De hecho Barlesi y Schwartz debutaron en 2006 en Santiago como parte de Los Álamos y en compañía de Perrosky.
-¿Qué afinidades han surgido en este tiempo entre ustedes?
-Hay una afinidad tremenda. Siempre cuando podemos nos intentamos ver. El año pasado yo estaba de viaje en Ecuador y Perú y aproveché la bajada para caerlos (visitarlos de improviso) a los chicos. Llegamos con mi chica sin avisar a las dos de la mañana, tocándole timbre a Alejandro (Gómez, el cantante de Perrosky). Por suerte es un amigo copado.
-¿Hay además un sonido o gustos musicales en común?
-Sí, compartimos bastante en cuanto a gusto musical, siempre estamos intercambiando discos. Alejandro tiene una colección de rock and roll primitivo impresionante. Antes de conocerlo a él yo no había descubierto a Hazel Atkins, por ejemplo, que hoy en día es uno de mis preferidos del género. Esta vez le compré un vinilo de Atahualpa Yupanqui, que los vinilos en Chile son bastante más caros.
Folk y llamas en los zapatos
-¿Qué resulta de la mezcla de un músico estadounidense y uno argentino, como en este grupo? ¿Se sienten así, uno estadounidense y otro argentino, o la música tiene que ver con otras cosas?
-El hecho de que uno venga de un país y el otro de otro no tiene mucho que ver en nuestro caso. Ni Andrés ni yo somos muy buenos ejemplos de los estereotipos de nuestros países. Si yo fuera militante de la música new country claramente no podría funcionar, pero los dos somos muy abiertos y siempre buscamos cosas nuevas en el arte.
-¿Por qué fue necesario hacer Springlizard en paralelo a Los Álamos? ¿Es una música distinta la que hacen solos ustedes dos, qué diferencias tiene con la del otro grupo?
-Fue necesario porque con un grupo a veces te encerrás en lo que estás haciendo con ellos, cuando en realidad hay varias facetas de cada artista, de cada persona. De hecho, y lo hablamos bastante entre nosotros, nos cuesta entender a las bandas que tocan hace veinte años y siguen haciendo la misma música. ¿Cómo puede ser que en viente años no cambiaste nada? Yo escuchaba a Bob Dylan cuando tenía doce años y de los primeros seis discos sé todas las palabras, y ahora lo sigo escuchando, pero escucho muchas otras cosas también. Hay que abrirse.
En Springlizard ambos integrantes tocan guitarra, Barlesi una eléctrica además del banjo y Schwartz una acústica, y con afinaciones no convencionales. "Usamos afinaciones abiertas. Dreams of the wolf se compuso durante cinco años en una guitarra afinada en do abierto, y todas las canciones reflejan el timbre de esa afinación. Ahora estamos experimentando con unas variaciones de re abierto".
-En "We cut down all the pines", una de las canciones del disco, se escucha en algunos momentos un coro de más de dos voces. ¿Hay más gente que grabó ahí, o ustedes mismos se doblaron las voces? ¿Cómo cantan esa parte en vivo?
-Sí, hay varios temas que llevan cuatro o cinco armonías, nos gusta bastante el efecto de tener tantas voces tan adelante en la mezcla. Todas las voces son nosotros. En vivo, en general, yo canto la melodía y Andrés hace una armonía, ya que es imposible hacer todas (las voces) en vivo.
-¿La idea es que Dreams of the wolf siga teniendo ese carácter autoproducido, o habrá una edición más industrial también?
-Lanzamos el disco en octubre y vendemos sólo en fechas (de conciertos). No creo que haya una edición industrial, este disco se hizo todo a mano y no nos terminaría de convencer una edición fabricada con máquina. Nosotros tratamos de hacer todo lo que se puede de carácter autogestionado, y la mayoría de nuestros amigos son iguales, ya sea con el arte, la comida, la ropa, etcétera. Rápido uno se da cuenta de que después de haber laburado algo con tus propios manos gozas más de esa cosa, y más en un el mundo tan industrial y global en que vivimos ahora.
-En Chile van a tocar además con Matías Cena y con La Hell Gang. ¿Ya los escucharon, qué les parece compartir el escenario con ellos?
-A Matías Cena lo conocimos la última vez que fuimos con Los Álamos (en agosto de 2009), y nos cayó re bien como persona y como músico. Cuando empezamos a armar la gira él fue uno de los músicos con quienes queríamos tocar sí o sí. De hecho viene a Buenos Aires en febrero, y le estamos armando una fecha al aire libre. Poder tocar con La Hell Gang fue una buena sorpresa, los habíamos escuchando antes y nos gustó mucho.
-¿Han sabido de otro músico chileno llamado Fernando Milagros? Sacó también el año pasado un disco nuevo con sonido de guitarras acústicas y también con un lobo dibujado en la tapa.
-Sí, conocemos de él, lástima que nunca pudimos compartir el escenario. El disco nuevo (Por su atención gracias, 2009) es muy bello, tiene una voz que te da mucha envidia.
-¿En general qué les parece venir a Chile, qué encuentran acá, entre los músicos, los lugares o el público?
-Quizás Chile tiene mala fama con los porteños, que en general son una gente cerrada a cualquier cosa que sea latinoamericana salvo las playas de Brasil. Pero Chile, como país y como gente, nos parece increíble y alucinante, y en cuanto al ambiente musical ustedes están mucho más avanzados que nosotros, si se trata de cómo se produce una fecha (de un concierto), de cómo se trata al músico y de encontrar a tanta gente tan abierta a la música nueva en una ciudad más chica que Buenos Aires.
-¿Qué pueden contar de la dupla de DJs Fresco & Batata? ¿Qué música ponen y qué efecto provocan?
-Bocha de baile. Afro-dub-cumbia, todo en vinilo. Hasta al más amargo de la pista le van a salir llamas de los zapatos.