La guitarrista argentina impuso sensatez: equilibrio, depuración y pulcritud ante todo.
Claudio BuenoBajo la conducción de Michal Nesterowicz, La Orquesta Sinfónica de Chile presentó su segundo programa de verano. Ahí se apreció una de las características que tendrá la temporada 2010: compositores nacionales mezclados con autores de todas las épocas.
Primero se escuchó a Juan Casanova Vicuña (1894- 1976) con una de sus “Estampas sinfónicas” llamada “El huaso y el indio”, obra que no disimula su influencia del impresionismo francés, vertiente de la que también bebieron muchos de nuestros compositores.
Esta estampa bien orquestada para un gran conjunto instrumental promete mucho en su introducción, pero luego las constantes reiteraciones temáticas hace que pierda algo de interés, a pesar de la cuidadosa interpretación de Nesterowicz y sus músicos, quienes buscaron resaltar los aspectos colorísticos de la partitura. En este sentido la versión fue cuidadosamente lograda.
Daniella, Rodrigo y Piazzolla
Luego la hermosa guitarrista argentina María Daniella Rossi -ganadora del Concurso Internacional de Ejecución Musical Dr. Luis Sigall de Viña del Mar del 2009-, interpretó el celebérrimo “Concierto de Aranjuez” para guitarra y orquesta, de Joaquín Rodrigo.
La solista es dueña de una enorme musicalidad. Posee un hermoso pero pequeño sonido, que seguramente desarrollará con la experiencia. En la actualidad creemos que es la pulcritud y el estilo lo que le preocupan, y es en pos de esa pulcritud que en algunos momentos suele atrasar. Como ocurrió en algunas escalas del primer movimiento, fragmento en el que creemos le faltó algo de aplomo.
En el segundo, quizás el más famoso de los tres, logró un espectacular cometido con un sereno virtuosismo. En este movimiento estuvo espléndidamente secundada por la orquesta, creando una magia sonora y expresiva que dejó al público prácticamente suspendido por la emoción. En el tercero, la solista se sintió más confiada en sus recursos y así pudo mostrar toda su potencialidad musical.
El acompañamiento de la orquesta sólo puede ser calificado de excelente, reconociendo las dificultades de interpretación al tener muchas frases casi minimalistas en todas las familias, al tiempo que juega con contrastes dinámicos. Aquí, el gesto preciso del director obtuvo la más certera respuesta de sus músicos.
Sería injusto no reconocer las estupendas intervenciones del corno inglés o aquellas frases del corno francés, como también la exquisita musicalidad de los pizzicatos de las cuerdas en el último movimiento. El público –del día viernes-, estalló en una merecida ovación que obligó a María Daniella Rossi a entregar como encore una versión para guitarra de una obra de Piazzolla, derrochando virtuosismo y personalidad.
El flujo etéreo
La orquesta finalizó con una obra muy querida, pero de grandes dificultades de interpretación, pues no cuesta nada banalizarla o hacerla plana y sin gracia. Nos referimos a la “Sinfonía Pastoral N° 6 en Fa mayor Op. 68” de Ludwig van Beethoven, en una versión que consideramos de primer orden y donde predominó la belleza de sonido acompañado de una pulcritud de fraseos y articulaciones con diálogos extremadamente musicales entre familias e instrumentos.
Nesterowicz acertó plenamente en las descripciones, siempre en la justa medida, sin desbordes innecesarios, buscando planos sonoros y balances que convierten esta versión en un referente. Por este cúmulo de virtudes no dejaron de sorprender algunos pequeños deslices en pequeños solos que no desmerecen su desempeño total ni el del resto de la orquesta.
Algunos detalles: el carácter general de la versión, la belleza del sonido de las cuerdas, el manejo de acentos y rubatos, las progresiones dinámicas o los arcos expresivos. También el hecho de sacar a luz voces que generalmente no se destacan, el etéreo fluir del arroyo en las cuerdas en el segundo movimiento y el “canto” en sus melodías.
El contraste entre el carácter festivo del tercer movimiento y la transición a la tormenta que fue de tremenda efectividad con una novedad en los golpes de timbal, para finalizar con “la acción de gracias” tocada en un tempo un poco más ágil pero de gran belleza expresiva. Una gran jornada de la Sinfónica, que continúa en su senda de excelencia.