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Música para ser feliz

Otro de los grandes momentos en las recientes Semanas Musicales de Frutillar estuvo a cargo de este conjunto de cámara estadounidense que tiene en su línea a la pianista chilena Paulina Zamora.

09 de Febrero de 2010 | 16:13 |
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El Trío Felici dio una muestra de calidades musicales en espacio reducido: aquí, la violinista alemana Rebecca Hang, la pianista chilena Paulina Zamora y el chelista estadounidense Brian Schuldt.

José Miguel Pérez

En uno de los más exitosos conciertos vespertinos se presentó el Felici Trio, conjunto auspiciado por la Embajada de Estados Unidos que cuenta entre sus integrantes con la pianista chilena Paulina Zamora. Los otros músicos son la violinista alemana Rebecca Hang y al violonchelista estadounidense Brian Schuldt.

Desde su fundación en la Universidad de Indiana el grupo ha realizado una nutrida e interesante carrera que les ha llevado con gran éxito por diversas ciudades del mundo. También han producido numerosas grabaciones. Su presentación estuvo marcada por la musicalidad, afiatamiento y un acercamiento de primer nivel al estilo del repertorio interpretado.

El más mínimo gesto y una respiración precisa les sirve a los músicos para señalar entradas, acentos e inflexiones, así como la expresividad que mostraron en algunas versiones marcadas por una gran madurez. Eso fue palpable ya en el “Trío en Re mayor, Op. 70 N° 1” de Ludwig van Beethoven, conocido también como “Trío de los Espíritus”, una obra donde es evidente el afecto que Beethoven tenía por el piano. Esta característica obliga a los intérpretes a manejar cuidadosamente los balances en los movimientos extremos.

En este sentido la versión fue inobjetable para una obra que ya prepara las creaciones más maduras del compositor. Qué decir de la precisión de los rubatos, los acentos y las articulaciones de los fraseos.

El segundo movimiento, que da el nombre al trío, fue un lujo de expresividad donde cada frase fue parte de un diálogo conmovedor entre los intérpretes, provocando un verdadero estremecimiento en el público. Sólo nos llamó la atención un cierto aflojamiento en la tensión en algunas frases de la violinista, y no en aquellas más complejas del primer movimiento, lo que creó una sensación de afinación no justa que en ningún caso restó calidad a la interpretación. Destacaremos el sólido sustento de la pianista y el bello y expresivo sonido del chelo.

Demostrando su versatilidad abordaron como segunda obra “Café Music”, escrita en 1985 por el estadounidense Paul Schoenfield. En ella se mezcla lo popular con lo docto en una fusión de gran interés, por ello no es extraño encontrar citas al ragtime, al jazz o incluso a Gershwin. En esta obra los intérpretes derrocharon espíritu lúdico al tiempo que dieron las más grandes muestras de su virtuosismo. La última parte (“presto”) es casi un catálogo de dificultades solucionado en forma brillante por los visitantes.

La segunda parte estuvo dedicada a una de las grandes obras de la música de cámara de la historia. Nos referimos al “Trío en Do mayor, Op. 87” de Johannes Brahms. A las dificultades técnicas, la pieza añade la exigencia de una interpretación certera en el estilo. La versión fue un triunfo absoluto que mantuvo un balance cuidadoso y un claro manejo de la polifonía que caracteriza a Brahms, en diálogos perfectamente resueltos.

La versión fue poéticamente expresiva pues todo lo técnico estaba ampliamente resuelto para cada uno de sus cuatro movimientos. La inmensa ovación les llevó a entregar una deliciosa versión de una de las danzas húngaras del mismo Brahms.