Soldier of love

¿Cómo explicar la enorme expectación que ha surgido ante este disco (medio millón de copias de venta sólo en Estados Unidos en una semana)? No es sólo que Sade Adu había pasado los últimos diez años sin grabar ni ofrecer conciertos. Su misterio viene combinado con prestigio. La nigeriano-inglesa ha vivido la última década casi recluida en un pequeño pueblo inglés, desde donde atestigua a lo lejos los vaivenes de la mezcla de electrónica, soul y hip-hop que ella misma impulsó como vanguardia y que hoy es tópico del sonido llamado "urbano". El tiempo ha ido demostrando cómo esos viejos éxitos suyos ("Sweetest taboo", "Your love is king", "Smooth operator") se adelantaron en casi una década al encanto del trip-hop, y escondieron siempre una sello de profundidad imperecedera bajo su maquillaje pop. Esa fascinación progresiva con Sade no hará sino consolidarse con este disco, que entrega precisamente lo que uno espera, aunque tampoco más de lo justo.

El single que le da título al disco es la excepción de un tema guiado por guitarra eléctrica y pulsos profundos, como los de un grupo atento al gusto indie; y que es lo más lejos que se llega en este álbum a algo parecido a una puesta al día sonora. El resto avanza, más bien, por la esperable y atemporal suavidad que se asocia a Sade; su voz y su físico intactos en la sugerencia que le conocíamos, y los arreglos de sus músicos trabajados deliberadamente para alejarse de la moda. Los teclados aquí se funden sin crescendos, el bajo apenas se escucha, la batería se toca casi siempre con plumillas. Una fórmula ideal para el aburrimiento logra, de algún misterioso modo, brillar, y estar a la altura de la voz vibrante de su protagonista. La prensa inglesa llama a Sade "la tormenta tranquila", y es esa fuerza sin alardes de bravura la que vuelve a dejarnos seducidos por su invitación.