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American Recordings VI: Ain't no grave

Son canciones excepcionalmente sobrias de un hombre que se despide y que busca menos llamar la atención que partir. Aquí tenemos el sexto volumen (y final) de una colección maravillosa iniciada en 1994 y que se hizo póstuma a partir de 2003.

05 de Marzo de 2010 | 11:19 |
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La primera de las "American recordings" de Johnny Cash apareció en 1994, luego del bendito encuentro entre el cantautor de Arkansas y el productor Rick Rubin. Esa improbable unión entre un experto en la grabación de raperos y un símbolo del country sureño resultó en una alianza brillante como pocas en la historia de la música estadounidense. En vida, Cash alcanzó a conocer el renovado prestigio que le regalaron los cuatro primeros frutos de ese trabajo conjunto. Tras su muerte, en 2003, se han editado las partes quinta y sexta (la final) de la serie.

El concepto de este disco es similar al de los otros cinco títulos de la colección: estándares de la música norteamericana sin discriminación cronológica ni de género (aquí se incluyen canciones que van de 1948 a 1996; de Hank Snow a Sheryl Crow), traducidos al registro vocal grave y de incontestable autoridad de Cash, arreglados con la austeridad que merece su condición de tótem. El auditor incauto podrá sorprenderse de las numerosas alusiones religiosas (incluyendo "I Corinthians 15:55", cita al Nuevo Testamento que aquí es el único tema de su autoría), pero eso era marca del cancionero de Cash ya en los años '50. Las inquietudes del hombre de "Ring of fire" pasaron muchas veces del cristianismo a una suerte de humanismo místico, inquieto por los grandes temas del bien, el mal, el amor y la muerte.

Mientras más envejecía, más convincentes salían esos versos de su boca, como cuando en "Ain't no grave" canta "Ninguna tumba acogerá mi cuerpo", porque confía en que los ángeles lo llevarán en elevación vertical al cielo. Son alegorías, claro, pero articuladas con previsión sincera: al momento de estas grabaciones, agonizaba su entrañable compañera, June Carter, y el propio Cash se veía a sí mismo cada vez menos presente en su rutina. Son éstas, por eso, las canciones excepcionalmente sobrias de un hombre que se despide, y que busca menos llamar la atención que partir, al fin, con elevada quietud.

—Marisol García

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