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Sonido de cuerdas, mensaje de esperanza

El maestro de las cuatro cuerdas se desenvuelve en diez con naturalidad. La misma con la que presenta a su nueva encarnación, los Stick Men, con una reconocida ambición de traspasar de formatos en la canción. Así lo dejó claro Tony Levin en su paso por Chile, con una gran capacidad para empatizar con los afectados por el terremoto.

08 de Marzo de 2010 | 10:41 |
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De las cuatro a las diez cuerdas. Tony Levin lideró el único concierto internacional que no se suspendió después del cataclismo en Chile.

Felipe Kraljevic M.

Las circunstancias no eran de las mejores. A casi una semana del terremoto que azotó a la zona centro-sur del país era poco lo que podía interesar un espectáculo musical. Más aún, la demostración de que el virtuosismo puede y debe ir de la mano de la sensibilidad, que miles de notas por minuto no bastan. Que al final, lo importante es el espíritu.

Esa sensación queda luego del paso de Tony Levin y sus Stick Men por nuestro país. Más allá de la elegancia y el poderío que hizo retumbar las paredes, algo magulladas por el movimiento telúrico, quedó de manifiesto el espíritu del, en este momento, stickista. Siempre preocupado de sentirse cerca del público, en las dos horas y media de presentación Levin habló casi siempre en español. Así, logró establecer un vínculo con el público, que casi llenó el capitalino Teatro Nescafé de las Artes.

Surfeando el tsunami

En ese marco, el “tío” Tony dejó todo en la pista, aludiendo a un dicho popular. De sus diez cuerdas, más las diez que utilizaba Michael Bernier y la magia de Pat Mastelotto en las baterías acústicas y electrónicas, nacieron potentes versiones e improvisaciones llenas de emotividad. Entre las primeras, la partida fue un verdadero coloso: “Welcome”, del disco Stick man (2007), el mismo que Levin y compañía están presentando. Del mismo registro, maravillaron a la audiencia cortes como “Speedbump” o “Tsunami surfing”, que al calor de los hechos daba una cierta esperanza.

Pero el “emperador del bajo” –título que le puso el mismísimo Peter Gabriel a su calvo bajista– tenía más ases bajo la manga. Entre ellos, la poderosa revisión de un clásico de King Crimson, la otra agrupación en la que Levin comparte créditos con Pat Mastelotto, “Red” (del disco del mismo nombre, de 1974). Las dos guitarras quedaron a merced del Chapman Stick de Michael Bernier, mientras que Levin distorsionó al máximo su instrumento, para dar el vamos a una versión llena de furia de uno de los temas insignes del rock progresivo.

Fripp y Stravinsky: los maestros

De la misma forma, siguiendo la revisión de los pasos de King Crimson, los Stick Men tenían preparadas otras visitas al pasado. Entre ellas, la incombustible y delirante versión de “Indiscipline” (del álbum de 1981 de King Crimson, Discipline), desató la algarabía de los asistentes. Incluso, el mismo Levin preguntaba a Masteotto por qué King Crimson nunca visitó nuestro país. Una respuesta que habría que buscarla en Robert Fripp, mente maestra de ese conjunto.

Tony Levin, se sabe, es un músico ecléctico en su más amplia definición. Así, el estadounidense presentó los cuatro movimientos de la suite “Pájaro de fuego”, del compositor ruso Igor Stravinsky. Levin y sus compañeros desmenuzaron esta obra maestra dotándola de una trepidante vibra rockera y despojando los arreglos más clásicos. De esta forma, Levin y compañía alcanzaron uno de los puntos cúlmine en su presentación.

El otro fue el instante en que los tres músicos dieron rienda suelta a su imaginación y desarrollaron interesantes improvisaciones, en las que ambos sticks se transformaron en secuenciadotes, cellos, bajos y guitarras, mientras que la batería de Mastelotto pasó de un simple drum set a toda una variedad de percusión completa, tanto en elementos acústicos como electrónicos.

Y si bien Tony Levin deslumbró con sus composiciones, recibiendo inmediata aprobación de parte del público, fue en la revisión de cortes más clásicos de su trayectoria donde se logró una mayor complicidad. De esta forma, el cierre con “Elephant talk” (Discipline, 1981), de King Crimson, confirmó que si bien todos esperábamos lo nuevo y propio de Levin, su material más recordado era también el más esperado por los asistentes. Esos mismos que lo vitorearon cuando el bajista y stickista envió un mensaje de apoyo a las víctimas del terremoto.

Dos horas y media de show en el que primó el primitivismo rockero por sobre la aproximación intelectual y calculada a la composición. Así se muestra Tony Levin, como un instrumentista que se basa más en el instinto y el momento, en las sensaciones y los colores, más que en la aproximación virtuosa y embriagadora de las mil notas por minutos. El calvo músico llega mucho más allá con sus diez cuerdas: toca la emoción, la sencillez. Y eso, es lo más importante de su música.

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