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Escritor Arturo Pérez-Reverte: "El pueblo español era inculto y lo sigue siendo"

El autor de la popular saga de novelas del Capitán Alatriste, ahora viaja 200 años en la historia de España en su nuevo libro, "El asedio".

09 de Marzo de 2010 | 08:53 | DPA
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Arturo Pérez-Reverte posa en las calles de Cádiz, donde precisamente se ambienta su nueva novela.

AFP
MADRID.- Tres años después de narrar el levantamiento de Madrid contra las tropas napoleónicas, un 2 de mayo de 1808, Arturo Pérez-Reverte regresa a la España invadida por los franceses, trasladándose con cierta nostalgia a una ciudad de Cádiz asediada y a punto de dar a luz a una de las Constituciones más progresistas del país.

Sin embargo, "El asedio" (Alfaguara) dista mucho de ser una novela histórica. Tampoco es una novela negra, ni de aventuras, ni bélica, ni de amor; ni una novela folletinesca, de espionaje o costumbrista, aunque sus más de 700 páginas contengan una buena dosis de todos esos elementos. Es una novela de balance. Y es que Pérez-Reverte escribe cada libro "como si fuera el último", como si con eso cerrase su vida.

Una novela "es como una borrachera: nadie pone lo que no tiene", dice este autor nacido hace 58 años en Cartagena, en conversación con un pequeño grupo de medios. Él mismo se considera "un escritor tardío", un "lector que accidentalmente escribe novelas", que durante su juventud "estaba demasiado ocupado viviendo", explica.

"Yo quería ser el personaje, no el escritor de esas historias". Por eso, por mucho que ahora intente enrocarse, hay "oscuridades del corazón" que, como ocurre con el alcohol, siempre salen a relucir. "Nadie escribe impunemente", asevera el académico. Y aunque no le va la vida en ello "podría vivir sin escribir, pero no podría vivir sin leer o sin navegar"-, le sirve de analgésico.

Recién llegada a las librerías, "El asedio" se va hilando a medida que las bombas francesas caen sobre Cádiz, donde misteriosamente aparece un goteo de mujeres desolladas a latigazos. De fondo, la Historia que pudo ser y no fue. Y en la superficie, el mapa de la ciudad como un siniestro tablero de ajedrez, donde la sombra de un despiadado jugador se va comiendo peones entre escaques blancos y negros.

Documentarse le ha llevado dos años de trabajo minucioso "vivía abrumado por unos 500 ó 600 libros"-, buceando entre archivos, periódicos y compendios de historia, comercio, taxidermia o balística. También dice haber perdido "esa inocencia de 'El maestro de esgrima' o 'El húsar'", pues las canas han ido poblando su barba a medida que afloraba una cierta negrura, mucho más biográfica, que aparecía ya en "El pintor de batallas".

De ahí que todos sus personajes tengan algo de él, desde el capitán corsario Pepe Lobo al corrupto comisario Tizón, que posee esa "especie de lucidez amarga por la condición humana", o la matemática obsesión por lograr avanzar del francés Desfosseux, incluso la romántica y moderna empresaria Lolita Palma. Pero si "El asedio" tiene una protagonista, esa es la ciudad de Cádiz.

Después de 20 años trabajando como corresponsal de guerra, de Sarajevo a Beirut, Pérez-Reverte ha aprendido a contemplar la ciudad "como refugio, pero también como un territorio hostil", examinando su trazado geométrico, "sus ángulos buenos y malos". De nuevo el ajedrez: "Qué mejor símbolo de la vida, del lado oscuro y el más luminoso".

"Una novela es como poner un campo de minas, como tender una emboscada a un lector", reflexiona Pérez-Reverte. Y en su minucioso cálculo de probabilidades, la Cádiz de 1811 ofrecía el escenario perfecto no sólo para tejer un relato de historias cruzadas, sino para rememorar la Historia, ese momento que pudo cambiarlo todo y, sin embargo, pasó de largo.

En aquel entonces, "España se juega a cara o cruz su futuro y lo pierde", explica. Las Cortes de Cádiz estaban en una ciudad moderna, abierta al mar, más parecida a Rótterdam o Hamburgo que a Valladolid. "Fue España la que sofocó esa Cádiz", la que perdió el tren del cambio. Y aquel tren no volvió a pasar.

"Mientras que Inglaterra descabezó a un rey e hizo una monarquía limitada y Francia impuso una república, en España no hubo 'guillotina'", señala Pérez-Reverte. Entendiendo este artefacto como un "símbolo de destrucción de lo caduco", el autor afirma que en el siglo XIX "habría que haber pasado por la guillotina a media España para hacer libre a la otra media".

"Aquí habría hecho falta una guillotina que hubiese igualado a todos los españoles, que hubiese terminado con todos los fueros y privilegios (...), que hubiese sometido a España a una sacudida que nos librara de siglos de oscuridad y calabozo".

No fue así y ahora ya no puede hacerse, lamenta el académico. "Nos equivocamos de enemigo". Pues el enemigo no estaba al otro lado de los Pirineos, sino dentro de las fronteras peninsulares: un pueblo inculto que, 200 años después, apenas ha evolucionado, lamenta con amargura. "Ese es el problema de España".

Y eso "se nota cuando oyes hablar a ciertos políticos y a ciertos obispos (...) El pueblo español era inculto y lo sigue siendo", sostiene contundente. "Lo triste es que ahora lo es porque quiere: lo que antes era una tragedia, ahora es un vicio voluntario".

No lo tenía planeado -"una novela de estas dimensiones no puede ser oportunista"- pero "El asedio" llega a los lectores españoles casi en vísperas de que el país celebre el bicentenario de la Constitución de 1812. Y a Pérez-Reverte eso le da miedo.

Aquello fue "un experimento fallido", dice. Y teme que en vez de "análisis crítico, lúcido, positivo y constructivo" de lo que fuimos y somos sea una especie de "apoteosis de la libertad", de estar "encantados de conocernos" y "vanagloriarnos de la tradición tan democrática que tenemos". "Espero que haya voces lúcidas y críticas que planteen el bicentenario como lo que fue: una fecha triste de algo que pudo ser y no sucedió".
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