Cuesta entender que un remezón de 8.3 grados haya hecho caer nada más que tres botellas desde las enormes repisas del bar Catedral, el lugar donde todos quieren estar, el más demandado del barrio Bellas Artes y el con más estilo, si se puede utilizar esa palabra. Es el mismo espacio donde sábado debutará el cantante Juan Pablo Rivera.
Cuesta entender también que Rivera haya hecho una historia de dos décadas en la música como bajista eléctrico con estudios en Santiago y Nueva York y que de pronto lo abandonara todo. “Así es. No tengo pensado volver al bajo. Mi presente y mi futuro es cantar”.
Rivera es junto a Rodrigo González (en vivo este miércoles en Thelonious) el único cantante (o intérprete en su defecto) masculino de jazz en una escena colmada de señoritas del swing de todas las edades con nombres como Myriam Olivares, Natacha Montory, Nicole Bunout o Javiera Abufhele. El cantante abrirá la serie de conciertos de jazz que cada sábado de marzo en ese escenario tendrá su protagonismo marcado y nuevos públicos asegurados. "Sé que no es lo mismo cantar en un club habitual que en lugares como Catedral. Por eso siempre he querido acomodarme al tipo de público que asiste, pero sin perderme de mi línea", dice.
-De 150 personas que vienen a Catedral no debe haber más de cinco que además acudan al club Thelonious...
-Claro, y por eso el productor de los conciertos (el saxofonista de jazz Ignacio González) me pidió que incluyera algún cover en la onda de Michael Bublé. Es una buena idea pero yo tengo otro tipo de repertorio que siempre estoy desarrollando y lo tengo muy claro.
-¿Qué clase de canciones?
-No canto ni bossa, que está muy de moda en nuevos cantantes, ni boleros, ni otras cosas. Sólo canciones americanas de Broadway y standards, pero siempre muy intervenidas por mis ideas, rearmonizadas y arregladas a mi gusto.
-¿Tú mismo las arreglas?
-Sí, claro. Es que estudié composición en Nueva York cuando me fui allá como bajista en el año 1999 poco a poco me comenzó a interesar el canto. Mientras estudiaba esas técnicas de escritura y arreglos, tomé algunos ramos de canto para ensambles vocales. Me gustó la idea y el espíritu y llegué incluso a escribir música para grupos vocales, tipo Take Six. En el futuro tengo pensado también darle curso a esa veta: componer canciones con melodías y armonías vocales y convocar a cantantes masculinos. Hay muchas voces muy buenas en Chile.
-Qué te pasó que dimitiste del bajo para cantar?
-Fue un proceso que comenzó desde el mismo bajo eléctrico. Al comienzo de los '90 yo tocaba mucho en Santiago, en el Club de Jazz, y me gustaba improvisar más que acompañar. Por eso creo que me empezaron a llamar también músicos como Daniel Lencina (trompetista) o Marcos Aldana (saxofonista) para integrarme a sus grupos. Después, ya en Estados Unidos, seguí desarrollando la improvisación en estilos de bebop. Me gustaban la forma de solear de saxofonistas antiguos como Hank Mobley y Dexter Gordon. Por ahí me quería ir.
-¿Pero y el canto de donde sale?
-Es que para entrenar y practicar yo tarareaba vocalmente las melodías que iba improvisando en lugar de tocarlas en el instrumento mismo. Mis amigos me decían "tú improvisas todo el tiempo en la cabeza". Entonces el canto ya veía agarrando vuelo. Eso, sumado a dolores en una mano que produce el hecho de tocar mucho un instrumento me llevaron a ir cambiándome de lado. Y por eso fue mucho más fácil: yo tenía las dos cosas, el lado de músico y el de cantante. El instrumento y la voz estaban conectados. Fue como cobrar un cheque por caja. Listo.
-¿Habrás tomado clases también o lo tuyo es generación espontánea?
-En Estados Unidos fui alumno de la cantante Nancy Marano. Cuando llegué a Chile en 2007 ya definitivamente me cambié. Nunca más tomé el bajo y en cambio tomé lecciones con cantantes que me han dado cosas diferentes: Cristina Gálvez, Karen Rodenas y Consuelo Schuster.
-¿En quién te inspiras? por ahí apareció que Chet Baker es un referente tuyo.
-Me han dicho que me parezco mucho a Chet Baker. Y aunque yo no lo busco, es una buena referencia, sobre todo porque lo que más me interesa es la improvisación sin letra, sólo con mi voz. Otros cantantes antiguos que inmediatamente te dan luces son Frank Sinatra, Johnny Hartman o Steve Lawrence, que no es para nada muy conocido. Entre los nuevos he seguido la línea de Kurt Elling, por una razón de peso, porque él tiene la tradición muy presente y la respeta mucho, pero siempre te sorprende con cosas nuevas. Es un cantante excepcional.
-¿Qué es más fluido de hacer, el "scat" (improvisación con la voz) o el estilo "vocalese" (letras escrita sobre melodías que eran solos instrumentales)?
-A mí me resulta mejor el scat. El vocalese es muy difícil porque puede ser muy rápido y además necesitas mucho manejo del inglés. Ese disco del trío Lambert, Hendricks and Ross es una clase maestra de vocalese. Para mí está un poco lejos.
Su lado de líder
Juan Pablo Rivera tiene 35 años y recién su primer concierto de canto jazzístico lo dio en el club Thelonious en marzo de 2009 junto al guitarrista Mauricio Rodríguez (de cuyo grupo Almendra Trío Rivera había sido el bajista entre 1994 y 1995). "Pero ahora me cambié totalmente al piano. Es el sonido y el peso que necesitan estas canciones. Los standards son tan bacanes que hay que cantarlos también con el piano. Esa vez en el club Le Fournil tocamos con Jorge Vera en el piano y me sentí distinto. Muy cómodo".
-¿Es el mismo pianista que tienes hoy?
-No. Jorge Vera vive y estudia en Europa. Ahora estamos trabajando con Tomás Krumm. Yo quiero tener un cuarteto armadito, que sea un grupo propio, no un un grupo canchero de fines de semana. Yo les escribo todo a los músicos, llego con cada parte para el piano establecida. Para el contrabajo, como fui bajista, elijo a un músico que sé que va a tocar de tal manera. Cuando estamos en vivo yo estoy escuchando mi voz por una oreja y a todo el grupo por la otra. No se me pasa ninguna.
-¿Quién es ese contrabajista escogido?
-Un músico muy joven y muy bueno, que a mi parecer sólo le faltan horas de música en vivo: tocar y tocar. Se llama Milton Russell. Me gustan los músicos jévenes porque son más dúctiles y flexibles y están atentos a tus necesidades. Los más grandes tienen sus egos y a veces ni pescan lo que uno les dice (risas).