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Cardio

19 de Marzo de 2010 | 13:02 |
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A lo largo de su carrera Miguel Bosé se ha empeñado en cultivar dos perfiles que paradójicamente parecen irreconciliables. Uno lo tiene como el símil hispanoamericano de David Bowie, como un artista multifacético, que puede cantar para miles y luego vestirse de mujer en una cinta de Almodóvar. Un camaleón musical, orientado a la vanguardia y la búsqueda, que puede ir del rock a la electrónica. De explotada ambigüedad sexual. Sí, y qué.

El otro, en cambio, está mucho más cerca de cualquier ídolo-latino-romántico medio: De los Chayanne, los Enrique Iglesias, los Luis Fonsi. Un cantante de fórmulas fáciles para radios femeninas, validado tanto por sus puestos en el ránking musical como por su estampa de galán, y los lucrativos chillidos en que ésta se traduce. Entre estas dos vertientes, los últimos quince años tuvieron a Bosé definitivamente zambullido en la comodidad de la segunda. Autocomplaciente, con más de un disco de éxitos recocidos una y otra vez, el español se dejó estar. Intentó salirse un poco de eso con Velvetina (2005), pero las pretensiones terminaron aguando la intención.

En ese sentido, Cardio trae de vuelta al otro Bosé, que es, simplemente, el mejor. Y esto a pesar de que el primer bocado no dé buena cuenta de ello. Así, la digerible, pícara y lúdica "Estuve a punto de..." más parece la despedida de ese otro yo. Configurando un continuo, el segundo corte actúa como un puente hacia las nuevas exploraciones ("Júrame" es como una versión oscura de "No hay un corazón que valga la pena"), mientras que el tercero se sumerge de lleno en ellas. "Dame argumentos", uno de los momentos más altos del disco, es un pop enérgico, que asciende hasta el despliegue de un poderío de guitarras y teclados a lo The Killers, sobre las cuales canta un Bosé melancólicamente monocorde, pero no menos energizado.

Una línea que continúa en "¿Hay?", aunque con algo menos de altura, y que en "Cardio" y "El perro" vira a un electro pop luminoso y colorido, ése que en los '80 incluso lo emparentó con figuras contraculturales como Alaska. Las tonalidades más románticas, en tanto, también tienen su espacio, pero en dosis justas y momentos altos. Es el caso de "La verdad", pero sobre todo de "Por ti", que se inscribe entre las canciones de amor más rotundas en todo su repertorio. El saldo, entonces, no sólo es satisfactorio, sino también aliviador. En más de un momento de estos últimos años, Miguel Bosé pareció extraviado, embarcado en un cómodo viaje de vueltas en círculo, abanicándose con su legado. Con Cardio, en cambio, dice que bajó de ese barco y que está de vuelta en su mejor forma, lo que —hablando de un artista como el español— no puede ser otra cosa que una excelente noticia.

—Sebastián Cerda

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