Goran Bregovic toca su guitarra de siempre en la Playa Chica de Cartagena. Fue la primera vez del serbio en Chile, en enero de 2008.
El MercurioSANTIAGO.- Cuando Goran Bregovic vino a principios de 2008, los sonidos gitanos estaban recién instalándose en Chile, desde lo subterráneo, como una fórmula altamente efectiva a la hora de hacer la fiesta con algarabía y desborde.
Ese mismo desenfreno, entonces, fue el que muchos esperaban ver reproducido en las presentaciones que el músico serbio ofreció en Santiago y Cartagena, en el marco de Santiago a Mil. Sin embargo, sólo en parte se vio algo de eso, ya que Bregovic alternó por igual la parte más encendida de su repertorio con otra mucho más solemne, que no es otra cosa que la dualidad insigne de su obra y de su Orquesta para Bodas y Funerales.
"De donde vengo, la boda y el funeral son los dos eventos más importantes en la vida, y la música que los acompaña es interpretada por los mismos músicos", cuenta a Emol el responsable de musicalizar cintas como "Underground" (Emir Kusturica).
Sin embargo, para su segunda ocasión en el país, el sábado 13 de abril en el Teatro Oriente, la balanza estará mucho más cargada a la boda que al funeral. "Esta vez vamos a hacer un concierto para una pequeña banda, con el núcleo de mis músicos: Cinco bronces, dos cantantes, un cantante-percusionista y yo. Es mucho más festivo y bailable que el que hacemos con una gran orquesta, y que presentamos la última vez en Chile", cuenta.
Un sello que no sólo estará determinado por el formato de su banda, sino también por la moral impresa en su más reciente álbum: "Mi último disco, Alkohol, se divide en dos capítulos. El primero es Slivovitz, el nombre de nuestra bebida tradicional, un aguardiente de ciruela, y fue grabado en vivo en Guca, en el verano de 2007. Guca es un pequeño pueblo de cerca de 20 mil habitantes en Serbia, que tiene un festival anual en agosto, y entonces crece a 150 mil personas, que beben, comen asado y sour kraut (chucrut), que es la manera serbia de beber, y escuchar música, y beber otra vez... por siete días".
Y aunque esta vez no habrá 150 mil personas, y el recinto tendrá butacas en lugar de tiendas de campaña y parrillas encendidas, Bregovic igualmente hace su recomendación: "Son canciones que están hechas para ser escuchadas y bailadas en compañía de un trago fuerte".
Goran Bregovic aún conserva freco en su memoria el recuerdo de su primera visita a Chile, cuando juntó a miles de personas en Santiago y Cartagena. "Tenemos un recuerdo excepcional de esos tres mágicos conciertos. Nunca esperé a tanta gente y una respuesta tan cálida. El público latinoamericano parece tener una pasión voluptuosa, que no he encontrado en el resto del mundo", dice.
De Cartagena, recuerda especialmente "la manera casual en que fue la gente: O escucharon la música mientras pasaban por ahí, o se difundió la noticia después de que el concierto comenzó, y el público seguía llegando". Luego de esa jornada vinieron dos multitudinarias noches en el Parque Araucano y el Parque La Bandera, que fueron "extraordinarias por la masa. Hemos tocado para grandes audiencias, pero la alegría abierta de la gente en Santiago fue como fuegos artificiales, que permanecen en nuestra memoria emocional como una joya especial".
Esta vez, en cambio, su show será en el Teatro Oriente, un recinto de una capacidad mucho más reducida, pero Bregovic no se complica. "Me encanta el hecho de no estar atado a un tipo de recinto o a un tipo de público. Me parece excitante tocar un día en una solemne Academia de Santa Cecilia en Roma, y en la plaza de un pueblo pequeño el siguiente. Para mí, es la demostración de que mi música está viva".