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Alucinación atacameña

El quinteto de rock chileno-francés pasó por Chile para preestrenar en vivo un disco nuevo que ya tienen grabado y para rodar su primera película, en locaciones de Valparaíso, Santiago y sobre todo el norte del país. Aquí el cantante del grupo, Edi Pistolas, deja constancia de la bitácora de ese viaje por la pampa y sus rincones.

24 de Marzo de 2010 | 10:20 |

Atacama lleva tiempo en las alucinaciones de Pánico. Ya en una canción de su disco Telepathic sonora, grabado en 2001, el grupo canta versos como "Al norte / siempre van hacia el norte" y "Pienso en mi nombre / y Atacama me representa" sobre una base de cumbia hipnótica llamada "Doble visión". Y en esta vuelta a Chile, el grupo, formado en Santiago en 1993 y radicado en París desde 2000, se ha internado en el norte profundo, ahora no sólo para una canción sino para la filmación de su primera película, un documental que será estrenado junto a su correspondiente disco nuevo en 2011.

Luego de pasar parte de febrero y marzo en la región nortina, el grupo está de regreso en Santiago y se prepara para su última actuación en la capital (ver recuadro). Y antes del regreso a Francia, aquí Edi Pistolas, cantante, guitarrista y operador de otras máquinas en el grupo, rebobina la reciente experiencia de Pánico desde su arribo el 18 de febrero pasado a Valparaíso, donde tocaron el 20 de ese mes en la discoteca Blondie del puerto, y sobre todo lugares como el pueblo Inca de Oro, la abandonada oficina salitrera Humberstone y otras localidades nortinas para la película.


Desembarco en Valparaíso


El director del futuro documental de Pánico es un realizador estadounidense, James Schneider, nativo de Washington, a quien el grupo conoció en Francia. Pero la idea de filmar ya databa de hace dos años antes. Desde la anterior visita de Pánico a Chile, en 2008, cuando también tocaron en Valparaíso, el mismo lugar donde fueron rodadas las primeras imágenes de la película el 20 de febrero pasado.

"La película empezó con un concierto de Pánico en Valparaíso, porque es una ciudad abierta al mundo y además porque la Blondie es un galpón antiguo muy bello, como de ladrillo, súper bueno para tocar. Era una manera de situar a Pánico dentro del contexto del rock en Chile", explica Edi Pistolas. "Lo de la película partió hace como dos años, cuando tocamos en El Huevo (también en Valparaíso) y ya estábamos trabajando en esta idea, pero en ese momento no sabíamos que íbamos a ir a grabar al norte".


Siempre van hacia el norte


"El norte es una región que tiene una mística muy fuerte. En varias historias del norte de Chile vemos en relación muy directa con nosotros, empezando con algunas de las más recientes. En el nacimiento de un pensamiento socialista tuvo mucho que ver esa región, con el movimiento obrero. Durante la dictadura fue un lugar donde hubo muchos detenidos. Y esta historia es consecuencia de una más antigua, de la industrialización de esa zona en los siglos diecinueve y veinte, con las salitreras y las minas. Fue una industrialización hecha por norteamericanos, por ingleses. Y nosotros, que somos un grupo chileno, tenemos también esa doble vinculación con la cultura anglo y la de acá".

Doble visión necesito tener / para ver cómo se mueven cosas en esta dimensión, parte diciendo esa canción de 2001 inspirada en Atacama. "Esa canción habla absolutamente de eso. Y después hay una historia milenaria del lugar, que tiene que ver con todas las comunidades indígenas que viven allá y dejaron un estampado muy fuerte en la región. Todo ese misticismo es muy fuerte, es una historia latente. Y una última cosa es el paisaje. Es muy minimalista, hecho de muy pocas cosas, de unas variaciones de colores bastante mínimas pero complejas a la vez, que también tienen que ver con nuestra idea de purificar la música. Y cuando digo purificar me refiero a hacerla con los menos elementos posibles".


Vida dentro de la roca


"Queríamos hacer un trabajo medio metafísico más que un trabajo musical, como una experiencia humana en ese lugar. La idea al comienzo era ir a grabar canciones y confrontarlas con el público allá, pero eso era muy gratuito, no sostenía una película de dos horas. Había que buscar algo más intenso y que involucrara mucho más al grupo en una especie de compromiso con el lugar.

"En el fondo ir a grabar sonidos al desierto de Chile no es un formato de pop ni de rock. Es más cercano a músicas de ruido o a la música concreta, es otra cosa. Son instalaciones de sonidos. Es bastante diverso lo que se hizo. Llevamos material para sacar sonidos de las rocas, las murallas de zinc, a la cantidad de elementos que hay, y ocupar ese sonido como una obra en sí.

"Toda esta región del norte está hecha de roca, y de la cual se extrae un material. Y ese significado es el mismo de rock, que es como se dice roca en inglés: también queríamos ir más allá de la roca, queríamos ir a buscar lo que hay dentro de la roca. Es sobrepasar los límites del rock que son los que definen a Pánico, porque Pánico es un grupo de rock, para llegar a algo más libre que no tiene aún formato".


Inca del Sol, historias y fantasmas


"Estuvimos trabajando en Inca del Sol, que es un pueblo abandonado. Cuando uno lo mira en Google Maps es un punto perdido en el desierto, mientras que en el norte las ciudades están más cerca de la costa. Fue un pueblo grande en un momento, se desarrolló en el siglo diecinueve, tuvo mucha riqueza y hoy es un lugar medio abandonado, cerca del camino del Inca. Y entonces en ese caso más que trabajar con el sonido de los materiales fue trabajar con el sonido de la gente.

"Las personas nos contaron historias, y las enfocamos hacia los restos de una riqueza antigua que ya no es. Ahí aparecen casas que ya no existen, fantasmas, es una región de pueblos fantasmas, de historias que quedan volando, un poco presas en esta ruinas. En Inca de Oro trabajamos con pirquineros que nos llevaron a sus minas. Nos quedamos como tres o cuatro días y al final escribimos un tema que tocamos en el pueblo y subió un pirquinero de sesenta años a tocar con nosotros. Él bajó de la mina con un chuzo y cuando le pegaba generaba un sonido de campanas muy interesante, tocaba el chuzo de una manera muy musical. Los niños del pueblo se unieron también: tocamos una especie de mambo muy destroyer, con mucho delay, una cosa muy pelacable de las que hacemos nosotros, pero cantado con todos los niños del pueblo. Era muy loco pero muy aceptado por todo el mundo.


Hicimos sonar el cerro Bramador


"Fuimos a grabar una explosión en Chuquicamata, porque queríamos tener una explosión. Fuimos a grabar a Quillagua el sonido de una batería en un cráter. También estuvimos grabando en el Valle de la Muerte, ocupando los ecos muy diferentes que generan las montañas, según el lugar donde uno está. Los lugares van entregando una información diferente.

"La música fue cambiando según lo que iba pasando. Parte del disco van a ser simplemente ruidos extraídos de la naturaleza. Hicimos sonar el Cerro Bramador, también perdido en el desierto, y que tiene la particularidad de que los granos de arena son redondos y todos más o menos del mismo tamaño, y cuando uno los mueve produce un sonido rarísimo, una especie de infrabajo. Y eso en el disco va a estar, va a ser un track.

"Seguimos subiendo y teníamos una meta final que era llegar a Humberstone. Queríamos trabajar con todo el material grabado en el viaje y unirlo ahí para cerrar un disco. Planificamos ocupar ese pueblo como un estudio (de grabación) gigante. Por qué: porque tiene cantidad de lugares diferentes donde se pueden generar y procesar sonidos. Finalmente no fue tan así, la grabación superó lo que pensamos que iba a ser, seguimos creando música inspirada en lo que estábamos viviendo, pero sí transformamos a Humberstone en un estudio y grabamos cosas en diferentes espacios.


Humberstone, fin del viaje


"Grabamos en el teatro de Humberstone, por ejemplo. Es un teatro súper bonito, parece una estructura muy moderna porque es de madera, lo tienen bien restaurado y con gusto, bastante cercano a lo que fue. Ocupamos ese teatro para grabar baterías, porque queríamos un sonido de batería muy reverberado. También grabamos en una chimenea que deber tener unos veinticinco metros de altura, donde uno entra y el sonido que se genera es extrañísimo. Las frecuencias se quedan dando vueltas y generan un feedback natural. El viaje se fue retroalimentando con la música, en ese sentido Humberstone fue una forma de concluir.

"En el disco va a haber cosas que tal como fueron grabadas ya en sí son la obra, no requieren de mayor trabajo, eventualmente un poco de edición. Después hay cosas medio influenciadas por la música del lugar, oscuras, muy simples, más contemplativas, con guitarra, bajo, con influencias bolivianas, peruanas. Algunas son instalaciones sonoras, sin batería ni bajo, con sonidos de iPods, de rocas con micrófonos de contacto, percusiones medio industriales que no entrarán dentro del formato rock. La idea era hacer cosas distintas, no quedarse en un registro: ir inventando una manera de hacer las cosas".

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