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Amapola del 66

23 de Abril de 2010 | 17:00 |
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La prensa argentina lo catalogó como si propio Chinese Democracy, en una suerte de comparación por el tiempo que le tomó al power trío trasandino en lanzar su octavo registro en estudio (noveno si contamos el Vivo acá (2003)). Pero lo cierto es que, hasta que aparece este Amapola del 66, Divididos deja en claro que la odiosa comparación se queda sólo en un tema temporal y no de calidad musical porque eso es lo que abunda a destajo en este título.

Hay que convenir que, quizás desde el lejano Gol de mujer (1998) que Divididos apostó por lo críptico en formato de rock clásico. Quizás por eso es que esta nueva obra de Mollo, Arnedo y el joven Catriel Ciavarella parezca un trabajo de doble lectura, que ciertamente lo es. Como siempre en el trabajo de letras de los argentinos se revela la cotidianeidad de la vida, del “hombre de pie”, ese que es el protagonista del surco que abre el disco, “Hombre en U”, curiosamente una reminiscencia a ese tremendo álbum, también del trío de Hulingham, llamado La era de la boludez (1993).

Pero lo que Divididos propone va más allá. Sin demostrarlo, Mollo y compañía ponen de manifiesto que este registro se compuso de forma paciente, donde cada nota está donde debe y que, así como se observa el presente, se recuerda al pasado y se lo conmemora, como es el caso de “Muerto a laburar”, un homenaje al siempre presente Luca Prodán, o “Todos”, en memoria de los muchachos que fallecieron en un accidente en Santa Fe.

El trío se muestra más poderoso que nunca. Ya sea en la épica “Amapola del 66” o en el cruce con folclor tradicional, como es su costumbre, en “La flor azul” (chacarera compuesta por Mario Arnedo Gallo y que hizo suya Mercedes Soza). Incluso el funk-rock de “Perro funk” encuentra su justificación dentro de los trece temas que componen Amapola del 66. Y, como buen disco de Divididos, este registro es para descubrirlo, desentrañar sus historias (que se explican un poco más con el material audiovisual que posee) y dejarse llevar por los aguerridos acordes de la “aplanadora del rock”, que regresa a su merecido sitial de avanzada en las guitarras latinoamericanas.

—Felipe Kraljevich M.

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