Se supone que éste será el último de los tres discos que alcance a publicar James Murphy en cinco años, pero incluso sin ese añadido de dramatismo se entiende el ansia, el sobreanálisis y la atención prioritaria ante su salida. LCD Soundsystem levantó en este lustro una de las reflexiones más interesantes en torno al pop y sus códigos, disectando desde el interior de géneros de apariencia simple (punk, disco, electrónica de baile) la complejidad casi inexpugnable del efecto social de esa música: el esnobismo de sus eruditos, la admiración irreflexiva hacia sus protagonistas, nuestra dificultad en detectar los clichés de la expresión amorosa, por ejemplo. LCD Soundsystem es una máquina musical pensante que prefiere exponer las contradicciones y absurdos de nuestra cultura, antes que pararse frente a ella desde la denuncia y el sermón. ¿Cómo no estar de su lado?
«¿Querías un hit? / Quizás nosotros no hacemos hits / Lo he intentado una y otra vez / pero no me he sentido bien», dicen en "You wanted a hit", una canción autoexplicativa en torno a las exigencias comerciales a cualquier músico: «Querías que fuésemos listos / pero la verdad es que yo no soy listo / No, en serio: nunca lo somos / Fingimos, fingimos todo el tiempo». No es éste un grupo para instrucciones radiales. La duración promedio de estos temas es de siete minutos, y el único single más convencional, "Drunk girls", avanza como un machaqueo eléctrico y sin estribillo en torno a las prácticas de la gente borracha (o algo así).
James Murphy se le da el flujo extendido, el crescendo, con variaciones de pulsos, el rock profundo y sin apuros. La etiqueta de "dance music" le pesa como una carga injusta, pues su música se ajusta a espacios más amplios y diversos que los de la pista de baile. Así como la robótica "One touch" parece un tributo al tecno industrial legado por Europa, "I can change" demuestra la enorme capacidad vocal de Murphy; y "Home" puede elevarse como un canto emotivo y personal. Es música dúctil, inteligente y adulta; que no requiere de rodeos ni adornos para afirmar la valiosa identidad de sus ejecutores, chicos electrónicos que no están para boberías tipo Sensation White.
—Marisol García