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Así era el rock, hijo

En su segunda visita a Chile y ante 25 mil personas, el grupo norteamericano dio una auténtica clase de historia, a través de un paseo por las más tradicionales postales estéticas y sonoras del eterno rock and roll.

26 de Mayo de 2010 | 10:11 |
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Steven Tyler a los 62 años en plena forma física y musical. Es como una permanente versión americana del Mick Jagger de los años '70, de quien por cierto, aprendió muchos de sus trucos.

Andrea Robles

No fue sólo el reencuentro con sus fans tras casi dieciséis años. Tampoco el primer acercamiento con sus seguidoras más nóveles y radiales (ésas que gustan de temas de borde romántico como "What it takes"). Ni siquiera fue el simple último show de una banda planetaria y añosa, a la que siempre es bueno volver a ver sólo por esa condición.

Lo de Aerosmith en Chile, el martes 25 en un gélido Parque O'Higgins, terminó por ser un auténtico paseo por todos los elementos del más tradicional rock and roll, que el grupo logra exhibir con plena vigencia, y no con el perfil museográfico que en otras bandas se lamenta.

Esa cualidad desde luego la explotan en lo musical, pero también en lo estético, donde la lista de recursos es amplia: están los solos cuasi inolvidables de Joe Perry, su verdadero arsenal de guitarras, el casi extinto solo de batería que esta vez revivió Joey Kramer, la adrenalina a flor de piel de Steven Tyler, los cantos a dúo en un mismo micrófono, y el final con Perry tirado arriba de los tambores, mientras Kramer le da baquetazos a las cuerdas (antes el guitarrista se dio el lujo de batirse a duelo contra sí mismo en "Guitar Hero").

Todo un cuadro que en manos de tipos con currículum de monstruos y actitud de semidioses no puede generar otra cosa que una mancomunada ceremonia, cuyas lecturas pueden datar de varios años, pero que en ocasiones como ésta se muestran vigentes y revitalizadas. Los versos son los del eterno hard rock, un terreno en el que las armonías sobresalen en medio de las distorsiones, donde el blues emana por diversos poros, y donde la primera y la segunda guitarra dialogan y se entienden a la perfección.

Puede ser en temas más tradicionalistas como "Love in an elevator", en otros que se acercan a la frontera del pop como "Walk this way", en los de borde dramático como "Dream on", o en alguno un poco más romántico y radial como "Crazy". En todos ellos Aerosmith expone su oficio y su forma, dos cualidades que, a la hora de pujar por la vigencia, dejan al bótox y a las horas de gimnasio de Tyler como un agregado abolutamente secundario.

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