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Ciudad de Bergen abre extraordinaria exposición de violines históricos

En Noruega se celebra el bicentenario del natalicio de Ole Bull, conocido como el "Paganini del Norte", con una muestra que incluye instrumentos de larga vida.

01 de Junio de 2010 | 14:22 | EFE
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Una joya: la violinista Leila Josefowicz con su Guarnieri del Gesú.

El Mercurio

Bergen.- La ciudad noruega de Bergen ha aprovechado el bicentenario del nacimiento de Ole Bull, conocido como el “Paganini del Norte,” para montar en su museo de Arte e Industria una exposición extraordinaria de violines históricos de factura italiana.

El propio Ole Bull (Bergen, 1810-1880) fue un apasionado coleccionista de ese instrumento y llegó a poseer hasta cuarenta violines, entre los que destaca un Guarnieri del Gesú, de 1744, propiedad de la fundación Chi Miei, de Taiwán, que lo ha prestado para esta ocasión.

La exposición está patrocinada por la institución Dextra Musica, subsidiaria del banco DnB/Nor, que tiene entre sus objetivos invertir en instrumentos de cuerda para prestarlos a los músicos noruegos, entre quienes destaca el virtuoso Henning Kraggerud.

La muestra, que puede visitarse hasta el próximo 9 de junio, incluye ejemplares de Guarnieri del Gesù, Antonio Stradivari, Gaspar da Saló, Carlo Bergonzi, Alessandro y Gennaro Gagliano, Francesco Rugeri, Jean-Baptiste Vuillaume y otros famosos fabricantes.

En sus giras por el mundo, Bull aprovechaba para intentar localizar instrumentos que ya entonces se consideraban obras de arte y tenían un gran valor para los coleccionistas, y él mismo llegó a comprar algunos como inversión.

La mayor parte de su vida, el virtuoso noruego tocó violines fabricados por Nicolà Amati, Gaspar da Salò y Giuseppe Guarneri del Gesù, aunque también tenía otros de Antonio Stradivari, Antonio Mariani o Giovanni Paolo Maggini.

Harald Herresthal, biógrafo y experto en su obra, explicó que Bull seleccionaba los violines según el repertorio y el tamaño del auditorio en el que iba a actuar. Al principio de su carrera prefirió los fabricados por Nicoló Amati, por la claridad y pureza del sonido, pero luego descubrió que los Guarnieri se adaptaban mejor a salas mayores y producían un mayor impacto en el público cuando tocaba con una orquesta.

Tras haber actuado en Estados Unidos ante audiencias de casi cinco mil personas, Bull se planteó si sería posible construir violines de sonido todavía más potente que los Guarnieri y bajo la supervisión de su amigo Jean-Baptiste Vuillaume, de París, fabricó incluso su propio violín.

Durante una estancia artística en Moscú, en 1839, compró un nuevo Guarnieri de Gesú, de 1734, como inversión, ejemplar que se conserva en la casa museo de la isla noruega de Lysoen. Aunque tuvo también varios Stradivarius, a Bull no le gustaba tocar con ellos.

A mediados de los sesenta adquirió otro Gaspar da Salò, muy apropiado para tocar en grandes salas, y ése y un Amati, de 1734, fueron sus modelos favoritos durante su larga carrera de intérprete.

Algunos de esos instrumentos pueden verse ahora en la exposición de Dextra Musica, institución que comenzó su excepcional colección con la adquisición en 2006 del llamado “Kreisler,” de Carlo Bergonzi, fabricante de Cremona al que se cree discípulo de Guarnieri y Antonio Stradivari.

Ese violín, de 1735, se conoce por ese nombre porque el famoso violinista austríaco Fritz Kreisler (1876-1962) lo adoptó como su violín de concierto tras deshacerse de su Guarneri del Gesú. Es un instrumento que tiene una interesante historia, pues otro de sus propietarios fue el violinista cubano Ángel Reyes y después de Kreisler pasó a manos de Rubén González, primer violín de la Sinfónica de Chicago.

Dextra Musica tiene en su colección todos los miembros de la familia del violín de distintos siglos a partir del XVI, con especial presencia de los fabricantes italianos del siglo XVIII. El violín, instrumento derivado del rabab, que los árabes llevaron a España y que desde allí pasó a Italia cuando Fernando de Aragón fue coronado rey de Nápoles, es tal vez el instrumento que mejor aguanta el paso del tiempo sin perder nada de su potencia hasta el punto de que los más antiguos todavía pueden tocarse.

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