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Con el gran chelista Jan Vogler, Festival de Dresde aspira a un gran lugar en Europa

Encuentros musicales de Salzburgo o Lucerna tienen gran prestigio en el viejo mundo. Esta ciudad alemana pretende lograr el desafío pretende en un lapso de tres años.

06 de Junio de 2010 | 13:48 | EFE
DRESDE.- Con el premiado violonchelista alemán Jan Vogler como director artístico, el Festival de Dresde aspira a convertirse de aquí al 2013, a más tardar, en cita anual obligada para los aficionados a la música clásica, como pueden ser actualmente Salzburgo o Lucerna.

Vogler lleva dos años al frente de ese festival, pero, como explica a EFE, tiene ya una experiencia de varios años como fundador de otro: el vecino de Moritzburg, acaso el más importante festival de música de cámara de Alemania.

El virtuoso alemán lo inició en 1993 tras inspirarse en el de Rudolf Serkin en Vermont (EEUU) y este año se celebra del 6 al 21 de agosto con un programa que incluye composiciones de Schumann, Brahms o Mendelssohn, pero también de Bruckner y el primer Schönberg.

El concierto inaugural incluye un concierto para violonchelo de Schumann, interpretado por el propio Vogel, además de la Sinfonía "Eroica” de Beethoven, todo ello dirigido por la joven mexicana Alondra de la Parra, que con 29 años va camino de convertirse en una estrella de la dirección musical.

El festival de Moritzburg - a 13 kilómetros de Dresde- se celebra además en un bellísimo marco: el pabellón de caza de los príncipes de Sajonia, un edificio barroco en medio de un parque y rodeado de lagos.

"En Moritzburg aprendí cómo se organiza un festival, algo que me ha sido muy útil luego en el de Dresde, explica Vogler, que insiste en el carácter detallista del programa, “con el intérprete más adecuado para cada pieza.” Allí se ha creado también una academia para músicos jóvenes, que concede todos los años becas a estudiantes que pueden tocar música de cámara y asistir de paso a los conciertos de los profesionales.

El festival de Dresde de este año ha estado dedicado a Rusia, y junto al alemán es el ruso el idioma que más se escucha estos días por la calle de esta ciudad de palacios barrocos y museos, cruelmente bombardeada por la aviación alemana en la Segunda Guerra Mundial y que se enorgullece de la reconstrucción de sus joyas arquitectónicas, entre ellas la Frauenkirche, una iglesia entonces reducida a escombros.

Como explica Jan Vogler, Dresde es una ciudad que después de la guerra estuvo sometida a una fuerte influencia política y cultural de Rusia: el ex presidente y hoy primer ministro ruso Vladimir Putin pasó aquí casi diez años como jefe del KGB.

Y durante los largos años de guerra fría, los habitantes de Dresde estuvieron impregnados de cultura rusa: tanto de su literatura clásica como de la música de sus grandes compositores. Tras el éxito de la pasada edición del festival, dedicada al Nuevo Mundo - a los músicos que emigraron a Norteamérica y los compositores de aquel continente- Vogel quiso repetir la experiencia temática este año con Rusia, y ha sido todo un éxito, según explica.

Aquí han podido escucharse obras de Strawinsky, Rimski-Korsakov, Borodin, Schostakovich, Tchaikovsky o Prokofiev, junto a otras de Bach, Smetana, Ravel, Brahms, J.S.Bach, Schumann y Wagner. Y han venido invitadas orquestas como la del Bolshoi, dirigida por Vassily Sinaisky, con la ópera “Jolanthe,” de Tchaikovsky, la del teatro Mariinsky, dirigida por Valery Gergiev o la Sinfónica de la WDR, que tiene también a un ruso, Semyon Bychkov, al frente.

Esta última orquesta interpretó, con el director del festival como solista, el concierto para violonchelo del compositor armenio Tigran Masurian, cuyo estreno mundial, con el propio Vogler, tuvo lugar durante la Trienal de este año en Colonia (Alemania).

Vogler no cree que su labor organizativa como director de los festivales de Dresde y de Moritzburg vaya a perjudicar en lo más mínimo su carrera de solista internacional y recuerda que algunos de sus predecesores como Rostropovich o Pau Casals desarrollaron distintas actividades: este último, por ejemplo, fundó una orquesta y fue muy activo políticamente.

"El intérprete es como un mediador entre el compositor y cuando uno dirige un festival, también hace de intérprete. Además ello me ofrece la oportunidad de escuchar a mis colegas, y todo ello me inspira,” dice Vogler.

Preguntado por las dificultades que encuentra muchas veces el público con buena parte de la música de vanguardia, Vogler recuerda que Rostropovich estrenó o dirigió 150 obras nuevas en su larguísima carrera, y de ellas sólo habrán quedado muy pocas.

"Desde el 2000 yo he estrenado cuatro -de Mansurian, Jörg Widman, Udo Zimmermann y John Harrison-, todas ellas me gustan muchísimo, pero será el tiempo el que finalmente decida,” explica.
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