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Mística

11 de Junio de 2010 | 18:32 |
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Roberto Lecaros podrá ser el primer jazzista de la familia de músicos chilenos y el versátil instrumentista que de hecho es con el piano, el violín, la tuba, el contrabajo y la corneta. Podrá ser también uno de los más respetados y hasta temidos maestros de música y podrá ser un protagonista permanente de la historia del jazz chileno por cincuenta años. Pero en las canciones que escribió se descubre algo más que todo ese reconocido palmarés. Es tan simple y tan doméstico que sorprende. En Mística se muestra a un Roberto Lecaros profundamente enamorado.

El bolero “La vela”, que compuso en su época universitaria llegó a ser un himno joven en los años ‘60 entre las cofradías y se cantó en patios de la Universidad de Chile, pero luego llegó incluso a escucharse en la película “Con ardiente paciencia” (1984), dirigida por Antonio Skármeta. Allí Lecaros masculla su tristeza por el abandono de una mujer a la que amaba y entonces él recibe a sus invitados -los recuerdos de ese amor- uno a uno en una cabaña solitaria y fría.

Que sea un bolero no es casual, dado que la serie de composiciones que enlistó en Mística como retrospectiva de su trabajo de autor de música para imagen, para cine y documentales, está basada en ritmos latinoamericanos que se aparean con el sentido jazzístico. Son los lenguajes del swing y el bop encima (o debajo) de la cumbia, el chachachá y la bossa nova, de manera que Lecaros identifica sus creaciones con el concepto “jazz” al costado de cada ritmo escogido, como venían indicadas las canciones en los antiguos long plays.

En todo el repertorio Lecaros se muestra romántico, a veces feliz como en “Flores para ti” (de la película “Lunes 1 domingo 7”, 1968) y a veces triste como en la propia “La vela”. Como pianista aparece al mando de su espectacular quinteto de figuras jóvenes, que tiene en Sebastián Jordán (trompeta) y Agustín Moya (tenor) un doble frente “a la Blue Note”. Entonces ambos despliegan los conocimientos del hard bop que aprendieron del propio Lecaros para los sabores latinos de “Trigal” (del documental “Matilde y Neruda”, 1986), la rítmica “Lunes 1 domingo 7” y la fiesta permanente de "La cumbia de Antonio" (de "Despedida en Berlín", 1985).

Las canciones son simples y el amor ciego y ahí quedan las melodías de Lecaros en los encabezados de cada pieza. Eso que los jazzistas llaman head, es decir los compases que le dan la identidad auditiva a una composición. No hay mayores demostraciones de habilidad más que la que sus músicos, entre quienes está la sección de ritmo con sus hijos Roberto (contrabajo) y Félix (batería), tienen de manera natural. Una canción inolvidable perdura por la simpleza y el eco emocional y entonces el emotivo baión “Mariluz” puede llegar a ser inolvidable en Chile si alguien además de Roberto Lecaros la sigue tocando en el futuro, como el acto de amor con que fue escrita.

—Iñigo Díaz

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