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Something for everybody

18 de Junio de 2010 | 16:03 |
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El grupo está en su derecho, pero es probable que este regreso de Devo no tenga sentido alguno. Something for everybody es su primer disco de estudio en veinte años, y ese tiempo de silencio había sido ocupado por los músicos que le dieron vida a "Whip it" en grabaciones muchísimo más interesantes que las que terminan articulando este álbum de reunión. Teníamos a Gerald Casale en el proyecto de power-pop Jihad Jerry & the Evildoers; a Bob Mothersbaugh a cargo de la asombrosa oficina de producción musical Mutato Muzika; y a su hermano, Mark, envuelto en la composición de preciosas bandas sonoras que en la última década destacaron por sus encargos para el director Wes Anderson e infinidad de videojuegos. Para los nostálgicos, el grupo accedió a presentaciones intermitentes en vivo y a una que otra grabación suelta para compilados o soundtracks. Para chistes, nada mejor que Devo 2.0, el grupo de preadolescentes que se ocupó en remedar a sus mentores en chispeantes covers coordinados por los propios Devo.

Esperar veinte años e interrumpir esas interesantes rutinas creativas para un disco como éste deja al auditor —incluso al fanático— perplejo. La marca identitaria de los de Akron descansa en el aceleramiento de cada tema, pero sin que aquí éste sea sinónimo de energía sino que de aparente descuido y hasta cacofonía. Los sintetizadores ya no son la base incisiva y cruda de antaño, sino un colchón de brillo excesivo, de una sonoridad cercana a la de los jingles publicitarios. La marcha eléctrica de las guitarras aplana un sendero acomodado, como de imitadores-punk.

Los juegos vocales son toscos, sin gracia ni sorpresa. Una banda cuya discografía era un ejemplo de descargas excéntricas pero siempre bien pensadas, parece ahora haber manchado ese trayecto con un trabajo hecho a la rápida y con apenas el maquillaje de su legado. El problema no es tanto el paso del tiempo sino la incapacidad que aquí muestra el conjunto para levantar un álbum bajo un concepto unitario de banda. Hace rato comprendimos que Devo era el tipo de grupo cuyos chistes había que tomarse muy en serio, pero son ellos quienes hoy parecen acomodados en la fanfarronería de una gracia marchita. Jamás pensamos llegar a decir esto alguna vez, pero este disco de Devo nos ha recordado mucho más a The Offspring que a Kraftwerk. Para nadie ésa puede ser una buena noticia.

—Marisol García

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