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Euphoria

Ahora el hijo de Julio sorprende desde el pulsante ritmo del antiguo europop. No porque un productor de alto nivel, sino porque lleva quince años de protagonismo con una capacidad vocal que hace parecer a Paulina Rubio un ruiseñor.

15 de Julio de 2010 | 18:35 |
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Frente al micrófono, el hijo de Julio ya había sido un joven atribulado por el amor no correspondido, luego un seductor intimidante, y hoy, a quince años de su debut, le toca actuar de juerguista animoso. Ante nuestros oídos se presenta ahora el maestro de ceremonias de una fiesta cacofónica a la que no faltarán fans incondicionales dispuestas a bailar hasta desfallecer. Euphoria es un disco, sí, dance, y se aprovecha de todas esas secuencias europop que ya eran vulgares hace diez años (no es casual que el álbum lleve el título de uno de los mayores éxitos del holandés DJ Tiësto) para dar la impresión de que Enrique nos canta con entusiasmo inagotable desde el cubo más elevado de una discoteca de pretensiones globales.

El paseo planetario no es sólo rítmico sino, también, vocal: "One day at a time" apoya el pulso electrónico sobre una cadencia jamaiquina con cantante afroamericano invitado (Akon), "Cuando me enamoro" se vale de la buen disposición de Juan Luis Guerra para levantar algo cercano a una bachata-pop, y "No me digas que no" quiere hacernos pasar balada por hip-hop con la complicidad de Wisin & Yandel, próceres del reggaetón portorriqueño. Es evidente que los productores de Iglesias han abordado este disco bajo dos premisas: 1) la limitada capacidad vocal de su cliente exige la presencia de cantantes de fuste (y no poco auto-tune para distraer su ya agotado interés interpretativo; y 2) el mundo integrado post-"Waka-waka" no puede mirar sólo al ombligo de Miami, sino prestarle atención a lo suena en torno a la línea del Ecuador o más al sur.


Enrique es ya un hombre adulto (35 años) y cierta melancolía (como la de "Dile que" o "Ayer", dos melodías que podrían estar en el próximo disco de Beto Cuevas, con todo respeto) no le vendrá mal a sus cansadas fans con hijos. En fin, la casi hora de duración del álbum asegura que existe una cuota de interés para oídos diversos: latinos y estadounidenses (éste es el primer álbum de Iglesias en balanceado bilingüe), románticos y desatados, crecidos e imberbes, actuales y retro (ahí está la cita a Lionel Ritchie de "I like it"). Los únicos auditores excluidos, son de nuevo, los exigentes, que tienen todo el derecho a asombrarse con la larga duración del reinado de un hombre que hace parecer a Paulina Rubio un ruiseñor.

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