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20Ten

31 de Julio de 2010 | 04:55 |
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No puede quitársele a Prince su condición de símbolo de la música bien ejecutada, pero el tiempo lo ha convertido, también, en un perfecto ejemplo de cómo una estrella puede enredar su carrera con rigideces y decisiones excéntricas. Su nuevo disco es el trabajo más amable con el oyente que el de Minneapolis ha editado en casi quince años, pero no alcanza para probar su sensatez pop.

De partida, es probable que el disco nunca llegue a venderse en tiendas ni sitios de descarga legal, pues hasta ahora sólo se ha puesto a disposición de los compradores de un par de diarios europeos. Su distribución ha quedado así liberada al ingenio de los defensores de la distribución gratuita en sitios no oficiales, que son los mismos que Prince asocia hace años con una nueva reeencarnación del Mal (no le gusta ni YouTube, y hasta cerró su sitio web). Temas como "Compassion" y "Act of God" tienen tanto potencial radial como sus viejos hits de los años '80, pero ¿qué tan disponible estarán para estaciones chilenas? ¿Cómo dar con ellos desde el hemisferio Sur si no es a través de un computador?

Prince habla y actúa desde el planeta paralelo que habitan los escasos músicos megamillonarios que no dependen de la venta de su trabajo ni parecen interesados en mantenerse al día con las prácticas cotidianas de su audiencia. 20Ten es un buen disco, pero ajeno por completo a la moda y las nuevas posibilidades de la electrónica; anclado en la misma mezcla de funk, soul y pop que nutrió su discografía más conocida —recordemos que el autor mantiene una serie de publicaciones "alternativas" vinculadas al jazz instrumental y extrañas bandas sonoras, sin preocupación alguna por la síntesis— y que agita el oído en llamados directos al baile y el goce que logran ser efectivamente adherentes.

Desde Emancipation (1996), el disco que lo divorció de Warner, Prince parecía estar haciendo todo lo posible por dejar de ser masivo. Quizás qué misteriosa motivación lo ha devuelto ahora a un sonido pop convencional, que sostiene estas nuevas canciones en arreglos sobrios, en un canto ajustado a la estructura de estribillos y estrofas y en baladas nada empalagosas (“Walk in sand”, “Future soul song”). Un tema como “Everybody loves me” es casi caricaturesco en su simpatía: se luce aquí un Prince ansioso por agradar, llevándonos a bailar bajo la dudosa afirmación de que «esta noche, amo a todos / y todos me aman». Ni Hanna Montana se permite ser tan ingenua.

—Marisol García

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