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La máquina blanda

Un invierno tipo europeo para una música tipo europea. El baterista Peter Erskine, famoso por sus agresivos despliegues en su época con Weather Report, demostró que no todo tiempo pasado fue mejor. De hecho éste es mejor.

02 de Agosto de 2010 | 18:06 |
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A los 55 años, Peter Erskine cambió la opinión del auditorio prácticamente por completo. ''Antes tocaba la batería como si mi vida dependiera de ello'', dijo. Ahora es todo lo contrario.

El Mercurio

El primer error de apreciación musical siempre está en el prejuicio y con un músico como Peter Erskine ese prejuicio es tan terminante que siempre nos conducirá a un error. Nadie que no haya escuchado jazz por mucho tiempo podrá omitir el hecho de la militancia de este baterista en un grupo de alcance histórico y mundial como Weather Report. El tema es que entonces Erskine tenía 23 años y lo que mostró ahora que tiene 55 es diametralmente opuesto.

No parece un músico americano en su despliegue, aunque sí en su apariencia bonachona siempre con camisa de manga corta aunque hubiera tres grados sobre el cero allá afuera (aquí adentro algo más). Peter Erskine parece un baterista de la línea europea y en riguroso método del sello ECM. Una de las composiciones que presenta, de hecho, está relacionada con esa discográfica alemana que redefinió al otro lado del oceáno un jazz dominado por los explosivos músicos de Impulse, Blue Note o Verve.

La música que no hace ruido

Eskine toca menos que lo justo y necesario, y eso es, de hecho, mucho mejor. Un ataque de redoble sin pirotecnias, tresillos y toques de espléndida simpleza acompañan su avance. Apenas se sienten las plumas sobre los platillos para marcar un pulso tácito sobre el desarrollo pianístico de Vardan Ovsepian, un músico a todas luces instruido en los repertorios clásicos. Su toque no es elegante: es celestial.

Y la economía de recursos que intercambian de un lado al otro en el escenario Erskine y Ovsepian nos sugiere de momento la idea de la “música callada”, establecida por el compositor catalán Frederic Mompou. Entonces la arquitectura armónica comienza a reducirse cada vez más y sólo se detiene cuando no le es posible sustraer un elemento más, puesto que de esa manera se derrumbaría.

Está allí para encadenar ese trabajo bipartito y esencial el bajista Damien Erskine y curiosamente, a pesar de que la música pedía la nobleza del contrabajo, sus seis cuerdas no se entrometen con arremetidas de virtuosismo exagerado. El sobrino de Peter Erskine mantiene su posición ubicado en medio de los dos maestros de este trío como un engranaje más de la maquinaria.

Si cuando era un joven jazzista Erskine tocaba la batería de la manera furiosa en que la tocaba, ahora es todo lo contrario. Si la máquina era severa, ahora es una máquina blanda. Pero igual de aplastante.

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