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Aphrodite

03 de Agosto de 2010 | 11:48 |
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Sabemos perfectamente qué vamos a encontrar en un disco de Kylie Minogue y, a 22 años de su debut, esa predictibilidad se ha convertido en el principal lastre con el que debe cargar la carrera de una diva pop que eligió saltarse la obligación de reinvención o búsqueda que en el camino salvaron la vigencia de contemporáneas suyas. Es el derecho de la australiana seguir haciendo pop bailable, y concentrar siempre en dos o tres singles de total efectividad radial la gracia de su voz y el buen ojo de su equipo de productores (que, en este disco, llega a ¡diecisiete! nombres; entre ellos, Stuart Price, ex asesor de Madonna). El resto es relleno, buenos videos y fotos impecables; y para qué arreglar lo que aún no está roto, dirá ella, a la luz de sus aún sanas cifras de venta.

A nosotros, en realidad, ya nos está aburriendo Kylie y esas secuencias electrónicas robadas de discos de Scissor Sisters ("Better than today"), Goldfrapp ("Closer") y Nelly Furtado ("Aphrodite"). No hay dudas sobre su alto potencial bailable y su fortaleza melódica (el mejor tema, "All the lovers", termina tararéandose a la segunda pasada), pero no son éstos más que un loop de los seis álbumes previos desde que la cantante descubrió la electrónica.

Éste es, precisamente, el tipo de discos para el que pueden asumirse lecturas por completo contrapuestas. Los fans dirán que Kylie sigue siendo eficaz como estrella radiable, respetuosa de los códigos del mejor pop para discotecas («Bailar es todo lo que quiero hacer», es el primer verso del disco) y honesta en no querer vendernos vanguardia cuando lo suyo es la evasión. Uno, más escéptico, puede también cuestionar si acaso esa secuencia electrónica en banda en la que se han convertido sus canciones no terminará por robotizar también a su intérprete.

—Marisol García

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