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A son de Guerra

06 de Agosto de 2010 | 17:02 |
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Hace ya 20 años, en los lejanos tiempos de Bachata rosa, Juan Luis Guerra apareció en el mapa latinoamericano con características de fenómeno. Por entonces, ni la mejor balada de Chayanne podía igualar el efecto de "Burbujas de amor", y ninguna discoteca de moda podía permitirse el lujo de omitir "La biliburrina" de su lista de canciones.

Quién sabe si esa bienvenida a la popularidad —desde un lugar que, a fin de cuentas, no es muy distinto del que hoy ocupa el reggaetón— determinó el devenir del dominicano y sus 4.40 desde lo reactivo, configurando una onda expansiva que llegó mucho más allá de la bachata y el merengue de cuna con que hasta hoy preferentemente se lo asocia (incluso con el apelativo de "rey"). Los premios Grammy apilados en su estantería, sin dudas hicieron el resto del trabajo.

Ése es el perfil que el cantautor optó por cultivar en los últimos veinte años, y que vuelve a lucir en A son de Guerra, un disco que deja su espíritu tropical en una cierta zona de trasfondo, a la que nunca llega de forma definitiva en parte por esa inconfundible voz, que puede transformar en "guerriana" a cualquier canción latina media —y a la que se suma la predisposición al goce que el dominicano genera en sus auditores, haga lo que haga—.

Así, Guerra exhibe sus legítimas inquietudes —artísticas y mercantiles— en este trabajo, aunque en niveles que se acercan a la dispersión. Es el rey de los matrimonios, en temas tan movedizos como "No aparecen" y "Cayo Arena", pero también es una suerte de musicólogo latino, en "Son al Rey" y "Lola's Mambo" (los solos títulos ya dicen de qué ritmos se trata). Por cierto, aparece también el activista estelar que se codea con Miguel Bosé y Juanes, quien lo acompaña en "La calle", un tema con esa agotadora guitarra reggae del colombiano, cuya letra obviamente incluye términos como "guerra", "paz", "impuesto" y "precio".

No se ve muy vivaz, pero la llama dominicana igualmente persiste en este trabajo, curiosa mezcla de los altos y bajos que han transformado a Juan Luis Guerra en un artista tan tropical como global, y tan discursivo como parrandero. Un paquete que sólo se acepta o se devuelve entero.

—Sebastián Cerda