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Felipe Riveros de colección

13 de Agosto de 2010 | 12:23 |
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“Antes de empezar, yo ya sabía cómo iba a ser, cómo iba a sonar y cómo se iba a ver. La portada eran los cuatro discos sobre un fondo negro”. El pianista chileno Felipe Riveros ha ido de Santiago a Shanghai y de ahí a París antes de regresar a esta capital para salir otra vez al escenario del Bistrot Jazz Club, del que es su director musical. Suele tocar en muchas grandes ciudades del mundo y no sólo edita discos con sistematicidad. A partir de ahora, y por primera vez en el jazz local, Riveros será el protagonista de un box set de discos. Eso se puede explicar también por el hecho de que Riveros “proviene” de la ciudad donde las colecciones están a siempre en todas las disquerías y a la mano: Nueva York.

Allí estudió y tocó el piano. Salió a recorrer los barrios, vivió en el lado oeste de Harlem y en el bohemio barrio del Village, donde están los cafés folk y los clubes de jazz más pequeños y menos conocidos. Y allí grabó tres de los cuatro discos que se incluyen en este magnífico registro (y eso que dejó fuera dos títulos más): Piano songs (2002), Ten easy pieces (2004) y Metropolis (2005). El cuarto de la serie, Santiago (2008), fue grabado en directo en el club capitalino Thelonious, pero sus composiciones ya venían listas desde Nueva York.

A lo largo del recorrido de grabaciones, en los formatos de trío o cuarteto siempre dinámicos, Riveros muestra cada vez su aproximación con la melodía como primer elemento. A partir de allí puede iniciar nuevos viajes sin restricciones en cuanto a tejidos armónicos, con marcadas o pequeñas variaciones, y en cuanto a ritmos, con carreras straight en piezas estructuradas u otras más abstractas. Tiene composiciones dedicadas a personas especiales y fotografías capturadas por otras muy cercanas, pero ante todo es la propia inspiración de un cantautor que expone los pasajes de su vida. Claro que esta vez con un piano y sin letra porque no son canciones aunque los jazzistas las llamen “songs”.

En la carpeta, Riveros sugiere sus recuerdos del sur (“Chilean sea bass”, “Santiago”), recupera standards interesantes (“Lush life”, “Straight no chaser”), expone instantáneas de la gran ciudad (“On Riverside Drive”, “Metropolis”, “El samurai de la calle 53”, “West Village”), hace referencia al cine (“One easy piece”, “Balada para Scorsese”) y dedicatorias personales (“Mr. Petrucciani”, “León, el superhéroe”), aunque como todo narrador en primera persona va a concluir además con la más infalible inspiración (“Trilogy for Jenny”, “Jennifer in Rio”). Caja de discos o breve autobiografía, en este caso viene a ser lo mismo.

—Iñigo Díaz

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