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GIT revivió en Santiago todas las aristas de la nostalgia ochentera

Tras cerca de 15 años de silencio, el trío recreó en buena forma un repertorio imborrable, pero también las más superadas dinámicas de los shows en vivo.

19 de Agosto de 2010 | 00:46 | Por Sebastián Cerda, Emol
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Héctor Flores, El Mercurio

SANTIAGO.- A ojos cerrados, no hay grandes cambios. GIT suena casi como siempre, con ese triángulo básico de guitarra-bajo-batería que no teme a los vacíos, ese sonido que bien importó desde la Gran Bretaña de The Police, esa caja seca y aguda que caracteriza a la percusión de Willy Iturri, y la voz de Alfredo Toth realmente intacta.

"Siempre fuiste mi amor" es el tema que pone fin a más de 15 años lejos de los escenarios chilenos, y su sello es tan patente como emotivo es su efecto. "La calle es su lugar (Ana)" mantiene la tendencia, y ratifica que esta noche tendrá todo lo que el público espera.

GIT está oficialmente de regreso, fiel a su huella. Más allá de un breve segmento acústico y alguna canción ajena a sus viejos repertorios en vivo, no hay espacio para atrevimientos ni relecturas. En un continuo, éxitos como "Acaba de nacer", "Tarado de cumpleaños", "Viento loco" o "El juego comienza", entre otros esenciales del rock latinoamericano, suenan de registro, al margen de algún innecesario truco de Iturri.

A ojos abiertos, en tanto, las diferencias no son muchas más. Pablo Guyot está más canoso y calvo, Iturri más gordo, y Toth apenas un poco más arrugado. Todo lo demás, para más mal que bien, también sigue intacto, como si 20 años de conciertos en vivo jamás hubieran pasado.

Así, Iturri se toma todo el tiempo del mundo para agradecer hasta al vecino, uno de los asistentes entra a escena para compartir una talla interna (un paso de "break dance"), y una madura amiga chilena que no ha parado de bailar en un vistoso costado, se da permiso para tomar el micrófono y opinar que los de arriba del escenario son "grandes músicos".

Antes de la primera despedida (que en todas partes del mundo no es más que la pausa hacia el "bis") el trío ya ha tirado toda la carne a la parrilla. Las luces del escenario se apagan, las de la tribuna se encienden (clásica señal de "pueden retirarse") y el público se confunde mientras corea el nombre del grupo. La amiga chilena es la encargada de aclarar que "ya vienen", que todavía falta, hasta que el trío reaparece para finalizar... con dos repeticiones ("Siempre fuiste mi amor" y "La calle es su lugar").

Para los cerca de 3.500 asistentes que llegaron al Teatro Caupolicán, el saldo tiene que haber sido positivo, pero en líneas generales es evidente la necesidad de pulir el trabajo en vivo. No se trata de que estos tipos pausados y maduros se conviertan en rockstars, ni de que inviertan millones en cierta pantalla o en determinadas luces. Se trata, simplemente, de abrigar con más cuidado un repertorio contundente e imborrable, y un estado interpretativo indesmentible.

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