Ella cantaba en una banda punk, él tocaba con bases electrónicas y encontraron un sonido justo en común entre ambos para unirse en un dúo. Era 2004 en Ontario, Canadá, cuando Alice Glass y Ethan Kath dieron forma a Crystal Castles, el grupo de música electrónica que esta semana llega a Santiago a poner un borde más ruidoso y bailable a la agenda de conciertos internacionales.
Las cosas han avanzado rápido desde entonces para el dúo. Prensaron en varios singles independientes publicados desde 2007 un sonido marcado por la voz de Alice Glass y por las bases programadas de Kath con predominio de sonidos propios de la generación de videojuegos conocidos como 8-bit. Se han embarcado en constantes giras internacionales y han publicado dos discos. Son Crystal Castles (2008) y el recién editado Crystal Castles (2010), también conocido como "Crystal Castles II".
Ese disco ya está en manos de una compañìa disquera tan global como Universal Music, por medio de su trato con el sello inglés Fiction. Y su próxima temporada en vivo es una muestra del nuevo alcance del grupo. En medio de actuaciones agendadas entre Nueva York y Miami y más adelante en Europa, el dúo viene este mes a Sudamérica por primera vez. Pero también es una muestra de que su actitud no parece haber cambiado desde la falta de pretensiones de los primeros días.
-No estoy seguro de si alguien nos conoce por allá -reconoce Ethan Kath con calma apenas recibe esta llamada en su teléfono móvil, en un ruidoso club de alguna ciudad en EE.UU. donde Crystal Castles se disponen a tocar en unos minutos-. Trabajamos duro varios años tocando en las mismas ciudades en Estados Unidos y Europa, pero no hemos ido a otras partes. Así que espero que llegue alguna gente y lo pasen bien.
-¿Es más estimulante no saber?
-Sí: no tenemos idea de cómo va a ser.
-¿Se dan el tiempo para conocer a músicos de los lugares donde van?
-Sí, por supuesto, la gente siempre nos da demos en CDs. Eso es buenísimo.
En la iglesia y el garaje
Crystal Castles van a dar dos shows en Santiago, en la discoteca Blondie y el teatro La Cúpula, donde pondrán en práctica el contraste entre el sonido más melancólico de sus discos y el despliegue de energía de sus actuaciones, con Alice Glass y Ethan Kath reforzados por el baterista Christopher Chartrand.
-Los conciertos son una experiencia comunitaria en la que todos son uno y comparten el mismo sudor y la misma sangre -describe Kath-. En el disco es lo contrario: en los discos uno se siente muy aislado, es una experiencia muy personal, opuesta.
-Ahora vienen con un disco recién publicado. ¿Notas una diferencia entre esa música con la del primero?
-No, siempre he encontrado en las canciones, ya sea en las antiguas y en las nuevas, ese espíritu triste que tienen.
El disco fue grabado en países y locaciones tan distintas como una inglesia en Islandia, unos garajes abandonados en Detroit, EE.UU., y en la propia Ontario, revisa Kath.
-En realidad no escogimos esos lugares. Cuando terminamos la gira ya no teníamos dónde volver, así que nos quedamos en la ciudad donde hicimos los últimos conciertos de la gira. Tocamos en un festival en Islandia y después quedamos libres por tres semanas. Y alguien nos habló de una iglesias, así que llevamos nuestras cosas, las instalamos ahí y grabamos algunas canciones. Luego hicimos otra gira, y la última ciudad fue en Detroit, alguien nos habló de que podíamos grabar en unos garajes que nadie usa. Así que no tiene nada que ver con las ciudades, sólo son los lugares donde hemos estado de gira.
-¿El lugar sí determina un efecto para esas canciones?
-Tal vez la iglesia agregó alco de eco y reverb (reverberación) cuando grabamos, pero no fue algo que planéaramos, fue un accidente.
-En cuanto el sonido, ¿sigue siendo importante para el grupo ese sonido de viejos videojuegos?
-Nunca fue importante. Nunca nos importó el sonido. Para nosotros el asunto es la canción, no el sonido. Se trata del mensaje que hay en la canción.
Ojo negro: Crystal Castles y la violencia de género
Para el grupo la importancia del mensaje se extiende desde las canciones también a las figuras estampadas en sus poleras. De hecho en el sitio oficial del dúo la oferta de t-shirts aparece más destacada que la de los discos.
-Cuando era joven, si me gustaba un grupo trataba de conseguir una polera de esa banda y significaba mucho para mí -recuerda Kath-. Si tenía una polera de New Order era más importante que ninguna otra.
Entre los motivos de esos estampados llama la atención uno llamado "black eye", sobre una representación de la cantante Madonna con un ojo en tinta que el grupo usó sin permiso, lo que motivó una polémica con el artista inglés Trevor Brown, autor de la obra original.
-Esa imagen es violenta además. ¿Qué reacción han tenido al respecto?
-La gente siempre la malentiende. Algunas personas piensa que es humillante para las mujeres, ¿no? Pero yo pienso que ésa es una mujer que se enfrenta erguida y desafiante frente a la violencia, como diciendo que no hay nada que la vaya a derrotar. Lo que veo es una mujer a la que no puedes derribar. Creo que es una polera poderosa.
-Ése es un tema severo acá en Chile, el de sujetos que golpean a mujeres.
-Yeah. Espero que esto sea considerado como un símbolo de nuestra preocupación por ese tema. A la gente le gusta torcer cada cosa que hacemos, la gente nos quieres como los tipos malos. Pero todo lo que hacemos viene del corazón, de intentar ser honestos.
-¿El malentendido incluye también que la gente piense que la mujer de esa foto es Madonna?
-Hay muchas interpretaciones. Algunos piensan que somos nosotros, algunos ven a otras personas. Algunos ven a Madonna.
-¿Y tú a quien ves?
-Yo personalmente veo a Madonna.