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Saldo a favor

Aunque contó con momentos bajos, la tercera visita del grupo norteamericano logró renovar su romance con el público chileno, gracias a un grueso puñado de éxitos que, a pesar de los años, siguen rentando como pocos.

02 de Octubre de 2010 | 10:15 |
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A 20 años de su primera visita a Chile, el grupo volvió a llenar el Estadio Nacional, ahora con una audiencia absolutamente transgeneracional.

El Mercurio

Tres décadas son las que ha visto pasar Bon Jovi en su historia. 30 años en los que su fama ha variado, pero rara vez ha decaído. Entre el hair metal de los 80, los singles románticos de los 90, y el soft rock de los 2000, el grupo se las arregló para ubicar siempre sus giras entre las más lucrativas del orbe, e integrando nuevas manadas de seguidores a su nutrido cartel de fans.

En 2010, la banda norteamericana es el perfecto resumen de esa historia, y eso es lo que se vio este viernes 1 de octubre en su tercera visita a Chile. A 20 años de la primera, el grupo volvió a llenar el Estadio Nacional, ahora con una audiencia absolutamente transgeneracional, integrada tanto por maduras fans y ex melenudos, como por chillonas adolescentes.

A todos ellos el conjunto buscó satisfacer, en un recorrido que los llevó por caminos pavimentados, pero también por ripiosos desvíos. Símbolo de lo primero fueron temas como "Born to be my baby" y "I'll be there for you", en que el cuarteto que completan Tico Torres, David Bryan y el infalible Richie Sambora, volvió a lucir las armonías vocales que lo caracterizaron en los 80, además de esos coros plagados de extendidos "oh", "yeah" y "la", que caen parados ante cualquier multitud.

Canciones como "Who says you can't go home" y "Lost highway", en tanto, recogen la otra tradición de Bon Jovi, ésa de reminiscencias country, de "carretera en Arizona", y que menor respuesta encontró en el público local. Sin embargo, el torpe y extendido desacierto de "Bad Medicine" (toscamente mezclada con "Pretty Woman" y "Shout") las salvó de transformarse en el momento más bajo de la noche.

Pero en la cuenta final ésos no fueron más que lunares, gracias al arrollador y cuasi imperecedero efecto de temas tan diversos como "It's my life", "Always", "In these arms" y, sobre todo, "Wanted dead or alive" y "Livin' on a prayer", que dieron pie a la euforia y la comunión con el público. Al final, el justo premio para quienes supieron cultivar como pocos el "hit", y que hoy viven de los intereses que éstos les reportan. Un saldo cuantioso que, según lo visto por tercera vez en Chile, no tiene para cuándo agotarse.