EMOLTV

"Hacer dinero es la ideología del arte actual"

La actriz y cantante alemana, famosa por sus interpretaciones para las canciones de Kurt Weill y el repertorio de Marlene Dietrich y Edith Piaf, debuta en Chile el 6 de octubre, invitada por la Fundación Beethoven. Aquí recreamos una entrevista que dio a El Mercurio en 1996.

05 de Octubre de 2010 | 09:54 |

Bendita y maldita. Lo primero porque figura y voz evocando el pasado y proyectándolo hacen de ella una de las artistas sacralizadas de la escena teatral y musical europea contemporánea: ecléctica, refinada. Y maldita debido a que hay tinieblas en su voz y sus temas hacen recrudecer ambientes sociales que estremecen al mundo con su sola mención.

Así ha vivido Ute Lemper (n. 1963, Munster), la cantante que trae para estos años la música de Kurt Weill, de Edith Piaf y los temas que enardecieron a los clientes de algún ahumado cabaret alemán. Una creadora que, aunque solicitada por el cine y el mundo de los musicales, proyecta mejor su vida artística como Salomé o Lulú, dos personajes nuevamente malditos, estigmatizados por la decadencia.

Bendita y maldita también, porque su figura y su voz de inmediato llaman la atención: una mezcla genética de Greta Garbo y Marlene Dietrich que le ha servido para recorrer el mundo y alcanzar el éxito, y que la proyecta como reencarnación de estas mujeres para las generaciones finiseculares. Un asunto que, además, funciona como marca bastarda, ya que por eso le costó un tanto sacar adelante su propio ser artístico.

Es una mujer polifacética Ute Lemper, una especie de preparación postmoderna, reactiva, capaz de tomar en sus manos oscura música de raigambre bélico-teatral y convertirla en gran espectáculo. Es así como ella explota esa facilidad suya para reciclar la intimidad y ponerla o en surcos o arriba del escenario.

Vientos de guerra

-Las canciones que usted hace suelen tener mucho de nostalgia y algunas son, digámoslo, bastante tenebrosas. ¿Tiene que ver eso con usted misma o es algo que se ha dado?
-¡Piufff! Bueno, el estilo de mi repertorio musical contempla historias muy humanas, de búsqueda, redención y muerte. Como es obvio, la tristeza, el blues, la ferocidad y la fuerza que habita en estas canciones contemplan un sentimiento de tortura. Este tipo de temas significa mucho para mí: me comprometen y me interesa interpretarlos. En cambio no sucede así con la música que es puro divertimento.

-Usted ha dedicado parte importante de su tiempo como artista a recuperar un repertorio alemán que nació en otro tiempo. ¿Existe hoy, como entonces sí ocurría, una canción alemana?
-Creo que, aparte de la música clásica alemana, hoy en día no existe nada muy interesante allí. Por ejemplo, el pop es algo del gusto de todos y, al igual que en otras partes, está influenciado por Estados Unidos. Creo que luego de todos estos años de mucha intensidad, posteriores a la caída del muro, muchas cosas han cambiado para bien, pero la gente de un lado y otro aún se suele confundir... aunque los pueblos se vuelven a reencontrar, todavía está presente la hostilidad. Son problemas propios de la desintegración, de la separación. Quizás en el próximo siglo las personas de Alemania puedan rescatar los momentos que viven hoy y sólo entonces podrán dominarlos. Es que el sentido turístico le ganó al arte en esa nación''.

-¿Se siente alemana en el corazón?
-Naturalmente, soy alemana, y como es mi lengua madre, todavía canto y sueño en alemán. Pero tengo una relación muy distante con ese país. Tengo muchas críticas sobre los cantantes y artistas alemanes, y obviamente muchas personas de allá me critican duramente. Pero lo que más me molesta de ellos es la falta de humor. Sus vidas están demasiado programadas. Yo, en cambio, soy más libre y por eso es que hace algunos años decidí no volver a vivir en Alemania. Tampoco me gustaría que mi hijo Max se criara allí. Berlín, en cambio, es diferente, es más loco, exótico y existe más humor. Por mi parte, me siento mucho más confortable viviendo en Francia o paseando por otros países de Europa, como España e Italia, sobre todo por su hospitalidad, cariño y gracia. Puede que los franceses sean brutos, pero su calidez de vida y personalidad es algo inalcanzable para los alemanes.

-En su carrera son habituales Kurt Weill, Cabaret, El Angel Azul... Es música y teatro que tienen relación con la guerra y el pensamiento social de un tiempo bien definido. ¿Cuál es el mensaje de esos años, a través de la música, para nuestro tiempo?
-La música, hasta los comienzos de la Segunda Guerra Mundial, era la de una época de caos. Y si bien la temática musical no trataba siempre de la guerra y la destrucción, había mucho de conciencia nacionalista, de racismo y de odio. Ese mensaje era tan fuerte que a veces había que disfrazarlo. Los compositores y cantantes eran personas de espíritus libres que no estaban dispuestos a aceptar los dogmas así como así. Y como los problemas de esta misma índole continúan hasta el día de hoy, creo que en la actualidad la música y las canciones no han perdido tampoco ese atractivo tan propio de los años '20.

-Teniendo en cuenta eso, ¿piensa que el arte puede desentenderse de la ideología?
-Creo que es posible que exista arte sin política. Por mi parte, yo interpreto música muy política. Y es que el arte implica siempre ideas, y éstas pueden convertirse en ideologías o generarlas. Pero sostengo que, al menos teóricamente, arte y política pueden estar separados.

-¿Cuál es la principal ideología que alimenta el arte de hoy?
-En la actualidad, el arte sólo tiene una sola regla o ideología: hacer dinero. Está hecho para cumplir con las expectativas de un público cada vez más masivo. Sin embargo, esta forma de arte es, obviamente, la menos política de todas, precisamente porque su única intención es provocar placer a la mayoría. Esto se ve en la TV, en la literatura o en cualquier soporte de comunicación masiva. Y basta con que los temas se vuelquen sobre asuntos como la miseria, la maldad o la injustica para que se hagan más interesantes, más lúcidos y comprometidos, pero no por eso más políticos.

-La Industria de los Musicales Andrew Lloyd-Weber la escogió para encarnar a Norma Desmond en Sunset Boulevard, pero eso no pudo ser por un problema en sus cuerdas vocales. ¿Le interesaría hacerlo ahora? ¿Cómo se proyecta ahora respecto de su trabajo?
-En honor a la verdad, lo que hoy más me gusta es preparar y confeccionar mis propias obras, mis propios shows teatrales y conciertos. Me gusta trabajar con mi equipo técnico de toda la vida, ya que todos mis métodos y objetivos de creación están basados en mis propios conceptos. De esta forma me siento una artista más libre, mucho más creativa y puedo hacer con mi cuerpo y con mi voz lo que siento como verdadero arte o música.

-¿Eso quiere decir que nunca más hará comedias musicales?
-No. Si es que vinieran a mí con nuevos y no tan nuevos proyectos, como sucedió hace algún tiempo con Peter Pan, El Angel Azul o Cabaret, creo que igual lo aceptaría. Pero nunca por más de un año, ya que al final todo se transforma en un elemento industrial, o mejor dicho en un asunto de maquinaria que repite las mismas voces y cuerpos... Todo eso es demasiado cansador.

-El barítono Leo Nucci, en una entrevista realizada el año pasado, dijo que Cats era, a su juicio, la mejor ópera contemporánea. ¿De verdad dijo eso?
-Bueno, yo no concuerdo. Creo que Cats resume una actitud de la música contemporánea. Es muy divertida y contempla mucho de música electrónica. Fue un éxito de taquilla sin precedentes y lo sé a cabalidad porque interpreté dicha obra 300 veces. Eso fue hace más o menos diez años, pero tengo que admitir que quedé físicamente extenuada y hasta enferma de "Cats". En todo caso, nunca llegaría a decir que es una ópera, y tampoco escogería la palabra contemporánea para definirla. Ciertamente, esa música no me llega al corazón.

-¿Hay algún personaje del mundo de la ópera que quisiera interpretar?
-La ópera se me he cruzado en varias ocasiones, pero me siento más parte del teatro. En el sentido clásico, la ópera es canción lírica y yo pertenezco a las canciones dramatizadas. Es otra forma de utilizar la voz y otro sentido de expresión. Sin embargo, siempre me he sentido atraída por personajes como Salomé o Lulú. Es un asunto de opción, pero siento que en la vida las cosas pasan más por el teatro o el cine que por la ópera. Por lo mismo, creo que nunca estaré en el equipo de lo que significa e implica el mundo operático... Además, paso tan ocupada en conciertos y shows nocturnos que simplemente no podría ajustarme a las exigencias de la ópera. Sucede también que de alguna forma u otra siempre pretendo involucrar a mi familia con el arte, pero no tanto como para que ésta pase a un segundo lugar. Actualmente estoy muy contenta con cómo me han salido las cosas, y si estoy contenta soy también una madre feliz, y si soy una madre feliz puedo hacerlo todo mucho mejor.

-Usted nombró recién a personajes de ópera como Salomé (Richard Strauss) y Lulú (Berg), y ambos nacen de obras de teatro (de Wilde y Wedekind, respectivamente). ¿Hay alguna posibilidad, entonces, de ver a Ute Lemper interpretando a alguna de estas mujeres en el teatro?
-Me encantaría. De hecho, tal vez el próximo verano esté encarnando a una de ellas, aunque todavía no pasa de ser un proyecto... En todo caso, pienso que una película sobre Salomé o Lulú sería lo más indicado.

Marlene Dietrich al teléfono

-Lotte Lenya, Marlene Dietrich, Greta Garbo, Edith Piaf. Son nombres que ya son leyenda y que de algún modo se relacionan con usted. ¿Siente haber logrado sacudirse de ellos?
-Estoy segura de que quien haya visto algunas de mis fotos, inevitablemente tenderá a la comparación. Pero a fin de cuentas, en el escenario, una vez con mis propios talentos y fantasmas me doy cuenta de lo diferentes que somos unas de otras. Tampoco me importa ni pienso demasiado en el punto.

-En los momentos en que París la comparaba con Marlene Dietrich usted tuvo la posibilidad de conocerla y conversar con ella.
-Eso ocurrió en el año 88 u 89. En aquel entonces yo estaba en Francia interpretando el musical "Cabaret". Por ahí pasó Marlene Dietrich y al leer los diarios locales se dio cuenta de que muchos me comparaban con ella. Yo tenía entonces unos 25 años y lo cierto es que me sentía más avergonzada que elogiada. Por eso fue que decidí enviar una carta a la prensa donde explicaba que los paralelos entre mi persona y Marlene eran, por lo menos, exagerados. Marlene leyó esta carta y le cayó muy en gracia. Entonces fue que, aún no sé cómo, consiguió mi número telefónico y me llamó. Así fue que un día levanté el teléfono y allí estaba esa mujer que decía ser la Dietrich. Al comienzo pensé que se trataba de una broma, pero luego conversamos largamente, más de dos horas, acerca de nuestras canciones. Y así estuvimos alabándonos todo el tiempo. Su voz era la misma que cuando joven, pero se notaba cierta tristeza al tocar temas álgidos como el nazismo. Fue en esa conversación cuando me contó sobre la propuesta de Maximillian Schell para filmar una película sobre su vida, y que se negó a reinterpretar sus roles porque se se sentía muy vieja. Después de esta conversación nos escribimos unas pocas veces y al final no supe más de ella.

-¿Cómo se llevan Ute Lemper y el cine?
-Bien, pero con calma. He aparecido en varias películas francesas y en shows de TV por canales británicos. En todo caso, no me gusta participar en más dos películas al año. Próximamente, en el otoño, o más bien en octubre, apenas haya nacido mi segundo bebé, estaré filmando una película en Berlín, también de origen francés. Es poco lo que puedo opinar acerca de la industria cinematográfica por cuanto no soy una estrella de cine; sin embargo, si hay algo que detesto es lo largo y aplastante del proceso de rodaje. Hay mucho tiempo perdido y la espera a veces se hace insoportable, debido al poco orden cronológico del trabajo. En ningún caso el cine es como las experiencias teatrales, donde los ensayos te someten a una labor dura pero tremendamente pasional. Pero no me mal interprete: me encanta el cine, veo muchas películas e ir al cine me provoca verdadera excitación. Creo también que es un medio sumamente importante, debido a su masividad y grado de compromiso con lo real y lo inmediato. Pero insisto que trabajar en una película puede resultar un ejercicio para el que se requiere de mucha paciencia.

-Aparte de su trabajo como actriz o cantante, usted también ha escrito en diarios (Libération, Die Welt y The Guardian) y ha presentado sus cuadros en París y Hamburgo... Estos últimos tienen mucho que ver con aquellas tinieblas de las que hablábamos al comienzo...
-El arte pictórico es una actividad muy solitaria; para desarrollarla no es necesario hablar ni que te hablen. El contacto con la gente es mínimo y te encierras en un capullo junto con tu propia creación. Decía que estuve muy obsesionada con la pintura porque apenas llegaba de las funciones teatrales me ponía frente a la tela. Obsesiva, sentía que no podía detenerme, y así estaba toda la noche hasta que volvía a salir la luz del sol. Me sentía como hipnotizada con el poder de los colores, el poder de las formas. Es cierto, en mis cuadros existe mucha gente desnuda y muchas sombras. Utilicé técnicas sumamente salvajes para que mis obras tuvieran una actitud agresiva. Tuve que dejar de pintar cuando llegó mi primer hijo, puesto que para mí nada hay más importante y hermoso que él. Es mi gran amor y no pienso perderme ni un solo momento de tan rica experiencia.