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Rap, metal y lucha de clases

Con Víctor Jara en el escenario y público explosivo en la cancha, el concierto de la banda estadounidense en el Estadio Bicentenario de La Florida fue genuina rabia contra la máquina.

12 de Octubre de 2010 | 08:36 |
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Agitación: Zack de la Rocha, el vocalista de Rage Against the Machine, en acción este 11 de octubre en el Estadio Bicentenario de La Florida.

Christian Zúñiga

La localidad de las entradas más caras para el concierto, al borde del escenario, se llamaba "rock area". Y el concierto mismo, con nombre inspirado en el título de uno de los discos del grupo principal, se llamaba "The battle of Santiago", o sea la batalla de Santiago en buen chileno. Son dos datos esenciales para definir cómo fue el debut en Chile de la banda rockera estadounidense Rage Against the Machine, este lunes 11 de agosto: dos evidencias de lo excepcional que resulta cuando el público es capaz de tomar nomenclaturas oficiales como ésas y subvertirlas, que es justo lo que ocurrió esa noche y lo que transformó a este concierto en algo memorable.

Porque de verdad fue una batalla. Y toda la cancha, todo el Estadio Bicentenario de La Florida en realidad, no sólo las entradas más caras, fueron una "rock área". La ocasión lo ameritaba: Rage Against the Machine, una banda caracterizada por sus letras contestatarias y un sonido furioso elaborado a base de rap y metal en partes iguales, cumplió una actuación esperada acá por casi dos décadas, desde que el grupo se anotara entre los hitos mayores del rock mundial a comienzos de los años '90. Y como pocas veces en el historial de años de espectáculos rockeros internacionales en Chile el público no fue un testigo, fue un protagonista.

El público dictó la pauta en el concierto. Tomó la delantera al grupo. Después de observar con entusiasmo a la banda punk y metalera Suicidal Tendencies y con respeto a la intensidad rockera de The Mars Volta en los shows preliminares, fue la audiencia la que empezó a subir la temperatura de la jornada. Desde antes de que apareciera Rage Against the Machine, ya hubo rabia contra las rejas para empezar, y hacia las 21.40 desde la cancha era posible ver cómo la gente de la tribuna Andes desmontaba a golpes una barrera metálica, mientras a la misma hora las vallas de contención que separaban la cancha en dos también colapsaban ante el contingente de público que las saltaba para avanzar hacia el escenario.

"Desde aquí arriba se puede ver la lucha de clases si hay buen tiempo", dice una de las protagonistas de la película "Simplemente amigas" ("Career girls", 1997), de Mike Leigh, a propósito de la buena vista que hay desde un departamento londinense hacia los barrios bajos de la ciudad. Así mismo desde cualquier punto en altura del estadio en La Florida era posible ver la lucha de clases allá abajo en la cancha, entre la gente que saltaba esa división entre el sector de cancha, a mayor distancia y menor visibilidad del escenario (valor de la entrada: $38.500), y la "rock area" (valor de la entrada: $77.000), próxima a la tarima y con el público menos hacinado. Y algo de veras oportuno es que los encargados de seguridad, jóvenes como los mismos asistentes al festival, actuaron con un criterio pocas veces visto y en vez de reprimir ayudaron a descomprimir el sector.

A esa hora tampoco disimulaba la inquietud el personal técnico de la banda, que desde la altura del escenario estaba en palco para ver la misma lucha en la cancha. Y de hecho fueron varios los minutos de demora en el inicio del show, pero cuando Rage Against the Machine irrumpió en escena el público ya estaba en condiciones de responder como uno solo y sin divisiones al estímulo. El grupo estuvo a la altura y descargó con generosidad el repertorio de canciones conocido de memoria por las más de veinte mil personas en el estadio, sobre la base sólida de bajo y batería de Brad Wilk y Tim Commerford, la retórica rabiosa del vocalista y rapero Zack de la Rocha y el dispositivo sonoro del verdadero revolucionario de la banda que es Tom Morello, un hombre capaz de transformar su guitarra en un generador de ruidos tan diversos como el scratch de una tornamesa rapera, la descarga eléctrica de un cortocircuito y las explosiones de toda una guerrilla urbana.

Fue una comunicación perfecta la del público con el grupo. "Maya, mexica", dice uno de los versos que De La Rocha muerde en "People of the sun" (1996), una canción acerca de los pueblos originarios del actual México, y no fue necesario que el vocalista hiciera una alusión a los pueblos originarios del actual Chile para que el público entendiera que ése era el momento de entonar el cántico "Liberar / liberar / al mapuche por luchar" justo entonces. Y es sabido que los conciertos de esta gira terminan con dos de las más explosivas canciones del primer disco, Rage Against the Machine (1992), "Freedom" y "Killing in the name", pero entonces hubo una nueva ocasión única, cuando de De La Rocha reapareció en escena con una dedicatoria: "Mi español es un poco mal, pero disculpe, porque tengo un mensaje para los mineros de San Juan (sic). El mensaje es una canción de Víctor Jara", dijo el vocalista, y leyó en una hoja de papel la letra de la "Canción del minero", de Víctor Jara, en medio de otra ovación.

Santiago fue un lugar especial en esta gira. "Tiene que empezar en algún lugar / tiene que empezar en algún momento / qué mejor lugar que aquí / qué mejor momento que ahora", es la consigna de otra de las canciones que el grupo trajo en el repertorio, "Guerrilla radio" (1999), y de verdad parece un verso escrito para aquí y ahora, Chile y 2010. Esa canción en particular habla de una radio rebelde, que es algo que ya hay acá en cada una de las radios comunales que existen en Chile, y Rage Against the Machine en general se trata de descontento, que es algo de lo que Chile parece un laboratorio de prueba en estos días, con terremoto telúrico y social, mapuches en una huelga de más de tres meses recién terminada y mineros atrapados bajo tierra y transformados en espectáculo por medios y autoridades, entre otras razones para sentir justamente esa rabia.

Esa sintonía quedó patente incluso en la canción elegida para ese homenaje a los mineros. El cantante pudo haber ondeado una bandera chilena como tanto demagogo rockero internacional y haber hablado de héroes a tono con el reality show del rescate en cadena nacional que está por empezar en unas pocas horas. En cambio eligieron una canción que habla de la explotación: "Abro / Saco / Sudo / Sangro / Todo pa'l patrón / Nada pa'l dolor", escribió ahí Víctor Jara y leyó Zack de la Rocha. Y este concierto pudo haber sido un fiasco: otra muestra de rock como espectáculo, con gente disciplinada y segregada entre las distintas localidades de una cancha. En cambio tuvo algo de subversivo, de palabras subvertidas y resignificadas. Sí fue una batalla en Santiago, en la que todo un estadio hizo valer su derecho a ser la "rock área" por encima de las barreras. El festival al que este concierto fue asociado se llamaba "Maquinaria", de hecho. Y el público también dio vuelta ese significado: de verdad fue un concierto de rock, de rabia contra la maquinaria.

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