Andrés Calamaro era un súper rockero hace diez años. Ahora parece más bien un recuento de sí mismo.
El MercurioNo es casual que la única banda "nueva" de El Abrazo haya sido Babasónicos. Una agrupación que partió en la "vanguardia" porteña noventera, afinó su sensibiilidad para los hits una década después y terminó siendo un fenómeno regional. ¿El costo? Canciones y estéticas más predecibles, conservadoras y normales. Su presentación del sábado -con el mítico Carca al bajo- fue precisamente eso: un set correcto y con hits "que nos sepamos todos": "Irresponsables", "Putita", "Microdancing".
Es que Babasónicos, tal como los artistas que los antecedieron, Los Bunkers, Gustavo Cordera (Bersuit), Lucybell, Fabiana Cantillo, Javiera Parra, Denisse Malebrán y Nicole, pertenecen a la vieja estructura del rock. Aquélla que posibilitó la invasión del rock latino argentino a Chile en los '80: sellos discográficos, prensa atenta, televisión, presupuestos para hoteles, estadios. Una estructura "subvencionada", donde las bandas debían salir a tocar y esperar que las "descubran" para publicar un disco.
Ésa fue una queja interesante al evento (impecablemente organizado por cierto): ¿Por qué no invitaron a Daniel Melero, a Carlos Cabezas, a Go Neko, a Javiera Mena, a Él Mató, a Fother Muckers, a 107 Faunos, a Gepe, o a Villa Diamante?. Los dos primeros estaban indudablemente a la vanguardia en 1986 y el resto ha construido carreras, discografías, estéticas y públicos desde lo "independiente".
La respuesta está clara: El Abrazo no era una celebración del rock y pop argentino-chileno, sino más bien del "recuerdo que tenemos del rock y pop argentino-chileno". Esta diferencia es importante. Porque, aunque Chancho en Piedra y Spinetta (que tocó sentado) brindaron un show impecable, primó el repertorio "añejo" desde Joe Vasconcellos y León Gieco hasta Fito Páez, Los Tres y Charly García. Sólo desde esta nostalgia por lo que "fueron" los artistas, tienen lógica los gritos de "ídolo" a Charly García, aun cuando no se le entendió todo lo que hablaba (excepto las amenazas de muerte al sonidista cuando empezó a llover).
Jorge González, quien hizo notar lo extraño de haber sido teloneado por Charly recreó su disco La voz de los ochenta. ¿Qué otra cosa es aparte de nostalgia? Se puede replicar inteligentemente que sus canciones son tan actuales como en 1986. Pero, ¿acasó no es actual el Corazones, también? ¿O sus proyectos de cumbia-digital o electrónica?
Lo interesante con González es que su performance -que incluyó ataques explícitos a empresarios, dueños de medios y al Presidente Piñera- fue más que una provocación (el sector ABC1 del show, que era mucho, no sabía donde esconderse) fue la demostración de que en un país autoritario tiene que venir un rockstar para articular esas "verdades" que todos aseguran "conocer".
Después de eso vino la "censura" al hacer partir a Calamaro inmediatamente en el otro escenario justo cuando iba a subir Gustavo Santaolalla. El argentino, hiperventilado excepto cuando se involucra en versos de canciones perdidas como "Todavía una canción de amor" (co-escrita con Sabina) no sonó demasiado bien. Pero qué más da si cantó eso que el público quería: "Flaca".
Ya más tarde, cuando aparecieron Los Jaivas y Vicentico, el show terminó. Hay dos reflexiones para agregar: a) cómo pegó la argentinidad rockera en Chile y b) si ese rock latino-argentino venía del aire fresco del postpunk -con sus influencias krautrock, reggae o disco- ¿cómo se convirtió tan rápido en ese rock de guitarras y riffs que dominaría los medios masivos hasta hoy? Pero eso, obviamente no tiene nada que ver con la nostalgia de celebrar un pasado de blanco y celeste como lo hicieron los casi 70 mil asistentes.