De los cantantes y compositores que grabaron por primera vez durante el año pasado en Chile, la más prolífica para empezar es Natisú. Ella partió el año en febrero con el EP de cinco canciones Relato entre paréntesis y lo concluyó con su estreno en larga duración, Deshabitar, como primera muestra de inquietud creativa. Los dos discos están disponibles para su descarga gratuita, evidencia clara de que además pertenece a la nueva generación de autores que prefieren liberar su música en Internet y tocarla en vivo. Y las pruebas concluyentes de esa inquietud están en su segundo disco.
Natisú canta y toca sintetizadores según estos créditos, y en vivo también usa la guitarra, pero lo que primero llama la atención es su voz. Sus voces, para ser preciso. Es un repertorio de matices vocales el que pone en juego a lo largo de estas diez canciones, en las que puede sonar cercana, lóbrega, dramática, vibrante, vulnerable, estridente o serena con una versatilidad sorprendente. Lo personal de estas letras se complementa bien con esa entrega, en canciones que acuden a símbolos y juegos de palabras imaginativos para hablar de daño, engaño, desgarro o deseo.
A tono con esas letras, las canciones de Natisú comparten un carácter íntimo, atmosférico y de pulso por lo general lento, lo que no quita que sea capaz de componer una melodía instantánea en "Miles de ciudades", una de las más recordables del disco. Y un equivalente a la expresividad de su voz está en la producción de Deshabitar, a cargo del músico Angelo Pierattini. Timbres y texturas diversos, guitarras intervenidas, efectos electrónicos y unos ritmos de batería en particular imaginativos aparecen entre los recursos bien administrados en los arreglos. Mazzy Star, Siouxsie Sioux, PJ Harvey, Radiohead son al azar algunas evocaciones posibles en la escucha de esta música. Natisú, en una palabra. Si los primeros discos en las carreras de los músicos están hechos para buscar una identidad futura entre distintas opciones, Natisú convierte esa búsqueda en un logro en sí mismo.
