Los pecados y milagros de Lila Downs

Les llaman "exvotos" o "retablitos", y son parte esencial de la tradición mexicana. Se trata de pinturas populares a través de las cuales un devoto agradece un milagro que le ha sido concedido, plasmándolo con singular realismo en un retablo, e incluso explicándolo en la parte inferior de éste. Para hacer uno, no es necesario que la magnitud del milagro sea digna de una investigación en el Vaticano: Desde la mejoría de un familiar enfermo hasta que la pareja no le haya descubierto un desliz, pueden ameritar el agradecimiento pictórico para el fiel de turno.

En esas obras se inspiró la cantautora Lila Downs para crear su último disco, Pecados y Milagros, traducción musical de esa popular tradición. "Lo que traté de hacer es una pregunta: ¿Cuál es nuestra moralidad? ¿Qué significa el pecado y qué significa el milagro? No lo sé, es interesante oír la interpretación de cada quien, pero sé que musicalmente provoca llanto, alegría y también reflexión. Espero que la música también haga eso en Chile", dice.

Porque la artista tiene una visita a nuestro país en la agenda, para presentarse el próximo martes 12 de junio, ocasión en que repasará los temas que su creciente grupo de seguidores ya conoce, pero sobre todo los de ese último disco, que emergió de un particular proceso creativo. "Muchos de los temas fueron desarrollándose de acuerdo con el lugar en que estábamos. Di los nombres de las canciones con los textos de los milagros a un grupo de artistas mexicanos, y cada uno pintó un retablo interpretando la obra. Al verla gráficamente, entramos al estudio, entonces fue algo muy recíproco entre el arte y la música", cuenta.

La búsqueda de Pecados y Milagros se ubica así como un eslabón más en la cadena que ha trazado Downs en su carrera, orientada al folclor mexicano, pero en un rango que supera con creces a las rancheras, el mariachi y los corridos. Sin embargo, pese a una apuesta apartada de ese lugar común, igualmente ha podido consolidarse como una de las artistas más exitosas de su país, fuera de las fronteras de éste.

"Creo que la gente está muy preparada para escuchar algo más. Mucha gente asume que (la música mexicana) es sólo la ranchera y el mariachi, pero cuando descubren que tenemos un crisol tan variado, da mucho gusto y se paran a bailar", asegura.

Eso también le ha sucedido en Chile, donde sus visitas se acercan al promedio anual en el último lustro. Razones hay varias. Primero, que "amo el vino chileno", además de la llamativa relación que tiene con los de acá en su entorno. "A veces los odio mucho, pero también los quiero un montón", dice entre risas.

El responsable de esa dinámica es "un compadre chileno que tengo", y que trabaja junto a Downs como baterista del grupo que la acompaña. "De pronto nos peleamos, después nos queremos. Es un cariño parecido al mexicano, compartimos muchas cosas. Siento que es importante platicarles algo, y eso me emociona, me emociona irles a cantar", resume.

Ese mismo compadre fue el que permitió a la mexicana acercarse a la música chilena más allá de sus figuras más recurrentes. "La familia de su esposa es de Valparaíso, y dos de ellos eran de la Bandalismo", recuerda. De esa agrupación de cumbia nortina saltó entonces a la Banda Conmoción, y luego no paró: "Me encanta Manuel García, la Ana Tijoux, que la he conocido por la disquera, y la Francesca Ancarola, que es una mujer privilegiada y me encanta lo que ha hecho".

Lila Downs se presentará en Santiago el 12 de junio en el Teatro Oriente, con entradas en venta a través de Puntoticket por valores que van de $15.000 a $60.000. Los tickets sin cargos por servicio se venden en la boletería del recinto de Pedro de Valdivia Norte o en el Café La Clave (Providencia 1652, Galería El Patio).