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Radrigán con banda sonora de bar

Esta semana y hasta el domingo 20 de enero vuelve a escena la obra musical del dramaturgo chileno, y tiene un disco incluido. "La premisa fue que todo lo que se escuchara pudiera encontrarse en una cantina o bar de cualquier ciudad de Chile", dice aquí la directora, Mariana Muñoz. "De ahí la mezcla de géneros, tal como en un wurlitzer".

17 de Enero de 2013 | 15:19 |

Hay cueca, cumbia, tango, bolero y ranchera entre otros ritmos populares. Y, además de actuar, todos en el escenario cantan y varios tocan instrumentos, porque la música es también un actor fundamental en "Amores de cantina", la obra del dramaturgo chileno Juan Radrigán que este semana, hasta el domingo 20 de enero, volverá a la cartelera en el Teatro Nescafé de las Artes de la capital.

-Es el motor con que construimos la propuesta escénica -dice acerca de la música la actriz Mariana Muñoz, directora de esta obra estrenada en septiembre de 2011, elegida ese año como uno de los mejores montajes teatrales de la temporada por el Círculo de Críticos de Arte de Chile, y que con ésta suma su quinta temporada. Tal es la incidencia de la música que en paralelo a la obra ya existe el disco con la banda sonora, consistente en quince canciones interpretados por los personajes en plan solista y una composición coral.

Los actores y actrices María Izquierdo, Ema Pinto, Luis Dubó, Iván Álvarez de ArayaClaudia Cabezas, Ivo Herrera, Francisco Ossa y Claudio Riveros encarnan a los ocho seres fantasmagóricos que deambulan en una cantina y expresan en la obra sus amores y desamores y su condición de marginalidad. Además se ve en escena a los músicos Felipe Alarcón (guitarras y percusión), Bernardo Mosqueira (acordeón y guitarra) y Daniel Pezoa (guitarra, batería y percusión), este último integrante del grupo cuequero Los Tricolores.

Es un elenco que también tiene pergaminos previos en materia musical. Ema Pinto lleva una carrera paralela entre el teatro y la música, como vocalista de la disuelta Ludwig Band en los años '90 y de la vigente banda de soul y funk Matahari, y María Izquierdo a su vez ha cantado y grabado discos con el músico Mario Rojas. "Ambas tienen cualidades vocales fascinantes y muy diferentes", comenta la directora. "Entre ellas diferencio el tipo de imaginario que evocan a través de sus voces, material con el que además construyen a sus personajes".

-Todos los actores fueron escogidos según su bagaje musical. Se buscó que fueran actores cantantes, que tuvieran experiencia en ello o muchas ganas de cantar. Luis Dubó es uno de estos últimos, además de ser un increíble recitador -continúa Mariana Muñoz, quien además trabaja en "Amores de cantina" con el músico Joselo Osses, pianista y acordeonista experimentado en Los Tricolores e invitado fiel de Los Tres, como director musical y principal compositor y arreglador de la obra.

Testimonios y parábolas: Radrigán, obra previa

Escrita tanto en décimas como en verso libre, o "verso chascón", como dice Mariana Muñoz, "Amores de cantina" es uno de los trabajos más recientes de Juan Radrigán, dramaturgo reconocido por una prolífica producción iniciada en 1979, creador del Teatro Popular El Telón en 1981 y ganador del Premio Nacional de Arte en 2011.

Algunas de sus obras son "Testimonios de las muertes de Sabina" (1979), "Las brutas" (1980), "Hechos consumados" (1981), "Redoble fúnebre para lobos y corderos" (1981), trilogía integrada por "Isabel desterrada en Isabel", "El invitado" y "Sin motivo aparente"; "El toro por las astas" (1982), "El loco y la triste" (1984), "El pueblo de mal amor" (1986), "Islas del porfiado amor" (1993), "El encuentramiento" (1995), "Parábola de los fantasmas borrachos" (1997), "Medea mapuche" (2000), "El exilio de la mujer desnuda" (2001), "Digo siempre adiós y me quedo" (2002) y "Beckett y Godot" (2004), según compila el investigador Adolfo Albornoz en el libro "Juan Radrigán - Crónicas del amor furioso" (2004). Suyos son además trabajos más recientes como la propia "Amores de cantina" (2011) y "Oratorio de la lluvia negra" (2012).


-El texto de "Amores de cantina" pertenece al inmenso material que Radrigán va escribiendo y guardando sin necesariamente sacar a la luz, ya que es un autor muy prolífico -comenta Mariana Muñoz, que ha dirigido cuatro piezas del dramaturgo-. La obra estuvo en el anonimato muchísimo tiempo, él la consideraba aún no terminada. Desde mi punto de vista evidencia la infinita riqueza creativa de Radrigán y el amplio espacio que la obra de un autor deja para la interpretación de otros, para reinventarse, redescubrirse y ser portadora de un mensaje contingente, trascendente, urgente y necesario.

-¿Cómo ha evolucionado la obra a lo largo de las cinco temporadas que llevan, desde el estreno de 2011?
-"Amores de cantina" funciona según una permanente construcción que nos proponemos en cuanto a que en ella exista vida, humanidad, opinión y emoción. Se han ido profundizando los personajes en cuanto a la clarificación de sus discursos particulares y al rol que cada uno cumple en el eje y sentido temático de la obra. A esto se suma el desarrollo de las relaciones que entre ellos se tejen, que se nutren y descubren función a función. Gracias a la historia de la puesta en escena, a sus cinco temporadas y a los diversas contextos en que se ha presentado, hemos ido construyendo además un mundo paralelo al de la obra, que es el de la vida de grupo, que en el escenario aporta comunicación, goce, juego y sintonía.

Cuando sale verso sin ningún esfuerzo

-¿Cómo definirías el rol que tiene la música en esta obra?
-Fundamental. Es el motor con que construimos la propuesta escénica, en respuesta a la estructura que el autor nos da. Y además de responder a un pie forzado entregado por Radrigán, el trabajo musical también fue un foco de interés de todo el grupo, por el placer que nos producía hacer música, cantarla, escucharla y reproducirla.

-¿Esa importancia está en el texto original, o aparece sobre todo con la dirección?
-Está en el texto original, pero desde la dirección tomé la opción de situar mi propuesta en el desarrollo musical, imprimiendo su importancia también en toda la propuesta estética. Teniendo música o canciones que cantar y un texto poético que decir no necesitábamos nada más. Esperaba así escapar de la redundancia en todos los aspectos.

-¿Qué relación hay entre el verso libre y las décimas en que está escrito el texto? ¿La décima lo vincula con la tradición de la poesía popular, el canto a lo poeta, la paya incluso?
-Absolutamente, evoca el imaginario de la poesía popular, del canto a lo poeta y la paya. Pero la forma de asumir esa poesía fue desde la comprensión del verso, no desde aspectos formales de su métrica. La búsqueda del decir estuvo más cerca de lo lúdico y la cercanía con lo cotidiano: a través de lo que dicen, los personajes son personas que podrían estar cerca de nosotros y del público. La intención fue siempre crear nuestra propia forma de decir el verso, de ser bastante libres en nuestra interpretación. De decirlo como uno habla en la vida, cuando "le sale verso sin ningún esfuerzo".

-¿Cómo eligieron tocar y cantar  cueca, tango, bolero, ranchera, cumbia, si hablamos de géneros musicales?
-Son opciones mías y de Joselo desde la dirección. También son decisiones tomadas durante el proceso de construcción de canciones y ensayos, y allí además intervinieron los actores. "Amores de cantina" fue un trabajo colectivo. El tango, por ejemplo, lo propuso Claudio Riveros, el actor que interpreta a Julián, según las características que veía en su personaje. Los demás géneros musicales fueron elecciones bastante intuitivas, pero bajo la premisa de que todo lo que se escuchara pudiera encontrarse en una cantina o bar de cualquier ciudad de Chile. De ahí la mezcla de géneros, tal como ocurre en un wurlitzer.

-¿Desde un principio tuvieron la idea de hacer un disco con la música de la obra, o eso apareció en el camino?
-Desde un principio soñamos con hacer un disco. Caía de cajón, como se dice, y tuvimos la suerte de que el GAM (el Centro Gabriela Mistral) quisiera estrenar su estudio con nosotros, luego de la segunda temporada que hicimos allí. La recepción ha sido increíble, hay mucha demanda por el disco, y también ha sido una muy buena forma de analizar y preservar el material teatral y musical presente en la obra, que de otra manera no podríamos conservar, por ser el teatro una experiencia única. Ninguna función es igual a la otra.

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