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Las razones que ratifican al show de Bruce Springsteen como el más impactante del momento

En julio de este año la revista "Rolling Stone" nominó al "Jefe" como el dueño del mayor espectáculo en vivo en el mundo. Su concierto de anoche en Chile permite determinar por qué el reconocimiento puede ser acertado.

13 de Septiembre de 2013 | 12:42 | Por David Ponce, Emol
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Springsteen conjugó todas las formas de contacto con el público: Se paseó por todos los rincones, subió a una niña al escenario, besó a una admiradora, y coronó todo volviendo a la tarima por encima de las cabezas de la audiencia.

Cristián Soto López

SANTIAGO.- El concierto que Bruce Springsteen acaba de ofrecer en Chile no puede ser tratado como uno más: Coincidentemente, el evento pasó por nuestro país sólo semanas después de que la prestigiosa revista "Rolling Stone" lo reconociera como el mejor espectáculo en vivo del momento. ¿Tienen o no razón? Con argumentos concretos, el cantautor norteamericano vino a demostrar en directo que esa elección puede ser acertada:

La entrega. Es lo primero que salta a la vista: El compromiso de Springsteen con el espectáculo. No es sólo el hecho de tocar más de tres horas y media como lo hizo en Chile, sino la pasión sobre el escenario que demuestra en todo ese tiempo. A la altura de la tercera o cuarta canción, la camisa azul arremangada del cantante ya está empapada, y de ahí en adelante será fácil perder la cuenta de cuántas veces sale a mezclarse con el público para encaramarse a una tarima adicional, montada en medio de la platea, en un efecto literal de proximidad pocas veces visto en conciertos de este calado. Hace cantar a una niña sobre esa tarima, se deja besar por una rubia, termina concediendo piezas de baile a varias de sus fans sobre el escenario, se trepa al piano de cola, estimula a la arena completa y, a los 64 años que va a cumplir en unos pocos días, este 23 de septiembre, Bruce Springsteen no para de moverse ni de correr por el escenario y entre la audiencia. Entrega total.

La historia. Son cuarenta años los que este hombre lleva grabando discos, a partir de ese estreno con sus dos álbumes lanzados en 1973. Y su espectáculo en vivo es una forma de repasar en tiempo real parte de esa historia. Es un frente de canciones de su reciente disco Wrecking ball (2012) el que manda adelante para iniciar el show, pero luego se escucharán en vivo melodías tan tempranas como "Thunder road" o "Tenth Avenue freeze-out", de su disco Born to run (1975), e incluso "Spirit in the night" (1973), del primer disco, que es con la que prende fuego por primera vez al show. Y no sólo es historia propia. Es amplia la batería de covers que Springsteen suele incluir en sus conciertos, y en Chile mostró por ejemplo esa versión de "Shout", de The Isley Brothers, con la que subió la tensión hacia el electrizante final del concierto.

La solidez. Son innumerables las viñetas de la E Street Band que quedan en la retina después de la jornada, como pruebas de la solidez musical de la banda que acompaña a Springsteen. Con décadas de trabajo al lado del Jefe, la dupla de guitarristas entre Nils Lofgren a su derecha y el histórico Steven Van Zandt a su izquierda, se entiende de maravillas con él. "Los bronces de la E Street", presenta en un momento el cantante, a propósito de un quinteto de saxos, trombones, trompeta y hasta tuba, que amuralla el sonido de la banda tanto en bloque como con intervenciones solistas. "El coro de la E Street", dice luego, y es impagable ese poder afroamericano de las voces que el trío de cantantes otorga a muchas de las canciones. Diecisiete hombres y mujeres en total hacen sonar un piano de cola, teclados, violín, guitarras, mandolina, vientos, bajo, batería, percusión y coros, como masivo arsenal en manos de un elenco que funciona sin la menor fisura. Y con el bono extra de ver en vivo a Van Zandt, que siempre ha sido Little Steven en esta banda, pero que ahora es además un rostro del elenco de "Los Soprano", como crédito extra.

La solvencia. También es conocida la libertad con que Springsteen se maneja en la elección de las canciones. No hay un show igual a otro en esta gira, y ésa es otra prueba de la capacidad de la E Street Band para trabajar. En varios momentos el cantante parece elegir sobre la marcha las canciones del repertorio, de acuerdo con los títulos que el público le pasa anotados en grandes cartulinas. Y así en medio del show manda por ejemplo a su banda a tocar "Atlantic city", del disco Nebraska (1982), o luego pega sin pausas "Because the night", su canción popularizada por Patti Smith, con "She's the one", de Born to run (1975). Así es como el concierto avanza sin pausas y a veces con un ritmo frenético por distintas atmósferas, desde la madurez de las nuevas canciones al comienzo, hasta momentos de auténtico carácter gospel en los coros de la intensa "Mi city in ruins" (del disco The rising, 2002). Sumen el rock and roll genuino y a toda banda de "Johnny 99" (1982), la raíz casi folclórica de "Cadillac ranch" (1980), instantes de folk de guitarra acústica contrastados con otros de raigambre country, y la lista de hits mayores que deja concentrados para el final, con la trilogía entre "Born in the U.S.A.", "Born to run" y "Dancing in the dark", una tras otra.

La sensibilidad. El lucrativo negocio del rock corporativo global tiene acostumbradas a las audiencias a pagar por conciertos que se vuelven auténticas franquicias, y es así como los músicos y grupos internacionales suelen pasar por cada lugar, vender un show standard, agitar una bandera chilena en el escenario, cobrar y partir al próximo país de la gira. La rúbrica final de Bruce Springsteen es la delicadeza que, como pocos, demostró para responder al contexto de este concierto: Al hecho puntual de tocar en Chile. Son detalles en los que se advierte esa sensibilidad. En vez de ondear la bandera como tantos otros, Springsteen cumplió con el gesto más respetuoso de dirigirse al público en un correcto español, y recordó el vínculo establecido ya en 1988 con su presencia en el festival en solidaridad con Chile celebrado ese año en Mendoza, organizado por Amnistía Internacional. Había una historia previa entre el cantante y el país, que él recordó como preámbulo al momento más único del concierto: El tributo a Víctor Jara en su versión íntima de "Manifiesto", ésa que empieza con los versos "Yo no canto por cantar / ni por tener buena voz". En una noche colmada de música, energía e historia, Springsteen puso la rúbrica final con una muestra de respeto a toda prueba.

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