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Ajayu

A mayor atención, mejores estímulos: desde Valparaíso se hace escuchar un nuevo grupo de fusión instrumental chileno.

04 de Marzo de 2014 | 09:08 |
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Han pasado cincuenta y dos minutos de música antes de que, en los coros finales de la última canción, por primera vez en el disco de Ajayu se escuchen voces humanas. Y a esa altura la primera grabación de este conjunto de Valparaíso es, entre varias otras cosas, evidencia cuantiosa de la libertad que trae consigo la audición de la música instrumental. Por la ausencia de discurso literal, un disco como éste puede ser escuchado en distintos niveles, sea reducido a "música de fondo", imaginado en plan de banda sonora sugerente para imágenes de flora y fauna chilena como bien ha ocurrido con discos previos del sello Mundovivo que edita este disco, o puede ser experimentado en toda su riqueza de timbres, ritmos, estructuras y arreglos, que es el resultado de una escucha más detenida y concentrada. A mayor atención, mejores estímulos.

Cuatro de los siete integrantes de Ajayu son compositores de estas obras, y esa multiplicidad se corresponde o al menos coincide con la diversidad de elementos que se encuentran aquí, sea cual sea el criterio de búsqueda. Si es por timbres, la melodía viaja desde el violonchelo al clarinete y a la guitarra acústica en "Noctánvalpo" o se pasa de mano en mano entre la flauta traversa, la zampoña, el violonchelo, el quenacho y el charango en "Amalgama" sin nunca perder el vuelo, por mencionar dos ejemplos entre varios. Y ese mismo principio de orden sucesivo se escucha además en las estructuras de estas composiciones, casi todas formadas por diversas partes dispuestas de un modo progresivo.

Si se trata de los ritmos, ésa es otra fuente de diversidad, tanto por los compases irregulares que dan la bienvenida en temas como "Amalgama", "En la misma ciudad" o la inasible "Sueños de Euterpe" como por las muestras de ADN tanguero en "Trangos", jazzístico en "En la misma ciudad" o afroperuano y rockero en pasajes de "Lunares…". Los riesgos en un grupo que se declara así de múltiple, progresivo y fusionado podrían ser el exceso y hasta el desorden, pero en Ajayu todo eso queda conjurado por el tino que el grupo pone en los arreglos, siempre balanceados, con las partes de cada instrumento bien administradas y con espacios incluso para un solo de bajo y otro de batería, este último en "Templanzas", que es lo más vertiginoso y a la vez lo más exacto del disco. Esa es la ecuación bien resuelta por Ajayu: la muestra de que cualquier fusión o mestizaje musical queda mejor no cuando suena arbitraria sino cuando se oye rigurosa como aquí. Y es un coro vocal sobre un ritmo afroperuano cadencioso lo que estos hombres cantan en esos últimos doce segundos de Ajayu, porque esta música también es una fiesta.