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Tomorrow's modern boxes

Está definido como un experimento, pero al final la impresión que deja el nuevo trabajo personal del cantante de Radiohead es más bien el contrario: Thom Yorke no necesita ser tan experimental para presentar un disco bien terminado.

04 de Octubre de 2014 | 08:45 |

"Experimento" es como define en principio a su nuevo trabajo Thom Yorke. Así está escrito en el mensaje firmado por el cantante de Radiohead y el productor Nigel Godrich el día en que, casi sin previo aviso, pusieron en línea Tomorrow's modern boxes, el pasado 26 de septiembre. Un experimento, explican ahí, para vender esta música por medio del software de intercambio de archivos BitTorrent y pasar por alto a "the self elected gate-keepers", como ellos llaman ahí a los actuales controladores digitales del negocio musical globalizado.

Como si fuera una cita a lo que los propios Radiohead hicieron hace ya siete años, al permitir la descarga del álbum In rainbows gratis o al precio que uno quisiera pagar, también parece haber un afán político en la puesta en circulación de este disco. Pero ya no es 2007 sino 2014. Y es cierto que al cabo de estos años ya están afianzados en la industria esos "porteros autodesignados", definición que bien vale para corporaciones como iTunes o Spotify. Pero también hace tiempo que los músicos independientes son capaces de hacer llegar sus creaciones al público sin intermediarios, y no sólo por medio de BitTorrent sino de otras plataformas como Bandcamp o como los netlabels que por lo demás ya existían para cuando Radiohead supuestamente revolucionó el negocio con su disco del 2007.

La música de Tomorrow's modern boxes, en cambio, no está vendida como experimental. Y eso sí suena apropiado. Con todo lo creativos que han sido este compositor y su banda para la historia reciente del rock y la música popular, a estas alturas el trabajo de Yorke tiene que ver con un estilo personal cada vez más reconocible antes que, por el contrario, con ningún tipo de ruptura de ese estilo. Más allá de la innegable producción electrónica que las sustenta, las ocho canciones de este disco son, salvo una, algo tan familiar como eso: canciones. Bien hechas como rasgo general, y bonitas no pocas de ellas, como pasa entre "Guess again!", "Interference" y el cierre con "Nose grows some", y también en la melancolía melódica de "Interference", en esas especies de flautas que sostienen la armonía de "Truth Ray" o en el pulso más agitado de "The mother lode". Composiciones convencionales con electrónica como barniz.

Dos sonidos distintivos marcan el carácter del disco. Uno es el timbre del piano acústico, que en diversas formas, más o menos intervenido por efectos diversos, contribuye al tono sereno y a ratos casi sedante de este repertorio, garantía de que ningún arrebato estridente ni ninguna descarga eléctrica vendrán a alterar esa atmósfera. Y el otro timbre es desde luego la voz de Thom Yorke, a tono con ese piano y a menudo en falsete para comunicar la desolación de versos que hablan de inquietud (Wild dogs are howling behind the curtain), aislamiento (In the future we will change our numbers and lose contact) o desintegración (Think I’m going to go to pieces now). Única excepción es "There is no ice (for my drink)", que sí se aleja de la canción para internarse en la dinámica progresiva de la música electrónica. Esto vendrá definido como un experimento pero, al final de los justos 39 minutos que dura el disco, la impresión que deja Tomorrow's modern boxes es más bien la contraria: Thom Yorke no necesita ser tan experimental para hacer un disco bien terminado.

David Ponce
EL COMENTARISTA OPINA
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