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Iglesia permanece unida frente al tema del celibato

Una declaración pública de la Conferencia Episcopal aclara que no existen posiciones contrapuestas al respecto. Texto completo del documento.

11 de Diciembre de 2002 | 15:16 | El Mercurio en Internet
SANTIAGO.- El Comité Permanente de la Conferencia Episcopal aclaró que en el tema del celibato sacerdotal, la Iglesia tiene no tiene posiciones contrapuestas, y por el contrario la acepta como un carisma y "un don inestimable concedido por el Padre que tiene un gran valor profético para el mundo actual", e invitó a los fieles a valorarlo como una herencia dejada por Jesús, apoyando a los religiosos.

A través de una declaración, aclaró que "el celibato sacerdotal ha sido en estos días el tema de diversas publicaciones, en las cuales han sido confrontados los puntos de vista de numerosos Obispos, como si estos fueran divergentes. De hecho, si cada declaración fuera conocida en su contexto, quedaría en claro que en esta materia no hay posiciones contrapuestas".

Los Obispos señalaron que "la Iglesia católica valora grandemente la forma de vida célibe que eligió Jesucristo, y proclama que son muchos los llamados a imitarlo, movidos por una profunda comunión de sentimientos, de vida y de misión con él".

De este modo, afirmaron que los célibes se consagran a Cristo de una manera nueva y plena, se unen a él más fácilmente con un corazón indiviso; "adquieren una mayor libertad para dedicarse al servicio de Dios y de los hombres, sobre todo de los más afligidos, y con ello se hacen más aptos para vivir generosamente su paternidad o maternidad espiritual en Cristo".

Explicaron también que la relación del celibato con el sacerdocio tuvo su origen en el ejemplo y las palabras de Jesús, cuando los invitó a dejarlo todo y a seguirlo.

Los pastores católicos precisan, citando al Papa Juan Pablo II que "con su ejemplo y con sus palabras, Jesús no promulgó una Ley; pero propuso el ideal del celibato para el nuevo sacerdocio que instituía".

Por esta razón, tanto la Iglesia Católica latina como las Iglesias orientales han regulado progresivamente la relación que existe entre el celibato y el sacerdocio.

"La Iglesia Católica ha acogido y aprecia de tal manera el ideal planteado por Jesús, de dejarlo todo y seguirlo, y lo considera tan congruente con la vocación sacerdotal", -dicen los miembros del Comité Permanente-, que hace siglos decidió y estableció la norma legal "de conferir el orden presbiteral sólo a hombres que den pruebas de ser llamados por Dios al don de la castidad en el celibato absoluto y perpetuo".

"Sin embargo, -agregan- como la perfecta y perpetua continencia por el reino de los cielos que caracteriza al celibato, no es exigida por la misma naturaleza del sacerdocio, en las Iglesias orientales hay hombres casados muy meritorios que son ordenados sacerdotes. También la Iglesia Católica latina ha hecho excepciones a la Ley para los casos particulares del clero casado proveniente de las conversiones al catolicismo y en algunas situaciones históricas excepcionales, como ser durante arrasantes persecuciones".

Los pastores chilenos comparten la convicción de los Obispos de todo el mundo que afirmaron con el Papa, en el Sínodo sobre los Presbíteros, que "no querían dejar ninguna duda acerca de la firme voluntad del Pueblo de Dios de mantener la ley promulgada por la Iglesia, según la cual se exige el celibato libremente escogido y perpetuo para los candidatos a la ordenación sacerdotal en el rito latino".

La declaración incluye una invitación a todos los católicos a valorar el celibato como herencia dejada por Jesús y a apoyar a sus sacerdotes, a quienes les piden vivir "con profundidad y confianza lo que prometieron al Señor, sabiendo que así su vida tendrá la fecundidad de los que han vivido su entrega con fe y mística, como el Padre Alberto Hurtado, Santa Teresa de los Andes y la Madre Teresa de Calcuta".
"Lo dejaron todo y Le siguieron" LC 5,10)

La declaración del Comité Permanente de la
Conferencia Episcopal sobre el celibato sacerdotal es la siguiente:

"El celibato sacerdotal ha sido en estos días el tema de diversas publicaciones, en las cuales han sido confrontados los puntos de vista de numerosos Obispos, como si estos fueran divergentes. De hecho, si cada declaración fuera conocida en su contexto, quedaría en claro que en esta materia no hay posiciones contrapuestas.

"1. La Iglesia católica valora grandemente la forma de vida célibe que eligió Jesucristo, y proclama que son muchos los llamados a imitarlo, movidos por una profunda comunión de sentimientos, de vida y de misión con él. Ella aprecia el celibato como un carisma, es decir, como un don inestimable concedido por el Padre, que tiene un gran valor profético para el mundo actual, ya que le recuerda los valores del espíritu, la felicidad que proviene de Dios y el cumplimiento de la palabra de Jesús: “Más felicidad hay en dar que en recibir” (Hch 20, 35).

"2. De hecho, por el celibato las religiosas y los religiosos, los miembros de los institutos seculares, las vírgenes consagradas y los presbíteros se consagran a Cristo de una manera nueva y plena, se unen a él más fácilmente con un corazón indiviso (ver 1 Cor 7, 32s); adquieren una mayor libertad para dedicarse al servicio de Dios y de los hombres, sobre todo de los más afligidos, dedican todo su tiempo y su corazón a la obra evangelizadora, y con ello se hacen más aptos para vivir generosamente su paternidad o maternidad espiritual en Cristo (ver P.O. 16).

"3. La relación del celibato con el sacerdocio tuvo su origen en el ejemplo y las palabras de Jesús. El invitó a dejarlo todo y a seguirlo (ver Lc 5, 10). Sin embargo, “Jesús no promulgó una ley; pero propuso el ideal del celibato para el nuevo sacerdocio que instituía” (Juan Pablo II, 14 de julio de 1993). Por esta razón, tanto la Iglesia católica latina como las Iglesias orientales han sido sensibles a las palabras de Cristo, y han regulado progresivamente la relación que existe entre el celibato y el sacerdocio. En todas ellas, desde hace muchísimos siglos, se comprometen con una vida célibe todos los Obispos, todos los monjes y todos los sacerdotes religiosos.

"4. La Iglesia Católica ha acogido y aprecia de tal manera el ideal planteado por Jesús, de dejarlo todo y seguirlo, y lo considera tan congruente con la vocación sacerdotal, que hace muchos siglos tomó la decisión – e hizo de ella una norma de su legislación - de conferir el orden presbiteral sólo a hombres que den pruebas de ser llamados por Dios al don de la castidad en el celibato absoluto y perpetuo (ver P.D.V. 29 y canon 277).

"5. Sin embargo, como la perfecta y perpetua continencia por el reino de los cielos que caracteriza al celibato, “no es exigida por la misma naturaleza del sacerdocio” (Concilio Vaticano II, P.O., 16), en las Iglesias orientales hay hombres casados muy meritorios que son ordenados sacerdotes. También la Iglesia católica latina ha hecho excepciones a la ley para “los casos particulares del clero casado proveniente de las conversiones al catolicismo” (ver Juan Pablo II, Exhortación apostólica Pastores dabo vobis, 29), y en algunas situaciones históricas excepcionales, como ser durante arrasantes persecuciones.

"6. De nuestra parte compartimos la convicción de los Obispos de todo el mundo que asistieron al Sínodo que trató de la vida y la misión de los presbíteros en 1990. Con el Santo Padre afirmaron que el Sínodo no quería dejar ninguna duda acerca de la firme voluntad del Pueblo de Dios de mantener la ley promulgada por la Iglesia, según la cual se “exige el celibato libremente escogido y perpetuo para los candidatos a la ordenación sacerdotal en el rito latino” (Proposición n.11).

"7. Invitamos a todos los católicos a valorar el celibato como herencia inestimable dejada por Jesús. Los invitamos a apoyar a sus sacerdotes. A ellos, les pedimos vivir con profundidad y confianza lo que prometieron al Señor, sabiendo que así su vida tendrá la fecundidad de los que han vivido su entrega con fe y mística, como el P. Alberto Hurtado, Santa Teresa de los Andes y la Madre Teresa de Calcuta.

"8. A la Virgen María le encomendamos el año vocacional recién iniciado en la fiesta de la Inmaculada Concepción. A ella, le pedimos que implore al Padre de los cielos y a su Hijo Nuestro Señor, que el Espíritu Santo encienda el amor entrañable a Jesucristo y la voluntad de dedicarse a la construcción de su Reino en quienes han sido llamados a vivir con ardor y corazón indiviso su entrega a Dios, a la Iglesia y a los hombres.


COMITÉ PERMANENTE DE LA CECH"

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