ARICA.- Gendarmería decidió superar la limitante que imponía su propio reglamento y resolvió permitir que los niños permanezcan junto a sus madres presas más allá de los dos años de vida.
El director nacional de la institución, Juan Carlo Pérez, informó esta determinación a un grupo de 14 internas de la cárcel de Acha, las que se integrarán a un recién creado centro rehabilitador de drogadictas inaugurado el miércoles.
Al encuentro también asistió la secretaria ejecutiva del Consejo Nacional para el Control de Estupefacientes (Conace), María Teresa Chadwick, quien resaltó que ése era un anhelo sentido por las mujeres presas desde que ella fue directora nacional de la fundación Integra.
La medida se adoptó para terminar con el fuerte trauma que originaba a los propios menores y a sus madres el terminar, un día después de que éstos cumplieran los dos años, el estrecho vínculo que lograban mantener -pese a la reclusión- a través de las salas cunas penitenciarias.
Son cerca de 50 los menores de dos años que son atendidos en salas cunas surgidas de convenios entre Gendarmería y la fundación Integra en las cárceles de Arica, Iquique, Valparaíso, Temuco y el Centro Penitenciario Femenino de Santiago.
El límite de dos años de edad se fundamenta en que a partir de entonces el niño podría percatarse con mayor conciencia de la cruda realidad penitenciaria.
"La cárcel no es muy buena para los niños, pero tampoco lo es alejar a los niños de la madre sobre todo cuando no se tiene asegurado en el medio libre un hogar familiar bien constituido", afirmó Pérez.
Junto con el súbito desarraigo, era frecuente que los pequeños finalmente fueran a parar a hogares del Servicio Nacional del Menor (Sename) por carecer de otros familiares. Eso era notorio sobre todo en cárceles como las de Arica, en donde un alto porcentaje de las 248 mujeres presas son extranjeras. De hecho, la mitad de los 13 niños de su sala cuna son peruanos o bolivianos.
La sala cuna penitenciaria de Acha fue la primera de su tipo en el país cuando se le creó, en abril de 1999. Ahora también será pionera en la extensión de este límite de edad, que podría extenderse por varios años. Ello fue posible gracias a que cuenta con espacios adecuados como áreas verdes donde el encuentro madre-hijo puede darse sin problemas.
Testimonio
Las salas cuna y comunidades terapéuticas para drogadictos están insertas en políticas de rehabilitación que también obligarán a los futuros concesionarios de las 15 nuevas cárceles que se construirán al 2006.
Precisamente, la cercanía de los hijos ayuda en los procesos de reinserción social y de dejar atrás las drogas.
Ésa es la situación de Glenda Bravo, de 24 años, quien busca dejar atrás dos años de consumo de pasta base de cocaína, a la que llegó tras una ruptura amorosa. A la mujer, le esperan aún seis años de condena por robo y dice que las oportunidades de conseguir pasta, aún dentro de la cárcel, están.
"Estoy en la etapa de acogida aún y espero pasar luego a la de tratamiento", dice, con una sonrisa, señalando que la fuerza se la da su hijo de 8 años, que la visita cada domingo. "Afortunadamente, lo ha cuidado mi suegra. Él siempre me dice que le hago falta", afirma.
"A mí la calle no me dio la oportunidad de rehabilitarme o que alguien me diera apoyo. Lo vine a encontrar acá, lamentablemente, cuando caí presa", contó.