Link de solidaridad
Fotos: Jorge Jouannet
SANTIAGO.- "Si hay otra caminata la volvería a hacer". Con esas palabras, Jorge García, de 55 años, uno de los 60 voluntarios del Hogar de Cristo, dio hoy por terminada la caminata nacional, justo cuando se conmemora la fecha de muerte del Padre Alberto Hurtado, instituido oficialmemte como el Día de la Solidaridad.
Atleta senior por años, Jorge García dejó su pequeña empresa de recolección de papeles y cartones en Arica para caminar más de 7 horas diarias, por 45 días, desde Arica y hasta Santiago, dando a conocer la figura y obra del Padre Alberto Hurtado.
"Fue una experiencia motivadora, muy significativa que nos llevó a conocer el lado más triste de Chile, que es la pobreza (...) Estoy feliz de haber terminado esta cruzada y tranquilo todavía porque no ha llegado el momento de reflexión", afirma con los ojos llenos de lágrimas y un rostro que denota el cansancio.
Si bien advierte que fueron "muchas" las oportunidades en que sintió cansancio durante la caminata, que las ampollas en los pies fueron fieles compañeros de viaje y una tendinitis, lo más molesto del trayecto, "el hecho de hacer esta Ruta me dio la fuerza necesaria para llegar hasta acá".
Hoy sólo sabe que cumplió, que está feliz, y que espera empezar en Arica una nueva vida ligada al servicio social,
"pero con calma, primero debo llegar a arreglar algunas cosas allá y luego quiero una nueva vida, porque pienso que es hora de actuar, no de mirar".
Renuncié a mi trabajo por la caminata
Con varios años menos, pero con el mismo entusiasmo, Lidia Lara, de 24 años, no lo pensó dos veces y entre buscar un nuevo trabajo y embarcarse en esta peregrinación, optó por la segunda.
Lidia perteneció al grupo de caminantes que partió desde Punta Arenas, recorriendo más de 30 poblados para llegar finalmente a la capital.
Al igual que los 60 voluntarios que peregrinaron por la Ruta del Padre Hurtado de Arica a Punta Arenas, Lidia no deja de asombrarse de lo mucho que conoció, de lo poco que se sabe del Hogar de Cristo en regiones, y de la gran pobreza que está escondida entre montañas, valles y lagos, a los largo de nuestro país.
"Tengo mucho ánimo, pero igual estoy triste que se acaba algo que comenzó hace más de un mes (...) ha sido una experiencia única que va a marcar la vida de cada uno de los caminantes, y que a mí no me dejará indiferente".
Egresada de traducción de inglés, santiaguina y voluntaria permanente del Hogar de Cristo, Lidia cree que su motivación para llevar a cabo esta experiencia fue su interés por conocer otras realidades, otras necesidades
Hoy se da un tiempo para pensar y asegura que "la relación de amistad que se ha generado entre los compañeros de viaje ha sido increíble porque hemos vivido el día a día, nos despertábamos juntos, caminábamos juntos y nos dormíamos juntos (...) Nos vamos a echar mucho de menos".
A juicio de Lidia, lo más impactante de la experiencia "es ver cómo hay mucha gente de todas las edades que no tienen la noción de que hay un Hogar de Cristo en su ciudad o pueblo".
Pese al cansancio y a "las duras condiciones climáticas" del sur de Chile, Lidia advierte que el frío más intenso lo sintió, paradójicamente, ayer "cuando alojamos en San Bernardo, fue horrible". En ese sentido, explicó, "muchas veces la ropa no fue la más óptima porque nos enfriamos, las capas de agua se nos pasaban", pero igualmente se siguió adelante con entusiasmo y fuerza.
"En la mitad del viaje se nos rompieron las zapatillas, así que nos tuvieron que comprar otras nuevas, pero igual llegamos".
Ahora en adelante, Lidia sabe muy bien qué hará. "Buscar trabajo, armar planes y tratar de entender qué significa esta experiencia, porque es ahora cuando se inicia el proceso".
