VALPARAÍSO.- La tragedia de un joven matrimonio muerto en un incendio en este puerto dejó al descubierto también una lacerante historia de amor.
Cuando las llamas envolvían su hogar, el esposo, Manuel Alejandro González Aparicio, rescató a su pequeña hija Catalina, de tres años, pero su mujer embarazada, a punto de dar a luz, se desmayó al interior del inmueble quedando atrapada.
Inés del Carmen Santana Villagra, de 22 años, esperaba su hijo para esta primavera, pero un cruel sino tenía otro final para la historia de amor que había tejido desde hacía tres años.
Eran la 1:45 de la madrugada y la pareja dormía plácidamente junto a su pequeña hija, Catalina Soledad, de sólo dos años, en una espaciosa casa de madera signada con el número 323 de calle San Jorge del cerro Rocuant, en la parte alta de Valparaíso.
Muy cerca, en la casa vecina, su cuñado Julio William Zúñiga, se apretaba a dormir, después de haber visto el partido entre Massú y González, transmitido desde La Tortuga de Talcahuano.
De pronto, un fuerte ruido, como una explosión, alertó a Zúñiga. Salió a ver qué ocurría y encontró la vivienda envuelta en llamas. Corrió a salvar al matrimonio y a su hijita, pero la puerta estaba trabada. A puntapiés abrió un forado, por donde Manuel González le pasó a la pequeña Catalina, con sus dos bracitos quemados.
Él también pudo salvarse, pero no lo hizo. Sólo gritó que su mujer, con 33 semanas de embarazo, se había desmayado y que lucharía por salvarla o moriría con ella.
Y así ocurrió, los cuerpos de ambos fueron encontrados carbonizados por Bomberos, cinco horas más tarde.
La pequeña Catalina fue trasladada de urgencia a la Posta del hospital Carlos Van Buren, donde se mantenía internada hasta ayer, afortunadamente sin riesgo vital.
Se investiga qué provocó el incendio. El comandante de Bomberos Francisco Morera señala que es probable que haya sido el recalentamiento de la instalación eléctrica.
Ayer los vecinos estaban desolados. La tristeza y la conmoción podían respirarse en el cerro Rocuant.
Julio William Zúñiga repetía incansablemente que Manuel González pudo salvarse, pero el amor se lo impidió. Gladys Inés Villagra, madre de la joven fallecida lloraba inconsolablemente entre los cenizas de la vivienda. Ramón Santana, el padre de la joven, revolvía los escombros, como buscando en ellos una explicación.
Allí estaba lista la maleta que su hija llevaría el martes al hospital. Estaban también los adornos de la pieza que esperarían a Macarena Antonia, como se llamaría la criatura. El viernes se hizo la última ecografía. Todo era felicidad.