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Un clásico: Mechones se "toman" Cartagena

El legendario y heroico viaje al litoral organizado por la Universidad de Chile tuvo ayer una nueva versión, y Emol estuvo presente para contarlo.

17 de Marzo de 2005 | 14:13 | Rodrigo Cárdenas, El Mercurio en Internet
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CARTAGENA.- La etapa de la ensalada de huevos, mostaza y betún, que sirvió como accesorio a las prendas estudiantiles en los primeros días de mechoneo a los recién llegados finalmente ha concluido, y ahora es tiempo de reponerse de esos días de tortura y terror psicológico.

La semana mechona es para tomarla con calma y relajo, pero no su actividad central: el ya legendario (y para algunos heroico) paseo de la Universidad de Chile a Cartagena, viaje del cual se hablará por todos los años que resten en las carreras.

En viaje

Salimos como todos los años del campus Juan Gómez Millas cargados con suficientes provisiones para tan maratónico viaje, pues digámoslo claramente: no es un retiro espiritual.

En el bus la mitad de los viajeros iba de pie, entonando canciones, mientras circulaban botellas y sustancias varias.

Llegamos al Pronto Copec que cruza la Autopista del Sol, estamos a medio camino, el momento preciso para "descargar" lo ya consumido. La providencia nos regala un riachuelo al lado de la estación de servicio y nos ahorra la "gamba y media" que nos cobran en el baño.

Volviendo al bus, las caras ya comienzan a deformarse, en lo que se anticipa será una dura jornada. Entre ellos está Paulina, que ya ha vomitado un par de veces, y el resto del viaje se va dormida.

Cartagena a la vista

Llegando a Cartagena vemos a las distintas facultades agrupándose poco a poco. Algunos tímidos, sin conocer a mucha gente, comienzan a sentarse en la arena, esperando saber de que se trata esto. Sin embargo, un par de copetes después ya se sueltan y socializan con sus nuevos compañeros.

Rápidamente se ven parejas abrazadas por un flechazo, de esos que duran hasta el viaje de vuelta y que seguramente los involucrados no recordarán, pero todos sus amigos sí y se los enrostrarán por toda su vida universitaria.

Frases como "Te acordai cuando te comiste a la Antonia, chuta que erai cochino" o "La Cote sigue preguntando por ti", serán llevadas como una dura cruz por los involuntarios casanovas. Es que la arena, la música de fondo y el mar son un imán demasiado fuerte para la pasión, y si le añadimos unos cuantos grados alcohólicos...

Sobre el escenario se alternan un par de bandas, las que son seguidas sólo por algunos entusiastas, mientras muchos ni siquiera se enteran de la presencia de los artistas.

Sin duda se echa de menos la presencia de Tommy Rey, un otrora clásico en estos viajes.

Cada uno está en su propio cuento. Unos grupos tocando guitarra, otros haciendo "melón con vino", fumando "cigarrillos" más delgados de lo habitual, paseando por la orilla de la playa y, los con menos resistencia, ocupando el mar como baño público.

Dejamos a Paulina durmiendo –luego de cargarla entre dos hasta la arena- y hacemos un recorrido por la "playa grande", en el que descubrimos a los primeros "caídos en batalla", rendidos algunos, otros peleando hasta el final por mantenerse concientes. Mientras de fondo se oyen declaraciones del tipo "tú eres mi mejor amigo, el mejor!"

En tanto, los marinos y carabineros, ya acostumbrados a esta tradición universitaria anual, se limitan a contemplar y disfrutar del colorido paisaje.

Mientras algunos de los estudiantes caían como moscas, otros fueron dispuestos a hacer negocio, especialmente por el hambre que comenzaba a aflorar cerca de las cinco y media.

Choripanes, vienesas, hamburguesas, o sándwich de carne de soya, fueron los preferidos a la hora del "bajón".

De vuelta

El momento de volver llega rapidísimo, son las siete y hay que empezar la caminata hacia los buses ubicados al lado del estadio municipal. Es la última misión, y si bien son sólo tres cuadras, para los más amigos de los combinados resultan toda una odisea, especialmente en un viaje en subida. Despertamos a la Paulina, y comenzamos a avanzar.

En el estadio llegan y llegan estudiantes que perdieron el bus en que viajaron, esperanzados en subirse en cualquier otro. Sin embargo, pronto se darán cuenta que no tienen ninguna posibilidad, fundamentalmente luego de los nuevos avisos de los chóferes: "nadie parado", "cada uno en su asiento", etc., etc.

A las ocho de la noche partimos en uno de los últimos buses. La gran mayoría vuelve durmiendo, reponiendo fuerzas pues se acuerdan que mañana (hoy) tienen clases temprano. Hay que volver a la realidad, aunque el hachazo de mañana (hoy) penará en todas las sedes académicas de la casa de Bello.

El viaje de vuelta fue relajado, sólo algunos conversaban, entre ellos Paulina, quien al fin despierta y se lamenta de no recordar nada. Será para el otro año.
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