 Con sábanas el "violador de Reñaca" logró evadir este último obstáculo. |
SANTIAGO.- Efectivos de Carabineros e Investigaciones han realizado intensos operativos para dar con el paradero de Sergio Espinoza Moncada, el llamado "violador de Reñaca", fugado desde la Cárcel de Alta Seguridad (CAS) de Valparaíso el sábado pasado.
Desde la madrugada de ayer diversos efectivos de ambas policías han desplegado sus fuerzas en la parte de alta de Viña del Mar y en los alrededores de la CAS, en las cercanías del camino La Pólvora.
El leñador Sergio Espinoza había ingresado al penal en febrero, tras ser detenido e imputado como autor de cinco delitos, aunque la evidencia reunida por la policía lo sindica como autor de a los menos 26 ataques de connotación sexual.
Para intimidar a sus víctimas, el hombre habría utilizado un cuchillo para quebrar su resistencia. Los delitos por los que fue formalizado se registraron en los últimos dos años en distintos sectores de Viña del Mar.
Frente a esto y como parte de las medidas de precaución, Carabineros ha dispuesto un resguardo especial para las víctimas del violador, quienes están en sus casas bajo la custodia de personal especializado.
Asimismo, el Ministerio Público ha dispuesto que se entregue apoyo psicológico hasta que no se sepa el paradero exacto de Espinoza Moncada.
Las fugas de la cárcel más segura
Antes de Sergio Espinoza Mondaca, siete reos ya habían logrado burlar los cercos de la Cárcel de Alta Seguridad (CAS).
El primero lo hizo cuando aún no se cumplían tres meses de funcionamiento de la nueva cárcel de Valparaíso. Andrés Dinén Arriagada (25) se fugó el 28 de junio de 1999, mientras se encontraba en la panadería del penal.
Pero sin duda la fuga más espectacular ocurrió la madrugada del 30 de agosto de ese mismo año, cuando seis reclusos se fugaron del penal tras una planificación de meses.
Primero ingresaron al recinto un teléfono celular para contactarse con el exterior y lograr ayuda para su plan: deslizarse por cuerdas por sobre los sensores de seguridad, rejas y muros. Con armazones de sillas hicieron ganchos metálicos y con sierras limaron los barrotes, que mantuvieron pegados con adhesivo para evitar ser descubiertos.
Nuevamente en un día de espesa neblina que anulaba las cámaras de seguridad, sacaron los barrotes y treparon al techo para lanzar una guía a un cementerio cercano utilizando una honda. Allí un cómplice les amarró un cable de hilos de acero cubierto de plástico, el que amarraron al edificio y comenzaron a deslizarse al exterior.
Sólo la caída de una de ellos alertó a los sensores y se dio la alarma en el penal. Sus compañeros alcanzaron a huir en un vehículo que los esperaba.