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Carlos Peña acusa falta de profesionalismo en la Concertación

"Un oficialismo sin contención emocional" y a sus involucrados "negándose a asumir su responsabilidad" es lo que se ha percibido esta semana tras el cambio de gabinete, dice el cientista político y columnista de El Mercurio.

19 de Julio de 2006 | 14:54 | Karina Morales, El Mercurio en Internet
SANTIAGO.- La agudización de las diferencias políticas al interior del oficialismo han quedado de manifiesto luego del cambio de gabinete que realizara la Presidenta Michelle Bachelet, el primero y más rápido de un Gobierno de la Concertación.

A lo anterior se suman declaraciones contradictorias, acusaciones mutuas e iniciativas paralelas a las del Gobierno que han provocado que algunos sectores al interior del conglomerado y de la Alianza estén acusando a La Moneda de no contar con un rumbo definido. Situación que el Ejecutivo desmiente.

Para el cientista político y columnista de El Mercurio, Carlos Peña, lo acontecido demuestra una falta de profesionalismo y de contención emocional de los involucrados, que hasta ahora no se había visto.

-¿Estamos frente a un gobierno sin rumbo?

"Estamos más bien frente a un gobierno que experimenta un cierto desconcierto y cuyo principal defecto, en mi opinión, es que carece de un relato que confiera sentido al conjunto de lo que hace. Elaborar ese relato –esa narración que permite asignar significados a la vida en común- es la tarea pendiente de este gobierno. Como he sugerido otras veces, una de las tareas principales de los gobiernos es producir orden y la producción de orden pasa por estructurar significados compartidos. La suma de políticas públicas y de simpatía no basta para hacer un buen gobierno.

"Para ser justos, es probable que la gente esté también algo desconcertada. Es probable que las expectativas que se dirigen al rol presidencial -una cierta distancia, una cierta contención emocional, el buen manejo de los ritos- estén también frustradas.

"Todo eso puede ser fruto –sospecho- que ciertos sectores del progresismo se han dejado seducir muy rápido por eso de la ciudadanía, la sociedad civil, la cercanía con la gente y la crisis de la representación. Olvidan que tras la ciudadanía hay intereses que no valen todos lo mismo, que tras la sociedad civil hay organizaciones corporativas, y que la gente, más que sencillez y cercanía, a veces necesita símbolos y apetece ritos".

-¿Cómo afectó a la Concertación este cambio de gabinete?

"Es cosa de leer los diarios. Puso de manifiesto los malestares que la acosan y las cuentas pendientes que la agobian. No recuerdo otro cambio de gabinete que haya desbordado, con la intensidad que lo ha hecho este, la subjetividad de todos los involucrados. A personas que uno supone de experiencia y dotadas de un cierto estoicismo, sólo le han faltado las lágrimas ante las cámaras. Es la pesadilla de Neruda: el partido de los sentidos arriesga ser hoy uno de las corrientes mayoritarias en la Concertación. Nunca habíamos asistido a tanta falta de profesionalismo en los involucrados como ahora".

-Los roces entre los partidos y al interior de los mismos, ¿son una consecuencia de este cambio o se vienen arrastrando desde hace tiempo y son, de alguna manera, las causas del mismo?

"Las tensiones y las rivalidades al interior de una coalición tan exitosa y de tanto tiempo como la Concertación, son inevitables. Y por supuesto no son de última hora. Lo novedoso es la falta de contención emocional que ha mostrado todo este asunto. Que un cambio de gabinete obvio –uno de esos secretos a voces de las últimas semanas, acerca de cuya necesidad nadie dudaba- haya causado tal revuelo al interior de la Concertación es simplemente incomprensible. Y que los involucrados se nieguen a asumir su responsabilidad –y echen la culpa de su fracaso a campañas de toda índole- es simplemente increíble. Lo que ocurre, digamos la verdad de una buena vez, es que algunos integrantes de la élite de la Concertación se han acostumbrado a tal punto al Estado, que han perdido toda distancia crítica respecto de sí mismos, al extremo que, aunque se esfuercen, ya no logran imaginar el gobierno o el país sin ellos".

-El rol que juegan en estos momentos los partidos oficialistas ¿es determinante en la gestión del Gobierno? Por ejemplo, la agenda económica paralela que está desarrollando la DC, ¿podría afectar los planes del Ejecutivo?

"Es difícil que el Gobierno deje una huella perdurable sin el apoyo de los partidos. Se puede alcanzar el poder sin los partidos; pero Dios nos libre que se pueda prescindir de ellos a la hora de gobernar. Experiencias como esa son dañinas para la calidad de la política y para la democracia.

"La Presidenta debe recordar eso una y otra vez. Una cosa es ganar una competencia electoral, otra cosa es administrar el Estado y otra conducir el Gobierno. Esta última tarea requiere a los partidos. Ni la ciudadanía -esa amalgama de intereses tan diversos- ni eso que suele llamarse sociedad civil -a veces un disfraz de los grupos corporativos- pueden reemplazar en una democracia sana al sistema de partidos.

"Los partidos deben sin embargo recordar –especialmente la DC, que en los últimos años ha ido generando, en sus líderes y en su militancia, una cierta compulsión por mostrar sus capacidades, lo que, claro, suele ser signo de un cierto complejo- que en una coalición leal, hay un momento para competir y otro para cooperar. Y que ya llegará la hora de mostrar cuán capaces, cuán carismáticos y cuán populares son sus líderes.

"En cuanto a la agenda económica de la DC, creo que es un error porque ¿qué sentido tiene introducir contingencia e incertidumbre a estas alturas, inicios del gobierno, y justamente allí donde la Concertación ha mostrado capacidad innegable? Es un síntoma preocupante de que aquello que no pasó de ser un eslogan inventado en el fragor de la competencia –corregir el modelo- esté inspirando las actuales reflexiones de la DC".

-Dado el panorama actual, ¿cómo se vienen los próximos meses para la Concertación y para el Gobierno de Bachelet?

"No ocurrirá nada grave para el país y es probable que a nivel de las políticas públicas las cosas vayan bien. Los problemas pueden ser de otra índole y sobretodo de carácter político: una cierta delicuescencia (inconsistencia) de las tareas comunes en la Concertación.

"Lo peor que le podría ocurrir al Gobierno, es ser presa del tiempo y de la transitoriedad. Para funcionar bien, los gobiernos y los individuos deben olvidar que están amenazados por el tiempo y que a fin de cuentas son fugaces. El Gobierno –y lo que es peor, la Presidenta- se esmeran, sin embargo, una y otra vez en recordarnos que el tiempo escasea y que este gobierno será en extremo breve. Todo eso le va a acabar haciendo daño. La razón es obvia: si se recuerda una y otra vez que el Gobierno es breve, las competencias futuras -y en la Concertación hay varias- se anticipan. Debiera ocurrir al revés: la Presidenta debiera convertir a su gobierno en parte de una tarea común de largo plazo, que ate a su Gobierno a los que le antecedieron y a los que vendrán. Pero no hay caso: el problema del Gobierno es que sus técnicos de mayor talento y más capaces, desconfían de los imaginarios que, sin embargo, son indispensables para la buena política".
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