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Museo Aeronáutico celebra hallazgo de avión chileno perdido en Costa Rica en 1943

Según el director del organismo, Ricardo Gutiérrez, el Vultee BT-13 Valiant representa un periodo importante en la instrucción de los pilotos de la FACh durante la Segunda Guerra Mundial.

27 de Febrero de 2008 | 17:15 | Bárbara Covarrubias, El Mercurio Online

SANTIAGO.- Con gran entusiasmo recibió ayer el director del Museo de Aeronáutico y del Espacio, Ricardo Gutiérrez, la noticia del hallazgo de un avión de la Fuerza Chilena que desapareció en 1943 en Costa Rica.


"Con este hallazgo se está reconstituyendo un hecho que sucedió efectivamente, que representa un periodo importante entre los años 1942 y 1944, en donde se trajeron muchos aviones y la Fuerza Aérea de Chile ya se destacaba por ser muy organizada", precisó puntualizó Gutiérrez a Emol.


Según explicó el director del Museo Aeronaútico, el Vultee BT-13 Valiant "es un avión de entrenamiento avanzado para pilotos, que en ese tiempo era de última tecnología, es como si hoy tuviéramos un avión de entrenamiento jet".


Gutiérrez sostuvo que la compra de este modelo a Estados Unidos se decidió en el marco del escenario mundial que presentaba la Segunda Guerra Mundial.


Debido a la importancia de este avión, el Museo inició un trabajo de reparación de uno de estos ejemplares, que actualmente está en exhibición.


En su destinación inicial en El Bosque, este avión era parte de la segunda etapa del entrenamiento de los pilotos, que se iniciaba con una nave Fairchild PT-19, en el que se aplicaban las nociones básicas de vuelo.


Luego de que los pilotos ya habían realizado sus primeros vuelos en los Fairchild, explicó Gutiérrez, comenzaban una etapa intermedia en su preparación a bordo de los Vultee BT-13 Valiant para continuarla en un N.A T6 Texan, "que son muy parecidos, pero que se enfocaban en la instrucción de combate y bombardeo, que también tenían una tecnología de avanzada para la época".


Con el tiempo se fueron derivando a otros centros de instrucción a lo largo del país, constituyendo un pilar fundamental en la formación de los hombres que estuvieron al frente de la defensa aérea del país.


Entre 1954 y 1955, los Vultee BT-13 Valiant fueron reemplazados por los T-34 Mentor y posteriormente, en la década de los ochenta, la misma función fue cumplida por los T-35 Pillán, fabricados en Empresa Nacional de Aeronáutica de Chile (Enaer).


El rescate del avión


El director del Museo Aeronáutico afirmó que sería muy "importante e interesante" que los restos del fuselaje pudieran traerse a Chile y puntualizó que esa es una decisión que "tiene que tomar la Fuerza Aérea y la Dirección de Aeronáutica Civil".


En el caso que eso suceda, el encargado de las piezas más valiosas de la historia de la aeronáutica chilena, espera que las partes del avión que estén en condiciones de ser recuperadas puedan ser restauradas.


"En el caso que se traído a Chile, existe un 99% de posibilidades de que ingrese al Museo Aeronáutico, para ser parte de las exhibiciones temporales o permanentes".


Gutiérrez también hizo hincapié en la importancia que tiene lo sucedido en Costa Rica para la familia de las víctimas. "En estos casos, en que los tripulantes no son encontrados, se declara presunta desgracia, por lo que es importante para las familias tener una versión final de que sucedió con sus seres queridos".


Por el momento la Fuerza Aérea está intentando dilucidar si es que alguno de los cuatro sobrevivientes a la tragedia de 1943  aún está vivo, para informarles de lo sucedido y recoger sus impresiones.

La historia del accidente

En julio de 1943 una escuadrilla de seis funcionarios de la FACh viajó hasta Estados Unidos para traer a Chile tres aviones Vultee BT-13 Valiant, destinados a la instrucción de los pilotos de guerra de la institución.


En la ruta entre Texas, donde se ubicaba la fábrica de las naves, y Santiago, los pilotos hicieron escala en San José de Costa Rica para cargar combustible, pero una vez reiniciado el viaje, una gran presencia de nubes complicó las condiciones de vuelo.


Debido a esto una de los pilotos decidió volver a San José mientras que la otra nave aterrizó en Panamá. Sin embargo, el avión que pilotaba el teniente Werner Martínez  junto al sargento Tomás Ayala como mecánico.


Los restos del avión fueron localizados en agosto de 1963 por el campesino Víctor Navarro Luna, quien, sin embargo, nunca comunicó nada a las autoridades aeronáuticas porque pensó "que ya sabían de eso".


Navarro decidió hace pocos días aprovechar el metal de la aeronave para "venderlo a una chatarrera y así ganarme alguito". Pero un vecino alertó a la policía que un grupo de personas estaba transportando restos de un avión.


Así, la policía comprobó que Navarro tenía una de las alas y el armazón del fuselaje junto a su casa. Le pidieron que los llevaran al sitio donde los había encontrado y se avisó a la Aviación Civil.

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