SANTIAGO.- Luego de terminar su gobierno, el ex Presidente boliviano, Carlos Mesa, pensó que su papel político había terminado luego de dejar encaminadas las propuestas que creaban la Asamblea Constituyente y sentaban las bases para la utilización de los hidrocarburos y la autonomía de las regiones. Estaba equivocado.
Hoy, a más de dos años del inicio del gobierno de Evo Morales, el ex Mandatario está decepcionado. Por ello, creó la Fundación Comunidad, un think tank que analiza los cambios políticos en América Latina y pretende convertirse en una alternativa política —sin descartar aspirar de nuevo a la Presidencia— en el vecino país. Sus nuevas ideas y, por supuesto, sus conceptos y recuerdos sobre Chile, los expresa en entrevista con “El Mercurio”.
—Actualmente usted está preocupado por América Latina ¿Hacia donde va el péndulo político?
—Indudablemente hay una línea que es la de mayor reflejo de este intento de transformación ideológica, idealizada por el Presidente Chávez, que podríamos calificar como una línea de corte estatista, con una política de respuestas a demandas populares de corto plazo más que a estrategias de largo plazo. Es lo que Chávez ha definido como el socialismo del siglo XXI, aunque que me parece que tiene un primer problema, que no existe una definición de que quiere decir eso.
—En el intermedio, diría yo que hay ejemplos como Brasil o Chile, ambos en posiciones de izquierda, que asumen con mayor racionalidad la inserción global y la mundialización de la economía. Y en un tercer nivel podríamos definir a países como México, Colombia o Perú, que mantienen políticas de liberalismo clásico.
—¿Qué le parece la posición de Evo Morales en este nuevo orden?
—Primero, el Presidente Morales está absolutamente alineado con el gobierno del Presidente Chávez y creo que la política exterior boliviana está demasiado condicionada por la política exterior venezolana. Eso, en algunos casos, puede ser interesante para Bolivia. En otros, no necesariamente. En términos generales, yo creo que los problemas que enfrenta Morales están vinculados a una política de estatización que primero fue puramente retórica, porque cuando dijo que había nacionalizado el petróleo no nacionalizó absolutamente nada. Y ahora está negociando el pago por la nacionalización. No veo yo que esas acciones vayan a beneficiar a Bolivia y lo dramático del asunto es que se ha paralizado totalmente la inversión externa, generando graves problemas. Bolivia no está cumpliendo sus contratos internacionales de exportación de gas ni a Brasil ni a Argentina, lo que demuestra una muy mala política energética.
—Otro problema es el de gestión. El gobierno tiene un grave déficit de gestión pública y eso está haciendo que se pierda una oportunidad económica extraordinariamente importante. Finalmente, el tercer problema es la confrontación entre el gobierno y las regiones a partir de la constitución y los procesos autonómicos.
—¿Qué le parece la búsqueda de autonomía? ¿Es positivo o negativo para Bolivia?
Yo creo el tema de las autonomías es tan positivo como irreversible, porque está vinculado al desafío histórico general regional del siglo XXI y contrasta con otro elemento positivo: el de la inclusión del mundo indígena. Debíeramos haber integrado ambos criterios. Lo lamentable es que lo revolucionario de Evo y lo revolucionario de las autonomías, en vez de integrarse, están enfrentadas. Pero son un gran salto positivo, una gran necesidad y hay que respaldarlas.
—Se pensó en un momento que el gobierno de Evo Morales iba a generar un desarrollo mayor en Bolivia por el hecho de tener más gente atrás que lo apoya. ¿Fue así?
—Una de las grandes decepciones es que un gobierno que tuvo un cheque en blanco desde el punto de vista del voto, desde el punto de vista de una situación económica extraordinaria y desde el punto de vista del desafío histórico de una asamblea constituyente que yo planteé como alternativa de gobierno en 2003, se encuentra hoy atrapado en contradicciones internas, en una confrontación muy radicalizada entre regiones y gobierno y no ha llevado adelante un proceso de crecimiento y de desarrollo equivalente a países como Perú.
—¿Destacaría algo del gobierno de Evo?
—Hay un antes y después de Evo Morales. Creo que con su llegada comienza a producirse una importante movilidad social y el hecho de que una parte significativa de la población, la indígena, sienta que puede estar en el poder, redondea un proceso de inclusión que necesitábamos hace mucho.
—Lamentablemente, el Presidente ha tenido un discurso excesivamente indigenista al inicio de su gestión y el proyecto de Constitución impulsado por él tiene una connotación que se olvida del verdadero desafío, que es la construcción de un país para indígenas, blancos y mestizos. La búsqueda de inclusión y equidad no puede estar planteada en términos de quién es mejor. Si tú eres indígena y has sido explotado durante 500 años no vas a dedicarte hacer lo propio los próximos 500 ¿no?
—¿Cree que la cercanía entre Morales y Chávez pueda afectar la relación entre Bolivia y Chile?
—No creo que sea un tema central. Creo que ese tema influye en el conjunto de las relaciones exteriores de Bolivia. Yo no tengo dificultades en entender que el Presidente Morales tenga afinidad ideológica con el Presidente Chávez, está en su derecho. Lo que me parece inaceptable es la dependencia que hay de parte de Morales, que por ejemplo no tiene el Presidente Correa, de la influencia directa del Mandatario venezolano en la forma en que se manejan fondos de apoyo de parte de Chávez al Presidente Morales en términos irregulares desde el punto de la Constitución de Bolivia.
—¿Le parece que con el actual gobierno se ha avanzado en la relación con Chile?
—Yo diría que hoy es una relación fluida que, por cierto, le debe mucho a la reposición del tema que hicimos en nuestro gobierno. A nosotros nos tocó la dura tarea de volver a colocar en el tapeta los temas la reivindicación marítima y la soberanía y eso hizo que, por supuesto, nuestra relación con Chile tuviera momentos de tensión. Pero si eso no hubiese ocurrido, yo estoy seguro que hoy no estaríamos donde estamos. En un paso hacia adelante.
—Cuando usted era Presidente tuvo bastantes encontrones con Ricardo Lagos. Incluso en su libro “Presidencia sitiada” (lanzado este año) lo caracteriza como una persona “terriblemente temperamental”…
—Una de las cosas lamentables del periodismo es que una frase fuera de contexto define lo que teóricamente era una caracterización mía. Pero al hacer una lectura completa y serena de lo que escribo del Presidente Lagos, el 90% de mis juicios son positivos y elogiosos por su inteligencia, su capacidad gobernante y los logros que consiguió para Chile. Planteo que yo lo vi temperamental, pero mi opinión de él es la mejor. Me parece que es un gobernante de los más importantes que ha tenido Chile y uno de los más importantes en América Latina. Tuvimos tensiones, lógicamente, pero yo creo que el problema fue que el Presidente no comprendió que después de la crisis de octubre de 2003 no era posible continuar con el planteamiento que él había hecho con los Presidentes Quiroga y Banzer. Él no entendió que mi posición y mi situación no podían ser la mismas.
—Yo, sin embargo, sigo insistiendo en una lógica que para mí sigue siendo incuestionable. El tema de la solución del problema marítimo boliviano pasa por la soberanía entendida como tal, no relativizada, ni interpretada al estilo de un supuesto siglo XXI. Yo estoy seguro de que Bolivia plantearía incluso una soberanía del siglo XXI, compartida con Perú y Chile, y podríamos resolver el conjunto de temas, incluyendo el tema energético.
—Aún ve factible la solución de gas por mar…
—Nunca existió esa solución. Fue una falsificación lamentable. Lo que planteé fue que la energía, el gas, debería contribuir a lograr la aspiración marítima. En ningún momento, porque no soy ni ingenuo, ni creo que mi inteligencia sea tan baja, supuse que le podía decir a Chile “tú me das mar y yo te doy gas”. Es una simplificación. Creo que es muy importante un proceso de integración energética Bolivia-Perú que, una vez lograda, podría cambiar nuestro posicionamiento de negociación con Chile. Pero quiero aclarar que yo jamás planteé gas por mar.
—Perú sin duda debe estar en las negociaciones…
—(Piensa) La política exterior chilena permanentemente ha dicho que hay que tener mentalidad de siglo XXI para encarar el hecho, lo que me parece correcto, pero una iniciativa básica sería que se reunieran simultáneamente los tres Presidentes para hablar específicamente del tema marítimo. No creo que exista ningún conflicto, aún en el Oriente Medio, en el que haya tres países involucrados en el que los jefes de Estado no se hayan reunido alguna vez. Es absurdo suponer que vamos a seguir con el juego del gato y el ratón en el que Chile nos dice “si Perú dice sí, yo estoy encantado de darte mar”, o Perú dice “si Chile te da mar yo estoy encantado”. Hoy no hay posibilidades de una solución bilateral y es absurdo que los Presidentes de Perú, Bolivia y Chile no se puedan sentar a discutir.
—¿Le gustaría volver a ser Presidente? Podría reencontrarse con Lagos…
—La polarización es muy grave en Bolivia y por lo tanto creo que puedo jugar un papel, aunque no de carácter electoral inmediato. Es cierto, la presidencia es una opción pero no es el objetivo de este momento. La idea es lograr la construcción de un escenario político que tenga propuestas alternativas. El resto, ya está en el ámbito de las hipótesis.